jueves, 9 de abril de 2020

CARTA 25 o DEL MINISTRO Y EL BEDEL


CARTA EXCLAUSTRADA VIGÉSIMO QUINTA

o DEL MINISTRO Y EL BEDEL





Jueves, 9 de Abril.

Estos días tengo la sensación de que la gente, en general, se ha vuelto más amable.



Si quieres contradecirme, podrás encontrar ejemplos de lo contrario: gente que busca broncas, que insulta y que, encerrada en su casa, sólo parece saber manifestarse en forma de groserías y bravuconadas. Las redes sociales están llenas de gente que parece no encontrar mejor forma de expresarse que insultar o despreciar.



Pero, aún así, quiero creer que se da un aumento de la amabilidad entre las personas. Si salgo a la calle a por el pan o el periódico o a hacer las compras semanales (eh! no me critiques, que salgo sólo una vez cada tres o cuatro días) me parece que la gente se ha vuelvo más cívica, más amable, más respetuosa, más sonriente, más paciente. En la cola, con nuestros dos metros de distancia, la gente se sonríe y comparte una par de frases de cortesía que suenan sinceras. Ante la cajera o la panadera o la quiosquera (pongo género porque en mi caso son mujeres) la gente pide las cosas con calma, empezando por un saludo, por una pregunta por la salud, y terminando con un buen deseo, con unas palabras de ánimo, con un comentario que busca ayudar, con unas palabras que quieren trasmitir alegría.



Lo mismo, creo, pasa con el trato que en general se dispensa a las personas encargadas de la limpieza o de aquellos servicios que, en circunstancias ordinarias, tienen una visibilidad o prestigio menor. Aplaudimos a las personas que trabajan en la sanidad, pero también a quienes trabajan en la limpieza o en la distribución de servicios básicos.



A mí esto me lo enseñó mi abuelo. Me acuerdo perfectamente. Él era abogado y trabajaba de funcionario. Una de las enseñanzas que más repetía era: “en el trabajo y en la vida siempre hay que tratar con el mismo respeto al Director General que al encargado de la limpieza, igual al ministro que al bedel… y, por si acaso no queda claro, algo mejor al bedel que al ministro”. No estoy seguro de haber estado siempre a la altura de mi abuelo, pero creo que en general lo intento. Las personas que han trabajado conmigo tendrán que acreditarlo o desmentirlo.



Las normas de educación tradicional pueden en ocasiones parecer una formalidad sin fondo ni interés. Pero yo creo lo contrario. Las normas de la buena educación son la forma cultural que nos damos de reconocer que el otro existe y nos importa y le respetamos. Por supuesto puede degenerar en formas hipócritas con mayor distancia y desdén que respeto, pero más a menudo ayuda a crear y a hacer ver valores verdaderos. No me parece poco.



Estas normas tienen además una gran utilidad social y profesional. Yo recibo algunos emails de alumnos sin encabezamiento, sin saludo, sin despedida, sin un por favor y sin un gracias. No creo que eso les vaya a ayudar en su vida profesional. Si nuestra labor es ayudarles a ser mejores profesionales, este tipo de cuestiones debería entrar en “la materia para examen”, ser parte central del curriculum. Este año llegué a decir en clase, de una forma provocadora, que ser un buen profesional era saber decir hola. Por supuesto me miraron en su mayoría como si estuviera loco.



Podríamos salir de esta crisis mostrando mayor interés y respeto por las personas y por lo que hacen, sea cual sea su dedicación o condición socio-laboral. Podríamos salir recordando que ser amables es hacernos la vida mejor y más agradable unos a otros y que eso además, abre puertas y da oportunidades en la vida.



Temo que mi prestigio intelectual -si lo hubiera- se vea dañado ante semejantes simplezas, así que debería terminar recomendando un libro muy sesudo, muy académico, tan convencional que me protegiera de la sospecha. Pero ya puestos me arriesgaré hasta el final y os recomiendo un libro de un maestro infantil, de un tal Juan de Mairena, cuyas enseñanzas recoge su devoto alter ego Antonio Machado. Si no me equivoco es el libro más inocente y antiacadémicamente sabio y bello del siglo XX español. Y si no lo es, le andará cerca. Veo que lo compré a finales de febrero de 1989 y lo leí a lo largo de marzo, es decir, en el segundo semestre de mi primer curso universitario. Quizá influyó, ahora lo pienso calculando fechas y situando circunstancias, en que como estudiante adoptara cierto descreimiento o distancia hacia la universidad. No sé por tanto si hago bien en recomendarlo.

1 comentario:

  1. Estimado Mikel,

    No dejes que las caras incrédulas de los alumnos te lleve al redil de la insustancia. Que no dejen de mirarte como un loco. La verdadera locura es dejar que esos alumnos se vayan a casa con la apatía con la que muchos entran.

    Que la adoración de nuestro tiempo al "artificial intelligence", no nos nuble la vista.

    Una inteligencia sin Humanidad, no nos servirá de nada. Ojalá recuperemos a Machado y abandonemos a Siri.

    Como dijo una vez Machado:

    “Mientras la ciencia a descubrir no alcance
    las fuentes de la vida,
    y en el mar o en el cielo haya un abismo
    que al cálculo resista;
    mientras la Humanidad, siempre avanzando,
    no sepa a dó camina;
    mientras haya un misterio para el hombre,
    ¡habrá poesía!”

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