CARTA EXCLAUSTRADA PRIMERA O DE LA COMPLEJIDAD
Lunes,
16 de marzo.
Anteayer se decretó el estado de alarma que nos obliga a quedarnos en casa.
Ayer fue domingo, de modo que pudimos permitirnos un primer día de confinamiento que no resultó muy distinto de un festivo un poco extraño. Pero hoy es ya lunes y las cosas tienen que cambiar.
Empiezo con esta carta un proyecto que veremos cómo sale. Quiero escribiros una carta diaria mientras dure el enclaustramiento. Una carta breve que salga de casa liberada, exclaustrada, en que cada día os propondré una reflexión que crea os pueda ayudar a entender y aprovechar el momento que nos ha tocado vivir. Quizá a alguno de vosotros alguna de las ideas, alguna de las cartas, pueda resultarle útil.
Hoy quiero empezar con una idea que puede asustar por su ambición, que puede parecer propia de una reflexión muy teórica o filosófica, pero que creo que, si la explicamos bien, podréis ver que tiene una enorme dimensión concreta, práctica y útil para vosotros: se trata de la complejidad.
Vivimos un momento de complejidad e incertidumbre. Y sólo aquellos de vosotros que sepan moverse en entornos complejos, imprevisibles, que no podemos ni preparara ni manejar con antelación, podrán salir adelante en el futuro. Así que, por lo mucho que os jugáis en el envite, creo que os conviene estar atentos y entender bien qué es eso de vivir en los tiempos de la complejidad y cómo podemos adaptarnos, prepararnos y aprender a convivir con ello. Nos guste la situación que nos ha tocado mucho, poco o nada.
Hace nada, en enero de 2020, hace tan sólo dos meses, es decir, hace una eternidad, el filósofo Daniel Innerarity publicó un libro sobre esto mismo que se titulaba “Una teoría de la democracia compleja. Gobernar en el siglo XXI”. Culmina así Daniel una etapa de reflexión sobre el mundo contemporáneo que a mí me ha ayudado mucho a situarme y a actuar en él. Entre sus muchos libros hay dos que a mí me han marcado: “La transformación de la política” (2002) y “La democracia del conocimiento” (2011) . Prometo no citar a muchos autores o recomendar demasiados libros en estas cartas. Sé que es mejor remitiros a pocas cosas que sean, como es el caso, verdaderamente buenas y útiles. A mí estos libros me han abierto los ojos ante ciertas realidades y así me han permitido hacer más cosas y más ambiciosas y de esa forma, sin exagerar, esos libros me han cambiado la vida a mejor. Y por eso os los recomiendo, porque también quiero que tengáis la mejor vida posible, la más interesante, la más plena, la más rica y la más generosa.
Como Saint-Exupéry en su famosa dedicatoria en El Principito, yo también tengo una excusa para citar a Daniel: es amigo. Y me interesa decirlo no para darme pote ante vosotros de que tengo amigos notables, sino porque en la forma en que lo conocí hay también una historia que os puede servir. Yo había leído su Transformación de la Política que me había, ya lo he dicho, marcado. Cuando tuve la oportunidad de organizar unas jornadas en una ONG no tuve mejor idea que buscar su dirección y, sin más, presentarme e invitarle. Él con enorme generosidad aceptó una invitación, que no conllevaba más pago que una comida a la que ni siquiera podía, por horarios, llegar. Y esta anécdota para mí conlleva una lección que se ha repetido en mi vida: con mucha frecuencia los más grandes son los más generosos. Os animo a aspirar a los mejores. Cada uno en el tema que os interese, sea el cine, la literatura, la ciencia o lo que fuera, aspira a contactar con los grandes, a llegar a ellos. No voy a decir que es fácil o automático, pero si demuestras interés, ganas y trabajo previo, a veces las puertas se abren.
Siendo estudiante de universidad, como vosotros, me metí con un grupo de amigos a formar el grupo de Amnistía Internacional de la Universidad de Deusto. Y sin más recursos que nuestras ganas invité a Eduardo Galeano y a Fernando Savater a visitarnos. Ambos contestaron muy amables. Galeano pasaba por Donostia para participar en el Festival de Cine y su apretada agenda no le permitió acercarse a Bilbao, pero envió una generosa carta ofreciendo otras formas de colaborar y mucho ánimo. Savater vino a Deusto y nos dio una conferencia. No permitió ni que le pagáramos el bocadillo que se compró para hacer el viaje de vuelta, en tren, a Madrid. Luego tuve diferencias políticas muy profundas con su pensamiento y quehacer, pero nunca olvidaré, y de buen nacido es ser agradecido, lo generoso que fue con nosotros en aquella ocasión.
Nunca la política me cegó como para no disfrutar y aprender de sus libros, como para no recocer su inteligencia y su estilo. Miro, desde donde estoy sentado, mi biblioteca y puedo contar sin levantarme 16 de sus libros. La mayor parte de ellos bien leídos. Por favor, no seas nunca tan cenutrio como para permitir que las diferencias ideológicas con un escritor o un pensador te nublen el criterio, te impidan disfrutar y aprender de él. Yo te diría que especialmente debes leer a los buenos autores que están ideológicamente lejos. Leer sólo autores que piensan como tú es pobre y triste. Lee cosas que te hagan pensar, que te reten, aunque solo sea para poder asentar mejor tus propias convicciones. ¡Cuánto he aprendido, por ejemplo, de Vargas Llosa en los tiempos en que sus posiciones políticas me repugnaban!
Algunos están muy orgullosos de despreciar de un plumazo a autores distantes. Yo estoy orgulloso de haber leído a autores distantes. Algunos están orgullosos de no haber cambiado de pensamiento en muchos años y presumen de seguir defendiendo las mismas ideas que hace 20 o 30 años, cuando el mundo era diferente. Otros, y yo me reconozco más de este equipo, nos miramos con curiosidad, casi con extrañeza, y vemos lo mucho que hemos cambiado según hemos vistos cosas, según la realidad que nos rodea ha cambiado y según, también, hemos ido aprendiendo de quienes nos rodeaban, a pesar de que fueran diferentes… o especialmente porque eran diferentes.
Pero vuelvo a Daniel y a la complejidad. Cuando Daniel publicó el libro que os comento, hace dos meses, podíamos leerlo como una reflexión teórica. Pero hoy, aquí encerrado, puedo releer algunos párrafos y sentir que estamos viviendo esa complejidad que nos describe.
Complejidad no es lo mismo que complicación. Daniel emplea la metáfora del ajedrez para ayudarnos a diferencia algo complejo de algo complicado. El ajedrez es muy complicado porque sus jugadas pueden ser infinitas, pero no sería complejo dado que sus piezas son limitadas y conocemos sus movimientos posibles y sus normas. Un ajedrez complejo sería, por ejemplo, aquél en que la mitad del tablero está oculto, no conocemos qué piezas se esconden, nos surgen de pronto sin aviso nuevas piezas con nuevos movimientos que modifican el comportamiento de las existentes y que pueden saltar a otro tablero en el que finalmente se decide la partida con base en otras reglas que vamos entendiendo sobre la marcha, mientras movemos sin saber si quiera si es nuestro turno o cuántos jugadores hay. Eso es complejidad en estado puro y a lo bestia.
Para vivir en la complejidad, dice Innerarity, “tenemos que ampliar nuestros esquemas conceptuales, incluir una mayor contingencia, dinamismo e inseguridad. Se trataría de superar la visión mecanicista y determinista que piensa en regularidades previsibles y efectos causales”. La crisis del coronavirus en un buen ejemplo de esa complejidad. Nos toca tomar decisiones ante problemas que no permiten una clara definición, cuyos elementos no conocemos del todo, que cambian y se interrelacionan de formas nuevas y cuyas normas ignoramos.
¿Y eso qué tiene que ver conmigo?, tal vez me preguntas. Pues mucho. Todo.
Hoy es el primer día sin clase. Y muchos estáis nerviosos porque los planes han cambiado. Tenemos la tentación, comprensible pero terriblemente injusta e inmadura, de buscar un culpable. Pero a lo mejor no se trata de buscar alguien a quien culpar, sino de saber gestionar la complejidad y la incertidumbre en la que inevitablemente estamos instalados.
Quizá os habían prometido que los profesores os pasarían instrucciones claras sobre qué hacer estos días y esas indicaciones aún no han llegado o no son claras o son incluso contradictorias. Pero esto no sucede porque los profesores sean perezosos, descuidados o inútiles, sino porque estamos ante una situación nueva para todos y que ha cambiado para todos y en la que ninguno dispone de toda la información para reaccionar: ¿cuánto va a durar el aislamiento? Ni idea, no lo sabe ni el mayor experto del mundo, ni la base de datos más potente, ni el programa de big data más capaz. ¿Tendremos exámenes presenciales en la fecha indicada? Lo siento: ni idea. Y quien os dé seguridades os engaña. ¿Sabemos cómo reorganizar un programa ante la nueva situación? Pues lo intentaremos poco a poco, pero nos equivocaremos mucho sobre la marcha. Y nos equivocaremos no porque los profesores sean tontos (aunque alguno lo puedan ser), sino porque el sistema de prueba y error es el mejor (probablemente el único) sistema de aprendizaje que tenemos los humanos.
Quizá esperábamos que el rectorado aclarara cómo va a quedar todo. O que el decanato indicara cómo nos vamos a organizar. O que la Consejera de Educación o el Ministro de Educación nos pudieran sacar de dudas. No nos equivoquemos: el reto no está en quejarnos porque un tercero no nos saca de la incertidumbre, sino que el verdadero desafío del día de hoy es aprender a aceptar que vivimos en la era de la complejidad. Aprendamos a aceptarlo y entonces busquemos sus muchas ventajas, minimicemos en lo posible sus muchas desventajas, y miremos cómo vamos a crecer gracias a ello.
Los tiempos en que todo nos lo daban cuadriculado, las instrucciones claras, las fechas cerradas, todas las respuestas contestadas, han pasado, de la misma forma que ha pasaron los años de primaria. ¿Y quieres que te diga una cosa? Acaso, en parte al menos, sea mejor así: más divertido, más creativo, un mundo lleno de oportunidades para quien sepa nadar con responsabilidad en la complejidad. Y si te parece que no tiene parte positiva, pues peor para ti, porque te guste o no, es el mundo que te toca.
Mal haría tu universidad en pensar que su reto es estos días resolverte todas tus dudas. Te haría muy flaco favor. Su mejor servicio sería ayudarte a comprender que ninguno tenemos esas respuestas y que aún así vamos a hacer juntos lo mejor que sepamos para afrontar la situación.
¿Crees que hablo desde la comodidad o la seguridad de un puesto fijo y sin responsabilidades? Yo soy autónomo a medio tiempo. Tras la primera mitad del curso en la Universidad tenía la segunda reservada para visitas, conferencias, seminarios y talleres que constituyen parte importante de mi trabajo y de mis ingresos. Te puedo decir que en una semana he perdido un porcentaje respetable de mis ingresos tras el cierre de la frontera con los EEUU donde tenía comprometidas actividades durante varias semanas que pierdo y dejo de cobrar. Todo el resto de actividades en España hasta verano se han suspendido (y dejo de cobrar, claro). En Junio tenia una semana “vendida” ya en Francia y otra en Rusia: lo más sensato es que las dé por perdidas. ¿Sabes lo que he hecho esta mañana?, ¿lloriquear?, ¿protestar?, ¿culpar en Twitter al Lehendakari o al presidente Sánchez o a Trump o a los chinos? No: dar gracias por estar sano, por no tener a ningún familiar enfermo, y ponerme a imaginar nuevos proyectos que desarrollar en estas semanas que me han quedado libres de pronto, cómo hacer de la necesidad virtud, del problema oportunidad, y pensar cómo puedo ser más útil a nuestra sociedad en este nuevo contexto.
Ya, ya sé que tú no sabes cómo va a quedar tu programa lectivo. Y te voy a asustar más: seguramente no hay nadie que sepa cómo vamos a terminar el curso y examinar, si es mejor suspender algunas partes, si sería mejor alargar el curso y perder vacaciones, si sería mejor qué sé yo. Bienvenidos todos, tú y yo: es la complejidad.
La
teoría del caos decía que una mariposa aletea en un lugar y en el
otro rincón del mundo desata un huracán. La práctica ha mejorado
mucho el ejemplo, lo ha hecho más absurdo: un tío se preparar en un
mercado chino una sopa de murciélago chungo y a ti y a mí se nos
caen los planes de trabajo del semestre, se nos chafan las vacaciones
de semana santa, nos quedamos unas semanas encerrados en casa y la
economía mundial se derrumba. No te empeñes en querer que no sea
así. Empéñate mejor en pensar qué vas a hacer para crecer,
aprender y ser más generoso y más feliz ante esa realidad: ante la
complejidad.
Egunon mikel,
ResponderEliminarPretendías invitarnos a la reflexión y conmigo lo has conseguido.
Me tocó pasar en un momento, "click", de un estado vital no complejo, dónde conocer reglas y formas de hacer me hacían sentir cómoda, a un escenario complicado, dónde dónde voy articulando estrategias y desarrollando la capacidad de aprender a aprender que todos tenemos.Incluso diría qué me percibo mejora continua y haciéndome competente.
Me ha encantado leerte y te seguiré todos los días.
Querida Nieves, gracias por tus comentarios que viniendo de ti aprecio mucho, puesto que sé bien que eres una persona que, tanto personal como profesionalmente, ha vivido cosas, no todas fáciles y en ocasiones muy jodidas, pero que ha salido brillantemente adelante con sabiduría, alegría, generosidad y éxito!
ResponderEliminarBesarkada estu bat!
Me uno a tus cartas como un alumno imaginario más.
ResponderEliminarJajaja! Eskerrik asko! Cualquier cosa con tal de rejuvenecer, eh?
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