martes, 14 de abril de 2020

CARTA EXCLAUSTRADA TRIGÉSIMA o SOBRE ESCALAS IMPOSIBLES






CARTA EXCLAUSTRADA TRIGÉSIMA o SOBRE ESCALAS IMPOSIBLES



Martes, 14 de Abril.



Hace un par de días alguien comentó, en respuesta a una de mis cartas exclaustradas, que en la radio había oído de un “txistulari que cada día toca una pieza distinta y la hace pública por las redes. Ya ha tocado 27 piezas diferentes”. Me gusta la similitud que el lector propone. Mis cartas son en cierto sentido como piezas tocadas al txistu, o cualquier otro instrumento, que cuelgo por si a alguien le apeteciera escucharlas.




Interpretar música es dar y es arriesgarse. Puede pasar que un día te guste mucho el tema que he elegido y todo día te aburra. Puede pasar que siendo el tema bueno te parezca que ese día está mal interpretado, fuera de tono o en un tiempo que no favorece. O puede resultar también que de vez en cuando me salga alguna nota falsa o desafine rompiendo, con una palabra a destiempo, toda la armonía de un texto.




Por desescalamiento estamos refiriéndonos estos días al modo progresivo en que deberemos realizar el desconfinamiento. A la RAE la palabra desescalamiento no le gusta, por entender que es una traducción demasiado literal del inglés. En todo caso es una palabra que se emplea frecuentemente. Por ejemplo, cuando queremos enfriar un enfrentamiento entre dos países, hablamos de una desescalada de la tensión.




Sea como fuere, todo parece indicar que deberemos ir abandonando el confinamiento severo actual poco a poco, progresivamente, por etapas, fases, tiempos, segmentos o grupos. Es decir, ensayaremos una bajada por escalones. No buscamos exactamente una desescalada del confinamiento, sino un desescalonamiento. ¿Puede provenir de esta similitud fonética entre las dos palabras -escalar/escalonar- la confusión? No lo sé.




La desescalada será progresiva y muy cautelosa”, dice el presidente Sánchez. Yo me atrevo a añadir de mi cosecha algo más: además de progresiva y cautelosa, va a ser jodidamente difícil. Al menos por dos razones: una técnica y otra social.




La técnica es que el exclaustramiento por fases y por grupos implica acertar a considerar una infinidad de variables imposible de computar adecuadamente con la información disponible a día de hoy. No sabemos con exactitud cómo se comporta el virus, no sabemos con exactitud cómo se desarrollarán los escenarios y aún así es necesario tomar decisiones equilibradas: ¿cómo decidir en ese contexto cuándo y cómo hacer las cosas? Sólo permitiéndonos un cierto margen de error.




Cuando en casa se nos cae un vaso al recoger la mesa o rompemos un plato al sacarlo del friegaplatos, solemos repetir una frase que es como un salvoconducto: “sólo se equivoca el que hace”. Desde luego yo no voy a cometer ningún error en relación a la determinación del fin del confinamiento. Tampoco los parlamentarios de la oposición lo harán. Ni los comentaristas ni los tuiteros. Quienes sin duda van a cometer errores son los responsables institucionales. La cuestión es que cometan pocos y menores, que acierten con la dirección general de la propuesta y que sean capaces de corregir a tiempo según tengamos información que lo aconseje.




Pero ni siquiera esto es tan fácil. ¿Cómo saber cuándo te equivocas y cuándo aciertas? Tal vez un dato malo a corto plazo no lo sea a largo o al revés.




La segunda razón por la que afirmo que va a ser jodidamente difícil es que cada una de estas decisiones supone una preferencia o un trato desigual. Me explico. Hay muy buenas razones para que se considere ya cierto relajo a la hora de permitir algún tipo de paseo con los niños. Hay igualmente buenas razones para considerar la posibilidad de permitir ciertas actividades deportivas individuales como correr, la bicicleta o nadar en el mar, por ejemplo. Puedes tú mismo sumar algunos otros ejemplos. Seguramente la mayor parte de estas propuestas serán muy razonables tomadas cada una de ellas por separado. Lo que es improbable es que todo se pueda hacer al mismo tiempo. Si tenemos un niño hiperactivo en casa nos parecerá obvio que es mucho más esencial su desfogue que el del runner cincuentón. Pero si eres runner cincuentón, probablemente veas más racional que te dejen salir a correr, puesto que el riesgo colectivo que se añade con esta medida es mucho menor que el que se añade dejando salir a los niños.




Y es que, ¿cómo vamos a ponernos de acuerdo en la respuesta cuando ni siquiera nos pondremos de acuerdo con la pregunta que hay que responder?. ¿La pregunta será qué es más importante, o qué es más necesario, o qué es más urgente, o qué es más prudente, o qué es menos arriesgado, o qué es más manejable, o qué es más seguro, o...? A lo mejor cada pregunta tiene una respuesta diferente y confundirlas será ofender a miles de personas.




Hay quien alaba las medida tomadas por otros países que suponen un control de las salidas por medio de los teléfonos. Suena muy racional, desde luego. Pero otros lo verán como un riesgo a sus derechos y libertades. No falta quien defienda ambas cosas simultáneamente (¿se acuerdan de Erasmo y la ejecución, contra todo lo justo y lo injusto, de Papirio?).




A uno la apertura de librerías le puede parecer prioritario. A otro le puede parecer más importante la apertura de peluquerías. ¿Qué es más importantes?, ¿qué es más urgente?, ¿qué actividad es más compatible con las distancias o las medidas de seguridad? Hay buenas razones para apostar tanto por una opción como por la otra. Pero tal vez haya que ir escalonando sectores. Es probable que un concesionario de coches pueda abrir antes que un teatro o un cine. No se trata de que sea más o menos justo sino más o menos prudente. Y no me acuses de estar a suelto de la patronal de los coches y en contra de la cultura. Es simplemente que me parece más manejable lo uno que lo otro. Pero por supuesto, me puedo equivocar. No tengo idea de muchas de las variables que habría que considerar en semejante elección.




El permiso de celebrar sepelios nos parecerá prioritario, pero quizá otros consideren que el riesgo es superior al de celebrar compraventas notariales. No digo que sea más importante, pero sí quizá parece menos arriesgado. Habrá quien entienda que la visita a los familiares en los hospitales o en las residencia de ancianos es prioritario, sin duda lo es, pero habrá quien entienda que sus riesgos pueden ser muy elevados, por muchas medidas que se tomen, y tal vez haya que dejarlo para más adelante. Quién sabe. A lo mejor podremos estar autorizados a hacer estupideces de lo más variadas antes que a visitar a un familiar en una residencia. Yo no lo sé, pero anticipo que será una gran oportunidad para que los constructores de frases redondas nos digan que la mejor definición de capitalismo es que te dejen comprar un descapotable o un yate pero no te permitan visitar a tu abuela enferma grave. Puede ser una frase de lo más resultona.




Habrá quien entienda que las decisiones deben ser iguales en todo el Estado por afectar a su concepción uniforme del principio de igualdad, pero habrá quien entienda que dependerá de las especificidades de cada territorio: quizá no sea lo mismo en una gran ciudad que en un pueblo pequeño. O en la Comunidad Autónoma A que en la B. No lo sé. Sólo especulo.




Lo que sí anticipo es que habrá que tomar decisiones de desescalonamiento que inevitablemente, que necesariamente, van a ser percibidas por unos u otros como atentatorias a sus intereses, necesidades, identidades o sensibilidades.




Si hasta el día de hoy, en que las decisiones han sido por su naturaleza bastante generales, hemos visto en las redes manifestaciones de altisonante indignación personal por agravios reales o imaginados, creo que nos toca ver mucho más a partir de ahora: “a qué desalmado se le ocurre que esto es más importante que aquello otro?, ¿qué oscuros interese defiende?, ¿está al servicio de este grupo de interés o a sueldo de ese sector o sometido a la presión de aquel grupo?”.




No veo forma de evitar esa reacción.




Solo se me ocurre ir adelantando, para cuando llegue el momento, que desigual no es lo mismo que discriminatorio, que medida diferenciada no es lo mismo que medida discriminatoria, que, como dice la vieja máxima, discrecionalidad no es arbitrariedad, y que igualdad no es uniformidad. Aquí hay una clave. Si fuera necesario, la desarrollaría otro día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario