sábado, 18 de abril de 2020

CARTA TRIGESIMOCUARTA O SOBRE LA CIUDAD Y LOS LIBROS


CARTA TRIGESIMOCUARTA O SOBRE LA CIUDAD Y LOS LIBROS

Según cálculos del sector hecho públicos esta semana, más de un 10% de las librerías podrían no superar esta crisis y cerrarían tras el confinamiento. No volverían abrir sus puertas salvo, tal vez, para liquidar a precio de saldo los fondos que le quedaran.

La librería es uno de los principales servicios culturales de nuestros barrios y pueblos. Y es que una librería no es sólo una tienda de libros. Una librería pone los libros en la calle para que los podamos curiosear, ojear, podamos leer las contraportadas y enterarnos de qué va cada libro. Las librerías son iniciativas privadas que, sin depender del presupuesto público, prestan un enrome servicio público.

El librero se juega sus cuartos por poner el conocimiento, la cultura, el ocio y la diversión literalmente en nuestras manos, algo que jamás hará por nosotros Amazon ni cualquier otro gigante comercial on line. El librero levantaba la persiana todos los días para acercarnos los libros y además paga los impuestos que le tocan donde le toca. Gracias a ellos conocemos editoriales pequeñas insospechadas que no nos llegan por los grandes medios o redes. Gracias a ellos de vez en cuando hacemos algún descubrimiento inesperado que nos llena de placer y alegría. Gracias a ellos tocamos y olemos los libros y les damos probaditas aquí y allá, leemos un par de párrafos al azar e imaginamos el mundo que ese libro inventa y abre. Por cada libro que nos llevamos hemos soñado una docena. El librero pone en cada calle una universidad del gusto, de la estética y del criterio y lo hace arriesgando su dinero en ello y creando empleo de paso. La librería crea vida en tu calle, en tu barrio, en tu pueblo. Cada librería es una escuela de ciudadanía responsable.

Pero ahora la crisis del coronavirus golpea las librerías y de esa forma golpea un modelo de ciudad. El librero llena nuestra ciudad de cultura, de buen gusto y de vida. Las grandes plataforma de compra on line a lo sumo llenarán las calles de mensajeros, los contenedores de cartones y dejarán nuestra ciudad muerta.
Salvar y mantener nuestras librerías me parece una tarea prioritaria. Para eso los programas de apoyo público son imprescindibles, sin duda, pero no son lo más importantes. No escribo esta columna para mover la voluntad de ninguna institución, sino la de usted, mi amigo lector. Ninguna librería se mantendrá si sus vecinos no compramos nuestros libros ahí. No hay mucho más misterio. Será nuestra voluntad y nuestro compromiso continuado que salve o condene librerías.

En esta situación Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Librerías (CEGAL) ha puesto en marcha la campaña Apoya a tu librería. A través de la página web todostuslibros.com puedes comprar un Cheque Regalo, elegir tu librería preferida, la de siempre, la de tu calle o barrio, y elegir los libros que te llevarás en cuanto puedan abrir o hacerte un fondo del que ir tirando cuando se pueda volver a curiosear, tocar y olisquear libros.

Estamos repitiendo hasta la saciedad que en esta crisis hemos aprendido algunas cosas. Entre ellas, el valor de la cultura, el valor del comercio de proximidad, el valor de la participación ciudadana y el valor de los emprendedores y los autónomos. He aquí una iniciativa que suma estas variables en un ejercicio práctico, concreto, efectivo, con resultados.

Dice Roberto Bolaños que “cada lector tiene la librería que se merece”. No me parece exacto. El acceso a las librerías es un privilegio que se construye y ejerce colectivamente, en la medida en que en nuestro entorno haya cientos de lectores dispuestos a comprarse un par de libros mensuales. De modo que yo adaptaría la frase para decir que cada pueblo o barrio tiene la librería que merece. Toca demostrar lo que merecemos.

Hoy propongo libros sobre libros: Tocar los libros, de Jesús Marchamalo; Sobre el arte de leer, de Gregorio Luri; Confesiones de una editora poco mentirosa, de Esther Tusquets; y, del mexicano Gabriel Zaid, hasta tres que, por lo que leo en los ejemplares que tengo en casa, compré entre marzo y diciembre de 1996 en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas: Cómo leer en bicicleta; De los libros al poder; y Los demasiados libros. Ya que hablamos hoy de librerías supongo que no estará de más comentar que imagino que los compraría en una librería que regentaba un francés aficionado a la fotografía y a los temas indígenas, de nombre Lucas creo recordar aunque la memoria me puede traicionar. No sé si la librería seguirá existiendo.

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