lunes, 30 de marzo de 2020

CARTA QUINCE o SOBRE SI TÚ PODRÁS COMPRAR LA VACUNA



CARTA EXCLAUSTRADA DECIMOQUINTA


o SOBRE SI TÚ PODRÁS COMPRAR LA VACUNA






Lunes, 30 de Marzo


Ayer El País publicaba un artículo del Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz que comenzaba así: “Como educador, siempre estoy buscando “momentos enseñables” -episodios actuales que ilustren y reafirmen los principios sobre los que he venido enseñando-. Y no hay nada como una pandemia para centrar la atención en lo que realmente importa.”


Me gusta eso de los teachable moments. Yo, más modestamente, procuro empezar las clases con una noticia de actualidad, del mismo día o la víspera, que tenga que ver con lo que vemos en el curso. Si te digo la verdad, creo que esa metodología despierta interés o si quiera simpatía en un porcentaje modesto de alumnos. A otros muchos parece que la actualidad del día les resulta ajena, sea la cumbre del cambio climático en Madrid, el episodio de turno del Brexit o la elección de la Comisión Europea parece que lo que cuentan los periódicos del día no va mucho con sus intereses. Lo digo con dolor. Si esta pandemia, este inesperado y gigantesco teachable moment, ayuda a alguno a caer en la cuenta de que lo que pasa en el mundo le afecta y le debe interesar, que tiene que estudiarlo con rigor, que entenderlo bien le ayuda, algo positivo habríamos sacado en limpio de este lío.


Quizá estas cartas sean mi intento desesperado de aprovechar este gran momento de enseñanza, este gran teachable moment.


Seguramente recordaréis que hemos mencionado al maestro Emilio Lledó en estas cartas. Casualmente La 2 de TVE ha emitido este fin de semana un precioso documental sobre su vida. Algo especial y mágico debía tener estética y humanamente ese documental. Yo lo puse a la hora que, tras la cena, me senté con mis hijos de 12 y 14 años a ver la tele. Lo puse en silencio, sin mayor comentario que decirles que ese personaje era muy especial para mí. Lógicamente no confiaba en verlo entero, esperaba que al rato mis hijos me pidieran que pusiéramos otro programa más apropiado para compartir en familia. De vez en cuando me volvía disimuladamente y les veía mirar atentos, sin perder detalle. Esto demuestra dos cosas: que el documental conseguía transmitir la magia de una vida plenamente vivida; y que a todas las edades estamos todos perfectamente capacitados para disfrutar de programas buenos si le ponemos un poco de ganas.


En el documental hablaban viejos alumnos que le recordaban como un profesor que huía de impartir una asignatura al uso. Lledó mismo llegó a emplear dos palabros horrorosos, que precisamente por horrorosos eran los adecuados para referir el horroroso significado buscado: asignaturesco y asignaturil. Lledó menciona cómo aprendió en Heidelberg, de maestros como Gadamer, lo que era la universidad verdadera: ir a los textos originales y dialogar con ellos.


Estos días hablamos mucho de las vacunas y de la lucha de los países y los laboratorios por adelantarse y ser los primeros en llegar a esa meta. Hablamos de la ingente cantidad de recursos que destinamos a ese fin. Hablamos de lo que los laboratorios que la consigan van a ganar con ello. Es un inmejorable teachable moment para hablar de los regímenes de propiedad intelectual y su relación con el disfrute del derecho a la salud. De ir a los textos y dialogar con ellos.


Estos días ha salido en prensa seria la noticia de un demencial intento del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, de comprar a un laboratorio alemán los derechos de una vacuna contra el coronavirus con la intención de facilitarlos únicamente a los EEUU. A pesar de que es una noticia que ha sido reproducida por los medios más serios y que cuenta con confirmaciones de algunos de sus extremos por parte de fuentes oficiales, hay algunas cosas que no cuadran. No es una fake news, pero sí una historia no bien contada. Trump es un personaje del que nos podemos esperar cualquier cosa tonta y absurda, pero, ¿podría hacerse con la patente de una vacuna e impedir su acceso al resto del mundo? Si esto no es un teachable moment, no sé qué puede serlo.


Veo muy probable que Trump haya hecho ofertas económicas por investigaciones de la vacuna. Es su estilo por varias razones. Es un hombre que cree que todo se arregla con dinero. Tener la oportunidad de decir a su electorado que los norteamericanos serán los primeros en disponer de la vacuna le haría arrasar en las elecciones y quedar como el salvador de su país, como el padre de la patria, como el más grande presidente desde la Segunda Guerra Mundial: ni en sus más húmedos sueños habría podido soñar algo parecido. Su ego se encontraría con su momento de gloria, con su día de la victoria sobre Japón sin necesidad de 4 años de guerra, con su hombre en la luna sin necesidad de 9 años de investigación.


Una vez dueño de la patente, también le veo moralmente capaz de jugar con ella para conseguir réditos políticos, para castigar a unos y premiar a otros, para humillar a unos (que paguen el muro si quieren la vacuna, por ejemplo) y, seguramente, para conseguir favores para el imperio Trump (veríamos hoteles Trump en torres doradas en la Plaza del Vaticano o en pleno Trocadero, si fuera necesario).


Pero en este momento la película empieza a adquirir unos tonos un poco excesivos. Como si fuera un plan diseñado por aquel Lex Luthor, el malo de Superman, interpretado por Gene Hackman.


¿Podría Trump realmente abusar de semejante forma de una patente?, ¿deberían el resto de países aceptar las condiciones que su capricho marcara?


El régimen de propiedad intelectual global garantiza, es cierto, derechos muy importantes para quien dispongan de la patente de la vacuna. Además es justo que así sea, esas expectativas legítimas de beneficio suponen un incentivo importante para la investigación científica que a todos nos beneficia. Pero esos derechos, aun siendo importantes, no son absolutos y están sometidos a límites, especialmente cuando se enfrentan al derecho a la salud o a las situaciones de emergencia como la actual.


Si esto fuera nuestro teachable moment para una clase de propiedad intelectual podríamos decir algo sobre la OMC y sobre el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC, Marrakech, 1994). Y estudiaríamos lo que nos cuenta su art. 8 “para prevenir el abuso de los derechos de propiedad intelectual por sus titulares”; o las excepciones del 27 para “excluir de la patentabilidad (…) para proteger la salud o la vida de las personas”; o, sobre todo, el art. 31 sobre los “usos sin autorización del titular de los derechos”, que permite cierto margen a los Estados que “podrán eximir de esta obligación en caso de emergencia nacional o en otras circunstancias de extrema urgencia, o en los casos de uso público no comercial”.


Obviamente este derecho no se puede ejercer sin causa justa, sino únicamente cuando el titular de la patente o bien no facilita el bien que es de necesidad, o bien no en cantidad o calidad suficientes o no a un precio razonable.


Esto es importante, el dueño de la patente tiene todo el derecho a cobrar razonablemente por su uso, pero en ningún caso el sistema de propiedad intelectual internacional le permite abusar de ese bien. En ese caso el Estado puede y debe tomar acciones legítimas y legales en defensa de su población pagando, eso sí, un justiprecio razonable.


Estos conflictos se han dado en la práctica incluso llevando a situaciones internacionales muy duras. Pensemos en los tratamientos con el SIDA en Sudáfrica o de las polémicas sobre los genéricos en la India. Afortunadamente mucho ha avanzado la comunidad internacional en la gestión de este equilibro entre Propiedad Intelectual y Derecho a la Salud.


Como profesor de Derecho Internacional de los Derechos Humanos me vas a permitir sólo un añadido. A veces se dice que el derecho de propiedad intelectual es también un derecho humano y por lo tanto también requiere una protección especial. Bien, es una verdad a medias.


Es cierto que la Declaración Universal de los Derechos establece que “toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora.”


Es cierto por lo tanto que todos tenemos derecho a que se respeten los intereses morales y materiales de nuestras invenciones o creaciones. Pero atención: de las producciones científicas, literarias o artísticas de las que he sido autor. La Declaración está refiriéndose como derecho humano a los derechos de los autores sobre su obra.


Es decir, la construcción de un derecho de propiedad intelectual que puede comprar y vender y negociar con las patentes de propiedad intelectual en una muy legítima rama del derecho internacional que puede jugar un muy importante papel en la protección de artistas y creadores, y que crea importantes incentivos para la investigación científica de la que todos nos beneficiamos, pero no es un derecho humano. Cuando el derecho de propiedad intelectual entra en conflicto serio con los derechos humanos -a la vida o a la salud, por ejemplo- los derechos humanos priman.


En todo caso lo ideal es crear un buen equilibro entre las necesidades globales de salud y los intereses legítimos de quienes invierten en investigación.


Trump o quien quiera que tenga los derechos de la vacuna adquirirá un poder enorme: dinero, prestigio e influencia. Pero no un poder absoluto que, en caso de abuso, no aceptaría ni el derecho internacional ni los derechos domésticos, permitiendo ambos derechos medios legítimos de adaptarse a la situación y primer los derechos de las personas.


Aquí dejo la clase y recupero el teachable moment para todos. Lo digo porque frente a la posibilidad de que hubiera un tratamiento contra el coronavirus y nos fuera negado al acceso, todos entendemos como algo evidente, obvio, de justicia, que nuestros estados y la comunidad internacional nos debería proteger contra ese abuso. Vemos evidente que tendríamos el derecho a usar ese conocimiento.


Es bueno que el coronavirus nos permita entender esto. Así cuando las empresas propietarias de las patentes médicas sean españolas, holandesas, francesas o alemanas y los pacientes sin medios estén en la India, en África o en Brasil, como ha pasado en tantas ocasiones, quizá en Europa apreciemos el problema con mayor sensibilidad y solidaridad.


El sábado, en el marco de la promoción del documental que hemos comentado, publicaba El País una entrevista al maestro Lledó. A la pregunta obligada sobre qué aprenderemos de esta experiencia que nos toca vivir, contestaba: “ Ojalá que pase algo positivo. La esperanza es que nos reinventemos para mejor, que maduremos como sociedad. Aunque no quisiera decir que seamos mejor, no me gusta ser moralista. Prefiero decir, simplemente, que seamos algo más, que después de esta crisis del virus intentemos reflexionar con una nueva luz, como si estuviésemos saliendo de la caverna de la que hablaba el mito de Platón”.


Yo tampoco quiero resultar moralista. No pido que seamos mejores, pero sí que este teachable moment que vivimos nos permita entender, “con nueva luz”, el problema del acceso a la salud de tantos otros. Cuándo salgamos de ésta seremos más pobres y tendremos más necesidades: ¿seremos capaces de colaborar con otros países o con las organizaciones internacionales con la inteligencia de la que hablábamos el otro día?


Hoy hemos citado a dos autores. Tocan por tanto dos libros: Cómo hacer que funcione la globalización, de Stiglitz; y Días y Libros, el primer libro que yo leí de Emilio Lledó, en mis tiempos de universitario, y que me hizo enamorarme del pensador: es una impagable colección de artículos breves de diverso formato y ocasión, sobre sus experiencias, lecturas o reflexiones.

1 comentario:

  1. Estos días sin duda están apareciendo muchos "teachable moments". Te dejo otro en el mismo país del Presidente Trump:

    En las Vegas han creado un sistema para ayudar a las personas sin techo del coronavirus y es acotar un aparcamiento con espacios entre personas para que puedan dormir en el suelo pero, eso sí, a una distancia prudente unos de otros. ¿A nadie le da vergüenza que su país, ese país que enarbola la bandera de la innovación y el progreso tenga esta medida para los sin techo?

    Seguro que habrá avergonzados, pero como comentaste en otra carta anterior, el poder reside en quien consigue hacer realidad lo que quiere: aquéllos que hayan ello efectivo esta medida, superando posibles resistencias de otros (menos poderosos claro está), cómo pueden volver a sus casas con las conciencias tranquilas, y por supuesto no me quiero ni imaginar el grado de empatía hacia problemas en países lejanos y pobres para pensar en ayudarlos...

    Pero no quiero cerrar este comentario a tu carta con una reflexión triste y negativa, D. Emilio no nos lo permitiría, así que lo cierro con una ponencia maravillosa de otra persona de referencia, vitalista, humano, sensible y sabio, ya que como él bien dice, "no hemos aprendido a vivir". Así, ojalá esos "momentos enseñables" sobre todo nos enseñen a vivir:

    https://www.youtube.com/watch?v=gSnDahPdcCs&t=663s



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