lunes, 13 de abril de 2020

CARTA EXCLAUSTRADA VIGÉSIMONONA o SOBRE IR AL TEATRO EN VERANO PARA APRENDER LO QUE EN INVIERNO NO SUPIMOS




CARTA EXCLAUSTRADA VIGÉSIMONONA
o SOBRE IR AL TEATRO EN VERANO PARA APRENDER LO QUE EN INVIERNO NO SUPIMOS




Lunes, 13 de Abril.



Quiero invitarte al teatro.



Bien, estos días no podemos, claro está. No hay funciones. Pero para cuando se pueda. Las compañías, los teatros y los actores necesitarán entonces de nuestro apoyo. Habrá que pasar por taquilla y yo tengo una propuesta fantástica que hacerte.



Consulto las carteleras suspendidas y la obra a la que quiero invitarte estaba programada para estos día en Madrid. Luego se montaba en Valencia, Pontevedra y quiero imaginar que en distintos festivales de verano. Yo la vi el año pasado en el festival de teatro de Santurtzi y fue uno de los acontecimientos teatrales más profundos e impactantes que he presenciado nunca.



Nadie puede saber cuándo volverán a abrirse los teatros. Parece muy improbable que podamos ir antes de Junio o Julio. Pero en cuanto se pueda, mira la cartelera y, si tienes ocasión, hazte un favor y no te lo pierdas esta obra: Copenhague.



La obra fue escrita en inglés por el escritor y dramaturgo Michael Frayn. Cuenta el encuentro que se dio en 1941, en Copenhague, entre dos de los más grandes científicos del siglo: Bohr y Heisenberg.



La obra teatral es de una belleza sobrecogedora, pero al mismo tiempo de una profundidad filosófica, histórica y ética inabarcable.



Bohr era el maestro, danés y medio judío, por parte madre. Para 1922 tenía ya el Premio Nobel de Física. Heisenberg, había sido a mediados de los años 20 su discípulo más aventajado, el preferido, el más brillante. Era alemán y en 1941 trabaja para los nazis.



¿A qué fue Heisenberg a Copenhague en 1941?, ¿para qué quiso visitar a su maestro de familia judia bien conocida, en un país sometido y humillado, en vísperas de que las persecuciones llegaran? En torno a esta pregunta, reiterada, vuelta a formular, vista desde uno y otro punto de vista, una y otra vez, se desarrolla la obra. ¿Para qué fue a Copenhague?



Durante sus años de trabajo juntos en los años 20, Heisenberg y Bohr habían desarrollado buena parte de la más brillante contribución a la física cuántica y atómica. Heisenberg estaba ya en 1941 trabajando en el programa nuclear nazi, cuyo fin era construir la bomba atómica. ¿A qué fue Heisenberg a Copenhague?



Heisenberg preguntó directamente a su maestro, al pope, al padre espiritual de toda aquella generación de genios, si era moralmente lícito para un físico trabajar en las aplicaciones práctica de la teoría nuclear. A partir de aquí las infinitas derivadas e hipótesis hacen explosión como en una bomba. ¿A qué fue Heisenberg a Copenhague?



¿Buscaba Heisenberg la bendición de su maestro?, ¿buscaba que le diera luz sobre cómo actuar?. ¿Quería Heisenberg advertir a los aliados, por medio de Bohr que estaba en contacto con los británicos, de lo que los nazis se traían entre manos?, ¿quería Heisenberg de alguna forma que Bohr liderara un rechazo de todos los físicos a trabajar en semejante proyecto?. ¿Necesitaba Heisenberg que su maestro le ayudara a resolver algunos problemas técnicos que solo no podía resolver?



No lo supo Bohr. No lo supo el propio Heisenberg. No lo sabremos nunca nosotros. De esto trata la obra: de los límites del conocimiento. De los límites del conocimiento científico, de los límites del conocimientos histórico, de los límites de las certidumbres morales.



Los personajes y su papel en la historia cambian a tus ojos: ¿fue Heisenberg el físico protegido nazi que quiso hacer la bomba o, todo lo contrario, fue el héroe que aceptó el papel que el diablo le dio en esta historia para evitar, a base de informaciones confusas, contradictorias, imprecisas, que los alemanes avanzaran en el proyecto y que finalmente consiguió que Speer y Hitler terminaran por desecharlo por imposible?, ¿es más, tuvo Heisenberg algo que ver en la información que recibió a tiempo Bohr y que le permitió salvar su vida de medio judio y huir al Reino Unido y de ahí a los Estados Unidos?, ¿cuál fue su responsabilidad moral ante los suyos, de nuevos derrotados como derrotados los había visto de niño, al retrasar el proyecto nazi mientras los aliados terminaron por tener su bomba?, ¿fue un villano, un héroe, un traidor, un físico brillante superado por la circunstancias, un genio sobre la cuerda floja sin caerse… todo al la vez? El papel de Bohr también va cambiando: si uno de los dos amigos terminó efectivamente apoyando el desarrollo real de una bomba atómica fue él, que acabó trabajando en Los Álamos.



¿Hasta dónde podemos saber porqué hacemos las cosas, qué buscamos, qué queremos, de qué huimos y si huyendo nos acercamos más a lo que queremos evitar?, ¿lo llegó a saber el propio Heisenberg?. El padre del principio de incertidumbre viendo su teoría aplicada a su vida.



Heisenberg estuvo equivocado en unos cálculos que no comprobó sobre una materia en que era mejor matemático que nadie, en algo que podía haber sabido mejor que nadie, unos cálculos que fueron decisivos para el fracaso del proyecto nazi. ¿Porqué no los comprobó? En Los Álamos los comprobaron y supieron que el desafío era técnicamente posible. Heisenberg asumió que no sin comprobarlos. ¿Fue un despiste o hubo algo muy dentro que se lo impidió?



Esta obra habla de la amistad y la traición; de la relación entre maestro y discípulo; de la rivalidad y la lealtad; de la ética de guerra y de la ética de la paz; de la moral tras Hiroshima; del papel de la ciencia en la sociedad; de lo que conocemos de la historia y lo que no podemos conocer por mucho que lo intentemos; de lo que ignoramos sobre nuestros propios actos y nuestras motivaciones; de nuestra responsabilidad individual en momentos clave; sobre la libertad que nos queda en los momentos más extremos, al menos, de no hacer.



En este momento en que todos creemos saberlo todo sobre la pandemia y sobre las decisiones que hay que tomar. En este momento en que nos arrogamos el papel de inquisidores y jueces supremos sobre las responsabilidades morales de los demás, esta obra se convierte en una lectura sencillamente imprescindible.



Al parecer Bohr solía empezar sus semanarios con esta frase: “Toda frase que yo emita habrá de ser considerada por ustedes no como una aseveración, sino como una pregunta.” ¡Dios mío, Niels Bohr diciendo esto sobre la materia de su especialidad, en la que era indiscutible experto mundial, y en comparación nosotros creyendo que sabemos sobre la pandemia y sus políticas, sobre cómo van a cambiar la sociedad, la ética, las relaciones internacionales y la economía mundial, y lanzando condenas políticas y morales a diestro y siniestro por tuiter! ¿Te das cuenta de lo ridículos e ignorantes que podemos llegar a ser?



Unas cartas atrás dije que había una frase del presocrático Acmeón de Crotona que quería poner en la cabecera de estas cartas. Esta otra frase de Bohr bien puede acompañarla: “Toda frase que yo emita habrá de ser considerada por ustedes no como una aseveración, sino como una pregunta”.



Sólo conozco una obra teatral comparable en dimensión científico-filosófica: Galileo de Bertolt Brecht. Pero como parece que nos quedan muchos días confinados y esta carta se alarga ya, mejor no mezclo temas y, si acaso, dejo el Galileo de Brecht para otro día.



La obra Copenhague se representa en España estos meses de la mano de tres actores que están a la altura del texto, lo que como ves es mucho decir: Malena Gutiérrez hace de Margrettee, la esposa de Bohr, que juega un papel central en la obra, de contrapunto, de realismo, de choque, de confrontación, de distribución de tiempos y cambio de ritmos; Carlos Hipólito hace de Heisenberg; y Emilio Gutiérrez Caba hace de Bohr. Una experiencia que no deberías perderte. Ahora que estamos todos haciendo listas de lo que queremos hacer cuando podamos salir de esta, añade, por favor: ir a ver Copenhague.



Y si tienes curiosidad por saber hasta qué punto todo lo que se cuenta en esta obra es más o menos histórico, te recomiendo una obra complementaria interesantísima: Al servicio del Reich. La física en los tiempos de Hitler, de Philip Ball, del que te podría recomendar cualquier cosa que firme, porque tiene una gran habilidad para elegir temas interesantes y sacarles mucho jugo. Yo había leído ya este ensayo antes de ver la obra que os comento, pero ahora repaso el capítulo dedicado al encuentro de 1941 en Copenhague y descubro que Ball, como Frayn, se apunta a darnos los datos, las confesiones, los puntos de vista, los documentos, las citas, las evidencias… para concluir con prudencia que el puzzle completo, definitivo, absoluto, no lo tiene nadie. En el momento en que crees tenerlo, se te escapa. En el momento en que lo defines, lo alteras. De nuevo la incertidumbre.

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