CARTA
EXCLAUSTRADA VIGÉSIMONONA
o
SOBRE IR AL TEATRO EN VERANO PARA APRENDER LO QUE EN INVIERNO NO
SUPIMOS
Lunes,
13 de Abril.
Quiero
invitarte al teatro.
Bien,
estos días no podemos, claro está. No hay funciones. Pero para
cuando se pueda. Las compañías, los teatros y los actores
necesitarán entonces de nuestro apoyo. Habrá que pasar por taquilla
y yo tengo una propuesta fantástica que hacerte.
Consulto
las carteleras suspendidas y la obra a la que quiero invitarte estaba
programada para estos día en Madrid. Luego se montaba en Valencia,
Pontevedra y quiero imaginar que en distintos festivales de verano.
Yo la vi el año pasado en el festival de teatro de Santurtzi y fue
uno de los acontecimientos teatrales más profundos e impactantes que
he presenciado nunca.
Nadie
puede saber cuándo volverán a abrirse los teatros. Parece muy
improbable que podamos ir antes de Junio o Julio. Pero en cuanto se
pueda, mira la cartelera y, si tienes ocasión, hazte un favor y no
te lo pierdas esta obra: Copenhague.
La
obra fue escrita en inglés por el escritor y dramaturgo Michael
Frayn. Cuenta el encuentro que se dio en 1941, en Copenhague, entre
dos de los más grandes científicos del siglo: Bohr y Heisenberg.
La
obra teatral es de una belleza sobrecogedora, pero al mismo tiempo de
una profundidad filosófica, histórica y ética inabarcable.
Bohr
era el maestro, danés y medio judío, por parte madre. Para 1922
tenía ya el Premio Nobel de Física. Heisenberg, había sido a
mediados de los años 20 su discípulo más aventajado, el
preferido, el más brillante. Era alemán y en 1941 trabaja para los
nazis.
¿A
qué fue Heisenberg a Copenhague en 1941?, ¿para qué quiso visitar
a su maestro de familia judia bien conocida, en un país sometido y
humillado, en vísperas de que las persecuciones llegaran? En torno
a esta pregunta, reiterada, vuelta a formular, vista desde uno y otro
punto de vista, una y otra vez, se desarrolla la obra. ¿Para qué
fue a Copenhague?
Durante
sus años de trabajo juntos en los años 20, Heisenberg y Bohr habían
desarrollado buena parte de la más brillante contribución a la
física cuántica y atómica. Heisenberg estaba ya en 1941 trabajando
en el programa nuclear nazi, cuyo fin era construir la bomba atómica.
¿A qué fue Heisenberg a Copenhague?
Heisenberg
preguntó directamente a su maestro, al pope, al padre espiritual de
toda aquella generación de genios, si era moralmente lícito para un
físico trabajar en las aplicaciones práctica de la teoría nuclear.
A partir de aquí las infinitas derivadas e hipótesis hacen
explosión como en una bomba. ¿A qué fue Heisenberg a Copenhague?
¿Buscaba
Heisenberg la bendición de su maestro?, ¿buscaba que le diera luz
sobre cómo actuar?. ¿Quería Heisenberg advertir a los aliados, por
medio de Bohr que estaba en contacto con los británicos, de lo que
los nazis se traían entre manos?, ¿quería Heisenberg de alguna
forma que Bohr liderara un rechazo de todos los físicos a trabajar
en semejante proyecto?. ¿Necesitaba Heisenberg que su maestro le
ayudara a resolver algunos problemas técnicos que solo no podía
resolver?
No
lo supo Bohr. No lo supo el propio Heisenberg. No lo sabremos nunca
nosotros. De esto trata la obra: de los límites del conocimiento. De
los límites del conocimiento científico, de los límites del
conocimientos histórico, de los límites de las certidumbres
morales.
Los
personajes y su papel en la historia cambian a tus ojos: ¿fue
Heisenberg el físico protegido nazi que quiso hacer la bomba o, todo
lo contrario, fue el héroe que aceptó el papel que el diablo le dio
en esta historia para evitar, a base de informaciones confusas,
contradictorias, imprecisas, que los alemanes avanzaran en el
proyecto y que finalmente consiguió que Speer y Hitler terminaran
por desecharlo por imposible?, ¿es más, tuvo Heisenberg algo que
ver en la información que recibió a tiempo Bohr y que le permitió
salvar su vida de medio judio y huir al Reino Unido y de ahí a los
Estados Unidos?, ¿cuál fue su responsabilidad moral ante los suyos,
de nuevos derrotados como derrotados los había visto de niño, al
retrasar el proyecto nazi mientras los aliados terminaron por tener
su bomba?, ¿fue un villano, un héroe, un traidor, un físico
brillante superado por la circunstancias, un genio sobre la cuerda
floja sin caerse… todo al la vez? El papel de Bohr también va
cambiando: si uno de los dos amigos terminó efectivamente apoyando
el desarrollo real de una bomba atómica fue él, que acabó
trabajando en Los Álamos.
¿Hasta
dónde podemos saber porqué hacemos las cosas, qué buscamos, qué
queremos, de qué huimos y si huyendo nos acercamos más a lo que
queremos evitar?, ¿lo llegó a saber el propio Heisenberg?. El padre
del principio de incertidumbre viendo su teoría aplicada a su vida.
Heisenberg
estuvo equivocado en unos cálculos que no comprobó sobre una
materia en que era mejor matemático que nadie, en algo que podía
haber sabido mejor que nadie, unos cálculos que fueron decisivos
para el fracaso del proyecto nazi. ¿Porqué no los comprobó? En Los
Álamos los comprobaron y supieron que el desafío era técnicamente
posible. Heisenberg asumió que no sin comprobarlos. ¿Fue un
despiste o hubo algo muy dentro que se lo impidió?
Esta
obra habla de la amistad y la traición; de la relación entre
maestro y discípulo; de la rivalidad y la lealtad; de la ética de
guerra y de la ética de la paz; de la moral tras Hiroshima; del
papel de la ciencia en la sociedad; de lo que conocemos de la
historia y lo que no podemos conocer por mucho que lo intentemos; de
lo que ignoramos sobre nuestros propios actos y nuestras
motivaciones; de nuestra responsabilidad individual en momentos
clave; sobre la libertad que nos queda en los momentos más extremos,
al menos, de no hacer.
En
este momento en que todos creemos saberlo todo sobre la pandemia y
sobre las decisiones que hay que tomar. En este momento en que nos
arrogamos el papel de inquisidores y jueces supremos sobre las
responsabilidades morales de los demás, esta obra se convierte en
una lectura sencillamente imprescindible.
Al
parecer Bohr solía empezar sus semanarios con esta frase: “Toda
frase que yo emita habrá de ser considerada por ustedes no como una
aseveración, sino como una pregunta.” ¡Dios
mío, Niels Bohr diciendo esto
sobre la materia de su especialidad, en la que era indiscutible
experto mundial, y en
comparación nosotros
creyendo que sabemos sobre la pandemia y sus políticas, sobre cómo
van a cambiar la sociedad, la ética, las relaciones internacionales
y la economía mundial, y lanzando condenas políticas y morales a
diestro y siniestro por tuiter! ¿Te das cuenta de lo ridículos e
ignorantes que podemos llegar a ser?
Unas
cartas atrás dije que había una frase del presocrático
Acmeón de Crotona que quería poner
en la cabecera de estas cartas. Esta otra frase de Bohr bien puede
acompañarla: “Toda frase que
yo emita habrá de ser considerada por ustedes no como una
aseveración, sino como una pregunta”.
Sólo
conozco una obra teatral comparable en dimensión
científico-filosófica: Galileo de Bertolt Brecht. Pero como
parece que nos quedan muchos días confinados y esta carta se alarga
ya, mejor no mezclo temas y, si acaso, dejo el Galileo de
Brecht para otro día.
La
obra Copenhague se representa en España estos meses de la
mano de tres actores que están a la altura del texto, lo que como
ves es mucho decir: Malena Gutiérrez hace de Margrettee, la esposa
de Bohr, que juega un papel central en la obra, de contrapunto, de
realismo, de choque, de confrontación, de distribución de tiempos y
cambio de ritmos; Carlos Hipólito hace de Heisenberg; y Emilio
Gutiérrez Caba hace de Bohr. Una experiencia que no deberías
perderte. Ahora que estamos todos haciendo listas de lo que queremos
hacer cuando podamos salir de esta, añade, por favor: ir a ver
Copenhague.
Y
si tienes curiosidad por saber hasta qué punto todo lo que se cuenta
en esta obra es más o menos histórico, te recomiendo una obra
complementaria interesantísima: Al servicio del Reich. La física
en los tiempos de Hitler, de Philip Ball, del que te podría
recomendar cualquier cosa que firme, porque tiene una gran habilidad
para elegir temas interesantes y sacarles mucho jugo. Yo había leído
ya este ensayo antes de ver la obra que os comento, pero ahora repaso
el capítulo dedicado al encuentro de 1941 en Copenhague y descubro
que Ball, como Frayn, se apunta a darnos los datos, las confesiones,
los puntos de vista, los documentos, las citas, las evidencias…
para concluir con prudencia que el puzzle completo, definitivo,
absoluto, no lo tiene nadie. En el momento en que crees tenerlo, se
te escapa. En el momento en que lo defines, lo alteras. De nuevo la
incertidumbre.
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