CARTA
EXCLAUSTRADA VIGÉSIMA O SOBRE EL CONOCEDOR AL QUE LE ROBAN
MASCARILLAS EN UN AEROPUERTO TURCO
Sábado, 4 de Abril.
En los tiempos en que yo empezaba a interesarme por el ecologismo ya se manejaba el eslogan ése que dice “piensa global, actúa local”. El eslogan es tan viejo como el propio ecologismo, supongo. Y sin embargo resulta hoy más actual que nunca.
Esta
crisis es global y por lo tanto no podemos ni entenderla ni
combatirla si no es globalmente. Por eso es necesario mirar el
escenario internacional. Por eso es necesaria la cooperación
internacional.
De
hecho yo insistiría en que los medios de comunicación deben
reforzar ahora las noticias internacionales. La única forma de
entender bien lo que sucede en nuestro país o en nuestra ciudad es
conocer lo que pasar en Francia, en Irán o en México.
Mira
uno los debates políticos de nuestro entorno y resulta que parece
que sólo en nuestra comunidad autónoma o en nuestro estado pasan
cosas “que no pasan en el mundo entero”, por ejemplo, que la
pandemia nos ha cogido sin suficiente preparación o que nuestros
sistemas sanitarios se estresan o incluso se pueden llegar a colapsar
en determinados momentos o que hay que improvisar soluciones
chapuceras o que no llega el material de protección donde se
necesita o que no hay test suficientes o que no sabemos si las
mascarillas van a resultar o no de uso generalizado los próximos
meses. Bienvenidos al mundo: es exactamente lo que están pasando en
diversas medidas, con distintas particularidades locales, en todos
los países del mundo. De hecho a día de hoy no sabemos si quienes
han tomado medidas más drásticas en tal sentido o los que han
relajado el control sobre tal otro aspecto acertarán o no.
Las
noticias de la sección de internacional constituyen hoy un servicio
público de primera necesidad. Sí, más que el suministro de papel
higiénico. Se me ocurren formas de superar esta crisis sin papel
higiénico, pero no las encuentro sin acceso a información de
calidad. Los informativos deberían dedicar al menos tanto espacio a
lo internacional como a lo local: no podemos entender lo segundo sin lo primero.
En
este contexto la cooperación internacional cruzada deviene de pronto
clave. La cooperación tradicional, es decir, la sanitaria o la
humanitaria, es importante. Estamos viendo cómo los países
comparten mascarillas o incluso equipos médicos. Pero eso, me temo,
no ha hecho más que comenzar. Si la pandemia avanza, como todo
parece indicar, a igual ritmo en países de América o África que en
Europa, el desastre, el número de muertos o el colapso del sistema
sanitario puede ser mucho mayor. Será el momento entonces de
comprobar si realmente hemos aprendido algo aplaudiendo en el balcón
a las 8 o era sólo un entretenimiento para distraernos un rato.
Pero
la cooperación internacional que necesitamos vaya más allá de esa
visión clásica. Estamos a las puertas de entender una nueva
dimensión de la cooperación: la que comparte no sólo recursos
materiales, sino la que comparte conocimiento, información, saber
científico y tecnológico. Será la cooperación característica y
más importante en los tiempos de la inteligencia con valores de la
que hablábamos en la carta décima. Enviar 100 millones de
mascarillas o 1.000 respiradores de UCI es fantástico, pero es más
importante compartir lo que sabemos sobre qué es el coronavirus y
cómo enfrentarlo.
Pero de nada nos servirá esta visión global -pensar global- sino actuamos en lo local.
Actuar
local significa mil cosas. Significa quedarse en casa los que tenemos
que quedarnos. Significa que tenemos que ayudar a los que tenemos en
nuestro entorno, o al menos algo tan sencillo como ser amables con
los que tenemos al lado. Significa mantener la distancia social y
cumplir todas las recomendaciones de nuestras autoridades sanitarias.
Pero significa muchas otras cosas.
Mira
tu barrio, tu pueblo, tu ciudad. Todo cerrado. Será nuestro actuar
local el que vuelva a abrir tiendas y comercios locales. Si compramos
en plataformas globales que tributan en Irlanda o en las Islas
Caimán, ¿porqué nos quejamos luego de que no hay puestos de
trabajo decentes en nuestra zona o no hay presupuesto para sanidad en
nuestro país? Lógico que no haya ni lo uno ni lo otro. Ni los
puestos de trabajo interesantes ni el presupuesto de sanidad los crea
el gobierno: los creamos nosotros. Somos todos nosotros como
consumidores los que decidiremos el paisaje de nuestras ciudades. Y
el paisaje de nuestros campos, ¿te interesas por saber de dónde
vienen los huevos que consumes, o la leche, o la fruta, o la carne?,
¿quién los produce, cómo, en qué condiciones?, ¿y dónde se
produce la ropa, en qué condiciones?
Es
nuestro comportamiento el que influye en el tipo de trabajos que
aparecerán en nuestro entorno y el que determinará que la próxima generación sólo pueda
acceder a trabajos de transportista de Amazon o de camarero para
servir la consumición a los turistas chinos.
No
es lo mismo que tu banco sea una multinacional o una entidad local.
No es lo mismo que tu supermercado sea una cooperativa local que una
multinacional del sector.
Consumiendo
local la próxima generación podrá tener labores de ingeniería o
gerencia o creatividad. Trabajos interesantes y bien pagados.
Nuestras administraciones podrán cobrar impuestos y prestar buenos
servicios. Si tenemos sedes de industrias potentes eso crea un
entorno de servicios potentes, de atracción social y cultural. Si
consumes en un supermercado francés y tu banco es holandés, ¿porqué
te quejas de la fuga de cerebros o de que hay que ir a
Alemania para tener trabajos decentes?
Estos
días el mundo parece haber despertado de una visión ingenua de la
globalización. Donde una simple fórmula, sencilla como una ecuación
de secundaria, la famosa fórmula de la ventaja comparativa, podría
resumir la complejidad del mundo y el comportamiento supuestamente
frío y racional de las personas y las masas: lo mismo serviría para
comprar coches, ordenadores y carbón, que chorizos, servicios
financieros, cultura o material médico.
Pero
hoy comprobamos que no es así. Que Europa no tenga capacidad para
auto-abastecerse de respiradores o de mascarillas y dependa del
gigantesco taller chino ha sido un error. Macron lo ha dicho claro:
necesitamos soberanía local (francesa y europea) en muchas de esas
materias, por mucho que un respirador chino sea más barato.
Que
tengamos industria local para cosas esenciales como alimentación,
cultura o material médico no puede verse como una antigualla
nacionalista contraria o desconocedora de los principios económicos
básicos, sino como un punto intermedio, prudente, entre el comercio
global (fantástico para muchas cosas) y el mantenimiento de ciertos
elementos locales (para otras cosas).
Seguramente,
como en todo, en el término medio está la virtud. Entre el
proteccionismo económico y el desinterés por protección y la
promoción de industrial local hay un sano término medio. Si
dijéramos que ese in medio virtus es de inspiración
aristotélica, el maestro Lledó quizá torcería el morro ante
semejante tópico y nos pediría un poco más de rigor: “la
expresión latina in medio virtus ha trivializado aquella
teoría aristotélica que constituye una de las piezas fundamentales
de la ética (aristotélica)” (Memoria de la ética. Un reflexión
sobre los orígenes de la Theoría moral en Aristóteles). Pero
luego, tras la regañina, nos acompaña Lledó a interpretar algunos
párrafos de la ética Nimomáquea. Rescato algunas frases de su
edición:
“La
moderación y la virilidad se destruyen por el exceso y por el
defecto, pero se conservan por el término medio” (me disculparán
las lectoras que emplee el término virilidad como virtud, pero
espero aceptemos todos el contexto histórico y la intención).
“En
relación al honor y al deshonor el término medio es la
magnanimidad; al exceso de se le llama vanidad y al defecto
pusilanimidad.”
“Llamo
el medio de una cosa al que dista lo mismo de ambos extremos (…)
que ni excede ni se queda corto. (…) así pues, todo conocedor
evita el exceso y el defecto, y busca el término medio y lo
prefiere.”
Yo
jamás habría imaginado el espectáculo que estamos viendo estos
días: países disputándose material unos a otros como en la selva.
Aprovechando la circunstancia de que la empresa de transporte está
bajo mi jurisdicción o que el avión hace una parada técnica en mi
aeropuerto o que el camión pasa por mi aduana, aplico las normas de
emergencia y me quedo con el material que necesito. Un verdadero
escándalo y está pasando incluso entre aliados: USA, Alemania,
Francia, España, Italia, Polonia, República Checa, Turquía…
Hoy
son los respiradores, mañana podría ser cualquier otra cosa. El
mercado global es una maravilla que permite el disfrute de un nivel
de desarrollo humano nunca conocido, pero la política está también
para decidir qué cosas queremos tener cerca y disponibles en caso de
necesidad. La política y las normas están para hacer como ese
“conocedor” aristotélico que “evita el exceso y el defecto, y
busca el término medio y lo prefiere”.
Nunca
habríamos imaginado que veríamos patentes de corso para piratas de
mascarillas y respiradores. Algo deberíamos aprender. No, yo no tengo la respuesta. No sé dónde está ese termino medio que es virtud, pero sí me parece que debemos buscarlo.
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