viernes, 10 de abril de 2020

CARTA EXCLAUSTRADA VIGESIMOSEXTA o DE LOS TÓNICOS DE LA VOLUNTAD


CARTA EXCLAUSTRADA VIGESIMOSEXTA
o DE LOS TÓNICOS DE LA VOLUNTAD


Viernes, 10 de Abril.

Ayer se conoció la noticia de que un grupo de investigadores vascos había creado un nuevo procedimiento de detección de la infección por conoravirus. Esta sistema de desarrollo de los test que son tan necesarios hoy en día, podría permitir por lo que parece autoabastecer las necesidades con una calidad, fiabilidad, rapidez y precio mejores que los actualmente empleados. Según nos informan los investigadores es está en condiciones de empezar a producir de inmediato y de compartir el conocimiento y experiencia allí donde puede ser útil. En otros lugares tal vez se den noticias similares, no lo sé.

El diario DEIA publica una entrevista con el coordinador de este grupo de investigadores. Esta entrevista me parece maravillosa y quiero comentarla dado que creo que hay en ella muy importantes lecciones generales que extraer.

1. Este coordinador, Ugo Mayor, es un investigador Ikerbasque, es decir, investiga en el marco de un programa público de retención, recuperación y atracción de talento científico, tras una carrera científica en importantes centros de investigación del extranjero. Este programa ha demostrado en varias ocasiones no sólo aportar cosas muy importantes al país (conocimiento, experiencia, saber hacer, contactos, conexiones, talento…) sino incluso ser económicamente rentable. Este podría ser otro ejemplo. El conocimiento y el talento es necesario y bueno por muchas razones, pero además puede resultar en ocasiones rentable para un país.

2. La mayor parte de estos investigadores (empezaron 5 y ahora son 55) se dedicaban a otras cosas. La mayor parte de ellos no son especialistas en microbiología ni habían trabajado en la vida en virus, y aún así resulta que han sabido adaptar sus conocimientos para responder con algo útil en un momento de necesidad. Muchos estaban en ciencia básica. Las fronteras en ciencias son necesarias para la especialización, pero saltarse fronteras y colaborar entre diferentes y enriquecer unos campos con lo que traes de otros, con frecuencia es fructífero.

3. Estos investigadores se han organizado entre ellos. No han esperado a una orden, una instrucción, un programa, sino que se han adelantado. Muchos de ellos podrían estar ahora parados en casa, dado que su investigación ordinaria no es “esencial” y sus laboratorios o centros están cerrados. Podrían estar en casa repasando informes de otras cosas o rehaciendo su currículum o terminando algún artículo que tuvieran por ahí a medio escribir. Pero han conseguido entre ellos ponerse en marcha. En una iniciativa que es de abajo arriba o, como alguno de ellos ha definido, de auzolan (palabra vasca que refería a cierto tipo de trabajo comunitario más o menos ocasional en el mundo tradicional agrario y que, por extensión, se aplica ahora al trabajo voluntario, cooperativo, colaborativo, autónomo, vecinal...)

4. La respuesta institucional ha sido buena. Han recibido el apoyo y los permisos y los medios de sus centros, universidades o fundaciones. Han conseguido el apoyo de la consejería de sanidad y de los centros sanitarios. Han conseguido saltar obstáculos burocráticos, tal vez necesarios en circunstancias ordinarias, pero imposibles ahora. Las instituciones les han respondido. A veces las instituciones pueden flexibilizar sus lógicas si la ocasión lo merece.

5. Los test parece que son más fiables y más rápidos que lo que se emplean a día de hoy. La producción puede ser inmediata. Y dado que la maquinaria, la infraestructura, el conocimiento y el personal existen gracias a la inversión pública en I+D del país durante las últimas décadas, el coste podría ser mucha más bajo. Invertir en I+D no es un gasto, no es lujo caro: es una inversión que nos permite no depender de otros y tener recursos propios para salir mejor de los problemas.

6. Este nuevo test, por supuesto, no se lo ha “inventado” este grupo desde la nada, desde cero, en 10 días. Sino que está basado en el conocimiento científico acumulado por generaciones y, muy en concreto, por la información desarrollada y compartida durante las últimas semanas e incluso días por investigadores, técnicos, instituciones académicas y personal sanitario de todo el mundo. En la mayor parte de los casos gratuitamente. Es decir, habría sido imposible avanzar sin caminar sobre hombros de otros. Habría sido imposible si no hubiera habido colaboración desinteresada internacional, normalmente de instituciones públicas. La colaboración y la cooperación entre científicos de todo el mundo se da y funciona. No todo es competencia y rivalidad.

7. Se nos informa de que en 10 días se han coordinado científicos -y consecuentemente gestores- de diversos centros del país tales como la UPV-EHU, el programa Ikerbasque, el Centro Achucarro de Neurociencias, la Fundación Biofísica Bizkaia, BioCruces, BioAraba… Sumando se multiplica.

Estas 7 lecciones sirven para la ciencia y para la lucha contra el coronavirus, pero bien pensado, seguramente sirven para muchas más facetas de nuestra vida personal y colectiva. ¿Intentamos reflexionar sobre la utilidad de alguna de ellas en nuestra vida o en nuestra forma de ver la cosas?

Hace algún tiempo leí Los tónicos de la voluntad, de Santiago Ramón y Cajal. Vale, claro que es un libro que se ha hecho muy viejo en muchos sentidos. La forma en que se refiere a las mujeres, por ejemplo, es absolutamente inaceptable hoy. Pero sigue tendiendo otras muchas cosas muy interesantes, extraordinariamente sugerentes e incluso, yo diría, actuales. Recuerdo por ejemplo su optimismo crítico, que era su “idea de que la ciencia está en perpetuo devenir, que progresa y crece incesantemente, sin llegar jamás a la plena madurez, y que todos podemos aportar, si nos lo proponemos de veras, un grano de arena al imponente monumento del progreso”.

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