CARTA
EXCLAUSTRADA TRIGÉSIMA o SOBRE ESCALAS IMPOSIBLES
Martes, 14 de Abril.
Hace
un par de días alguien comentó, en respuesta a una de mis cartas
exclaustradas, que en la radio había oído de un “txistulari que
cada día toca una pieza distinta y la hace pública por las redes.
Ya ha tocado 27 piezas diferentes”. Me gusta la similitud que el
lector propone. Mis cartas son en cierto sentido como piezas tocadas
al txistu, o cualquier otro instrumento, que cuelgo por si a alguien
le apeteciera escucharlas.
Interpretar
música es dar y es arriesgarse. Puede pasar que un día te guste
mucho el tema que he elegido y todo día te aburra. Puede pasar que
siendo el tema bueno te parezca que ese día está mal interpretado,
fuera de tono o en un tiempo que no favorece. O puede resultar
también que de vez en cuando me salga alguna nota falsa o desafine
rompiendo, con una palabra a destiempo, toda la armonía de un texto.
Por
desescalamiento estamos refiriéndonos estos días al modo progresivo
en que deberemos realizar el desconfinamiento. A la RAE la palabra
desescalamiento no le gusta, por entender que es una traducción
demasiado literal del inglés. En todo caso es una palabra que se
emplea frecuentemente. Por ejemplo, cuando queremos enfriar un
enfrentamiento entre dos países, hablamos de una desescalada de la
tensión.
Sea
como fuere, todo parece indicar que deberemos ir abandonando el
confinamiento severo actual poco a poco, progresivamente, por etapas,
fases, tiempos, segmentos o grupos. Es decir, ensayaremos una bajada
por escalones. No buscamos exactamente una desescalada del
confinamiento, sino un desescalonamiento. ¿Puede provenir de esta
similitud fonética entre las dos palabras -escalar/escalonar- la
confusión? No lo sé.
“La
desescalada será
progresiva y muy cautelosa”, dice
el presidente Sánchez. Yo me atrevo a añadir de mi cosecha algo
más: además de progresiva y cautelosa, va a ser jodidamente
difícil. Al menos por dos razones: una técnica y otra social.
La
técnica es que el exclaustramiento por fases y por grupos implica
acertar a considerar una infinidad de variables imposible de computar
adecuadamente con la información disponible a día de hoy. No
sabemos con exactitud cómo se comporta el virus, no sabemos con
exactitud cómo se desarrollarán los escenarios y aún así es
necesario tomar decisiones equilibradas: ¿cómo decidir en ese
contexto cuándo y cómo hacer las cosas? Sólo permitiéndonos un
cierto margen de error.
Cuando
en casa se nos cae un vaso al recoger la mesa o rompemos un plato al
sacarlo del friegaplatos, solemos repetir una frase que es como un
salvoconducto: “sólo se equivoca el que hace”. Desde luego yo no
voy a cometer ningún error en relación a la determinación del fin
del confinamiento. Tampoco los parlamentarios de la oposición lo
harán. Ni los comentaristas ni los tuiteros. Quienes sin duda van a
cometer errores son los responsables institucionales. La cuestión es
que cometan pocos y menores, que acierten con la dirección general
de la propuesta y que sean capaces de corregir a tiempo según
tengamos información que lo aconseje.
Pero
ni siquiera esto es tan fácil. ¿Cómo saber cuándo te equivocas y
cuándo aciertas? Tal vez un dato malo a corto plazo no lo sea a
largo o al revés.
La
segunda razón por la que afirmo que va a ser jodidamente difícil es
que cada una de estas decisiones supone una preferencia o un trato
desigual. Me explico. Hay muy buenas razones para que se considere ya
cierto relajo a la hora de permitir algún tipo de paseo con los
niños. Hay igualmente buenas razones para considerar la posibilidad
de permitir ciertas actividades deportivas individuales como correr,
la bicicleta o nadar en el mar, por ejemplo. Puedes tú mismo sumar
algunos otros ejemplos. Seguramente la mayor parte de estas
propuestas serán muy razonables tomadas cada una de ellas por
separado. Lo que es improbable es que todo se pueda hacer al mismo
tiempo. Si tenemos un niño hiperactivo en casa nos parecerá obvio
que es mucho más esencial su desfogue que el del runner
cincuentón. Pero si eres runner cincuentón, probablemente
veas más racional que te dejen salir a correr, puesto que el riesgo
colectivo que se añade con esta medida es mucho menor que el que se
añade dejando salir a los niños.
Y
es que, ¿cómo vamos a ponernos de acuerdo en la respuesta cuando ni
siquiera nos pondremos de acuerdo con la pregunta que hay que
responder?. ¿La pregunta será qué es más importante, o qué es
más necesario, o qué es más urgente, o qué es más prudente, o
qué es menos arriesgado, o qué es más manejable, o qué es más
seguro, o...? A lo mejor cada pregunta tiene una respuesta diferente
y confundirlas será ofender a miles de personas.
Hay
quien alaba las medida tomadas por otros países que suponen un
control de las salidas por medio de los teléfonos. Suena muy
racional, desde luego. Pero otros lo verán como un riesgo a sus
derechos y libertades. No falta quien defienda ambas cosas
simultáneamente (¿se acuerdan de Erasmo y la ejecución, contra
todo lo justo y lo injusto, de Papirio?).
A
uno la apertura de librerías le puede parecer prioritario. A otro le
puede parecer más importante la apertura de peluquerías. ¿Qué es
más importantes?, ¿qué es más urgente?, ¿qué actividad es más
compatible con las distancias o las medidas de seguridad? Hay buenas
razones para apostar tanto por una opción como por la otra. Pero tal
vez haya que ir escalonando sectores. Es probable que un
concesionario de coches pueda abrir antes que un teatro o un cine. No
se trata de que sea más o menos justo sino más o menos prudente. Y
no me acuses de estar a suelto de la patronal de los coches y en
contra de la cultura. Es simplemente que me parece más manejable lo
uno que lo otro. Pero por supuesto, me puedo equivocar. No tengo idea
de muchas de las variables que habría que considerar en semejante
elección.
El
permiso de celebrar sepelios nos parecerá prioritario, pero quizá
otros consideren que el riesgo es superior al de celebrar
compraventas notariales. No digo que sea más importante, pero sí
quizá parece menos arriesgado. Habrá quien entienda que la visita a
los familiares en los hospitales o en las residencia de ancianos es
prioritario, sin duda lo es, pero habrá quien entienda que sus
riesgos pueden ser muy elevados, por muchas medidas que se tomen, y
tal vez haya que dejarlo para más adelante. Quién sabe. A lo mejor
podremos estar autorizados a hacer estupideces de lo más variadas
antes que a visitar a un familiar en una residencia. Yo no lo sé,
pero anticipo que será una gran oportunidad para que los
constructores de frases redondas nos digan que la mejor definición
de capitalismo es que te dejen comprar un descapotable o un yate pero
no te permitan visitar a tu abuela enferma grave. Puede ser una frase
de lo más resultona.
Habrá
quien entienda que las decisiones deben ser iguales en todo el Estado
por afectar a su concepción uniforme del principio de igualdad, pero
habrá quien entienda que dependerá de las especificidades de cada
territorio: quizá no sea lo mismo en una gran ciudad que en un
pueblo pequeño. O en la Comunidad Autónoma A que en la B. No lo sé.
Sólo especulo.
Lo
que sí anticipo es que habrá que tomar decisiones de
desescalonamiento que inevitablemente, que necesariamente, van a ser
percibidas por unos u otros como atentatorias a sus intereses,
necesidades, identidades o sensibilidades.
Si
hasta el día de hoy, en que las decisiones han sido por su
naturaleza bastante generales, hemos visto en las redes
manifestaciones de altisonante indignación personal por agravios
reales o imaginados, creo que nos toca ver mucho más a partir de
ahora: “a qué desalmado se le ocurre que esto es más importante
que aquello otro?, ¿qué oscuros interese defiende?, ¿está al
servicio de este grupo de interés o a sueldo de ese sector o
sometido a la presión de aquel grupo?”.
No
veo forma de evitar esa reacción.
Solo
se me ocurre ir adelantando, para cuando llegue el momento, que
desigual no es lo mismo que discriminatorio, que medida diferenciada
no es lo mismo que medida discriminatoria, que, como dice la vieja
máxima, discrecionalidad no es arbitrariedad, y que igualdad no es
uniformidad. Aquí hay una clave. Si fuera necesario, la
desarrollaría otro día.
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