viernes, 27 de marzo de 2020

CARTA EXCLAUSTRADA DECIMOSEGUNDA o DE UN ESPÍRITU CON 75 AÑOS




CARTA EXCLAUSTRADA DECIMOSEGUNDA o DE UN ESPÍRITU CON 75 AÑOS





Viernes, 27 de Marzo


No sé si conoces a Ken Loach. Es un director de cine inglés que ha ganado dos veces la Palma de Oro y en tres ocasiones el Premio Especial del Jurado en Cannes. En fin, no hay muchos directores con semejante palmarés (por cierto, palmarés viene precisamente de palma, pero no de la de Cannes, sino de la palma como símbolo de la victoria y de la paz en el mundo antiguo mediterráneo).



Ken Loach es un hombre de izquierdas y sus películas suelen ser de ese género que se da en llamar social. Hace unos meses vino a Donostia a presentar su nueva película, Sorry We Missed You, que retrata las contradicciones del mercado laboral en esa nueva economía de los falsos autónomos, sin horarios ni prestaciones. En otras ocasiones hizo pelis sobre padres de familia en paro, huelgas históricas de mujeres, inmigrantes musulmanes en Escocia o comunistas ingleses en la Guerra Civil española. De su última visita a Donostia se llevó de vuelta a casa el Premio del Público a la Mejor película europea.



Loach estudió derecho en Oxford y llegó a graduarse antes de dedicarse al cine. Ha hecho algunos documentales muy interesantes. Hoy quiero hablarte de uno de ellos, “El espíritu del 45”, que trata sobre algo importante que cambió en el año 1945 en el Reino Unido. Este documental es un ensayo en imágenes y entrevistas perfectamente complementario al libro de memorias que con entusiasmo os recomendaba ayer (Mi última Lucha, de Harry Leslie Smith).



Que hable de lo que pasó en 1945 en el Reino Unido te puede parecer una huida hacia el pasado para escaparme de esto que nos está pasando aquí y ahora. Pero hay pocas cosas más actuales y de futuro que lo que tengo que contarte sobre el espíritu del 45.



Los británicos venían de dos horrorosas guerras mundiales en el plazo de 25 años. Tras la Primera Guerra Mundial algo cambió en el mundo. Podría decirse que hasta esa gran guerra (1914-1918) el mundo seguía viviendo en el siglo XIX. De hecho hay un historiador, tan británico y tan de izquierdas como Loach, que se llama Eric Hobswawn y que escribió una historia del siglo XX que tituló “el corto siglo XX”. Con esa expresión quería explicar que el verdadero siglo XX comenzó en 1914 con el estallido de la Gran Guerra y terminó en 1991 con la caída del muro de Berlín.



Es cierto que tras la Primera Guerra Mundial se creó la Sociedad de Naciones, Europa se reorganizó de una forma de definió el siglo y el centro del mundo navegó el charco para instalarse en América. Pero también es cierto que los soldados británicos que se pudrieron los pies en Verdún mientras las ratas les comían las orejas volvieron a un Reino Unido que podría ser aún escenario de una novela de Dickens.



Esto te lo puede explicar mejor que nadie Leslie Smith: la pobreza, la falta de derechos laborales, la ausencia de educación y de sanidad para los pobres, las infraviviendas insalubres y las humillantes diferencias de clase permanecían inamovibles.



Los africanos o indios que lucharon por sus potencias coloniales volvieron a sus países a servir a sus señores europeos. Las mujeres que habían mantenido la retaguardia y la economía de guerra volvieron a “las labores propias de su género”.



A los pocos años fueron todos llamados de nuevo al sacrificio y sufrimiento máximo en el año 39. Pero tras el fin de la guerra, en el 45, algo tenía que cambiar. Miremos al Reino Unido. Puede decirse que Winston Churchill fue el individuo más decisivo en la victoria sobre los nazis. La entrada de los americanos tras el error de cálculo nipón fue clave, sin duda. La entrada de los soviéticos tras el error de cálculo de Hitler al romper la alianza germano-soviética, fue igualmente clave, sin duda. Pero nada de eso habría sido lo mismo si Churchill no hubiera llevado a los británicos a resistir contra todo pronóstico cuando todo parecía perdido.



Churchill era en 1945 el gran líder del momento. Tras la muerte de Roosevelt nadie quedaba que remotamente pudiera comparársele. Y aún así los británicos decidieron en 1945, recién terminada la guerra, votar al laborista Attlee para liderar la paz.



El documental de Loach nos explica el porqué. Los británicos aceptaron con disciplina el sacrificio en tiempos de guerra, pero estimaron que la nueva paz no podía ser una vuelta a los años 20 y 30. Era el momento de hacer valer sus sacrificios y de cambiar las cosas. Era el momento de hablar de derechos laborales, de educación y salud públicas, de salarios dignos, de trabajo decente. Quienes regresaban de la guerra no habían luchado para defender los privilegios de las clases adineradas y nobles, no habían luchado por el derecho a servir en las cocinas de Downton Abbey o para el mayordomo al que da vida Anthony Hopkins en Lo que queda del día.



Si habían luchado contra el fascismo, la democracia debía tener algún significado real y concreto para todos los ciudadanos, tenía que traer una promesa de igualdad, oportunidades y derechos. Ese fue el espíritu del 45 en el Reino Unido.



No sé si has visto la serie The Crown. Puede ser un buen plan para estos días. En la segunda temporada hay un capítulo dedicado a Lord Altrincham que criticando durísimamente a la reina la hizo reaccionar y la ayudó a actualizar su imagen y algunas de sus costumbres, a hacerlas un poco más igualitarias o menos clasistas. Ayudó a adoptar cierto aggiornamento que habría dicho Juan XXIII. Al parecer el guión se ajusta bastante a la realidad histórica. Hay una escena impagable de la primera entrevista, secreta por cierto, entre el lord y la reina. Isabel le pregunta qué quiere que cambie y él le contesta que “no se trata de lo que yo quiera que cambie, sino de reconocer que todo ha cambiado”. El noble continúa explicando que la “era de la deferencia ha terminado”, ante lo que la reina se pregunta qué nos queda y él responde: “la igualdad”. Acto seguido repasan las recomendaciones de cambio y la primera de ellas es “poner fin al baile de puesta de largo: la idea de que las jóvenes de cierta clase son presentadas a la soberana, y las que no lo son de esa clase no, es como si no fueran aceptables, es el tipo de desigualdad que debería haber desaparecido en la época de nuestros abuelos y desde luego después de la guerra”. Aquí tienes a un Lord explicando, con 10 años de retraso, a la reina qué fue el espíritu del 45 y cómo el fin de la guerra lo cambió todo.



Ese espíritu del 45 tuvo su versión global concretada en la Carta de la ONU del mismo año. Por primera vez vemos que los Derechos Humanos entran en la agenda global y a formar parte del Derecho Internacional. La Declaración Universal de los Derechos Humanos y todo el sistema universal y los sistemas regionales de protección y promoción internacional de los Derechos Humanos son hijos directos de la Carta y consecuentemente de ese espíritu global del 45.



Las mujeres que habían sostenido la empresa industrial más ambiciosa de la historia debían hacer valer sus reclamaciones. Los códigos civiles se reforman. El derecho de voto de las mujeres se conquista en Francia en 1944, en Italia en 1946, y comienzan procesos en el mismo sentidos en otros países.



La descolonización no es casualmente un fenómenos de los 50 y principios de los 60, sino que se entiende en el contexto del principios de la Carta y en el marco de la ONU. Su fundamento jurídico se explica así: “La sujeción de pueblos a una subyugación, dominación y explotación extranjeras constituye una denegación de los derechos humanos fundamentales, es contraria a la Carta de las Naciones Unidas y compromete la causa de la paz y de la cooperación mundiales”.



Ese espíritu de esperanza del 45 se extendió por todo el mundo. También entre nosotros hubo un momento en que el sueño de la democracia y la libertad parecía posible. El Lehendakari Agirre, a las pocas semanas de la entrada en vigor de la Carta, tiene que dar su discurso de Navidad desde el exilio, desde Nueva York: “el pueblo vislumbra que el año 1946 es el último de la tiranía franquista (...) Esta afirmación, que las circunstancias van haciendo cada vez más real, debe convertirse en propósito decidido que sirva de acicate para la labor individual (…) las grandes victorias han sido logradas por la coordinación de muchos pequeños esfuerzos”.



Este tipo de discursos muestran has qué punto el 45 fue un momento de esperanza. Ahora que se cumplen 75 años del espíritu del 45 era buen momento para recordar esta historia que es global: desde Inglaterra a San Francisco, pasando por el País Vasco o miles de otros lugares en Europa y el mundo.



Ahora esta crisis del coronavirus nos invita a hacer una lectura contemporánea de ese espíritu y preguntarnos qué parte aquel espíritu, de aquella promesa, de aquel sueño, nos sirve aún hoy. Y es que es tras crisis globales cuando mejor podemos plantearnos la ambición de nuevos proyectos compartidos.



Hoy, como hace 75 años, es momento de preguntarnos si buscamos la seguridad de las fronteras cerradas, si creemos que nos pueden proteger del coronavirus, o si necesitamos un planteamiento compartido ante los problemas comunes. Si nos salvará el egoísmo o nos salvará la inteligencia colectiva. Si debemos volver a la Inglaterra de la infancia de Leslie Smith, su ausencia de derechos laborales que actualiza la película de Loach, y su ausencia de servicios sociales, educación y sanidad públicas. Si el conocimiento científico debe servir para facilitar la vida de unos pocos, para aumentar las desigualdades, o debemos ponerlo al servicio de una vida plena para todos. Quizá, pienso ahora al releer este párrafo, las cartas escritas estos días sean una búsqueda a tientas de los rasgos de este espíritu del 2020.



Resulta que las preguntas del 2020 son muy parecidas a las preguntas y esperanzas de 1945. Aquel espíritu del 45 permitió importantes mejoras sociales, de progreso y de igualdad, tanto al interior de muchos estados y en la comunidad internacional. Nos trajo la ONU, la descolonización, el principio de no discriminación racial y de género, los inicios de la unidad europea y los Derechos Humanos. Tal vez en el 2020 pueda haber un espíritu que permita transformar una gran emergencia en una oportunidad de aprender cómo afrontar conjuntamente los retos globales, como el coronavirus y su crisis posterior o, ya puestos en marcha, el cambio climático.



Bajando al planeta tierra, hoy tenemos dos libros. Un ensayo, La historia del Siglo XX, de Eric Hobsbaw; y una novela, Lo que queda del día, del escritor británico y japonés Kazuo Ishiguro.


1 comentario:

  1. Te doy toda la razón, este coronavirus va a ser nuestro "muro de Berlín", que puede dar un cambio sustancial y una reflexión crítica a lo que existía antes. Desde la Gran Crisis de 2007-2008, aún recuerdo las frases de un poco sospechoso de "rojo" como el ex-presidente de Francia Sarkozi que hablaba de reinventar el capitalismo. Lees su comparecencia y de pronto veía sonriendo a Keynes:

    https://www.europapress.es/internacional/noticia-cronica-francia-sarkozy-hace-llamamiento-refundar-sistema-capitalista-20080925205314.html

    De pronto, se abría la posibilidad de un cambio profundo del Sistema, de caminar y reforzar ese camino que has ido comentando que se gestó en el 45... Pero muchas de esas posibilidades se desvanecieron, la desigualdad en muchos países se ha incrementado, poco o nada se ha hecho con el gran reto global del cambio climático, bajo mi punto de vista, más centrados en "hacer algo para no hacer nada" que "hacer para cambiar la realidad".... Y ha generado muchos recortes de derechos sociales, laborales.... Generando un gran poso de insatisfacción personal que se contagió en una insatisfacción social... La "jokerización" moral de muchos que ha impulsado, bajo mi
    punto de vista, líderes de la talla de Trump, Bolsonaro, Orban...

    Ojalá este parón del sistema suponga un cambio profundo de la deriva que llevábamos, un replanteamiento desde "la alegría de hacer" como decía Galeano, de la ilusión por ver ese mundo mejor e ir hacia él, entre todos, con esa sensación de comunidad global real, y no digital.

    La nueva época de valores: de solidaridad, empatía, igualdad...

    En todo esto tengo un miedo interno, ya que el mundo después de esta época me la imagino, por mi influencia por las ciencias ambientales, como un bosque quemado, que dentro de él están las semillas que brotarán formarán un nuevo bosque e incluso mejorará lo que había antes, pero como toda tierra valdía, está sujeta al peligro que puedan aparecer especies colonizadoras, ante la ausencia de equilibrios ecosistémicos que salvaguardan al terreno de estas especies oportunistas, y destrocen la biodiversidad que había y sobre todo que podría existir. Estos miedos me aparecen cuando veo noticias como esta:

    https://elpais.com/economia/2020-03-27/repugnante-la-critica-portuguesa-contra-el-gobierno-holandes-por-su-respuesta-a-la-crisis-del-coronavirus.html?utm_source=Facebook&ssm=FB_CM&fbclid=IwAR3JUpcrSw2piMZsTcbA9Nny2QMpOQUdKu19D3aPBTeYQ_oe7jhu6XOopEw#Echobox=1585317209

    Ahora es el momento de mostrar la palabra de SOLIDARIDAD en mayúsculas, entre todos, ser COMUNIDAD EUROPEA de verdad, podemos ser referencia en tantas cosas... Empezando por esos principios que nos guíen a la consecución de muchos derechos humanos que se firmaron en el siglo XX y aún siguen sin cumplirse, y más viendo noticias como
    esta:

    https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/con-la-comida-de-las-familias-vulnerables-no-se-juega?fbclid=IwAR1HnBufuStnLlJxZmP0eMp4Cppz7-JoGCZeBZ07UIQi1WY14pDBhGaUTeU

    Así, está todo por hacer. En nosotros está encontrar esa alegría por construir ese mundo mejor para todos.

    Que "la Nada" no gane la partida a Atreyu.

    Un abrazo enorme y gracias por compartir,
    h

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