CARTA
EXCLAUSTRADA DECIMOSEGUNDA o DE UN ESPÍRITU CON 75 AÑOS
Viernes, 27 de Marzo
No sé si conoces a Ken Loach. Es un director de cine inglés que ha ganado dos veces la Palma de Oro y en tres ocasiones el Premio Especial del Jurado en Cannes. En fin, no hay muchos directores con semejante palmarés (por cierto, palmarés viene precisamente de palma, pero no de la de Cannes, sino de la palma como símbolo de la victoria y de la paz en el mundo antiguo mediterráneo).
Ken
Loach es un hombre de izquierdas y sus películas suelen ser de ese
género que se da en llamar social. Hace unos meses vino a Donostia a
presentar su nueva película, Sorry
We Missed You,
que retrata las contradicciones del mercado laboral en esa nueva
economía de los falsos autónomos, sin horarios ni prestaciones. En
otras ocasiones hizo pelis sobre padres de familia en paro, huelgas
históricas de mujeres, inmigrantes musulmanes en Escocia o
comunistas ingleses en la Guerra Civil española. De su última
visita a Donostia se llevó de vuelta a casa el
Premio del Público a la Mejor película europea.
Loach
estudió derecho en Oxford y llegó a graduarse antes de dedicarse al
cine. Ha hecho algunos documentales muy interesantes. Hoy quiero
hablarte de uno de ellos, “El espíritu del 45”, que trata sobre
algo importante que cambió en el año 1945 en el Reino Unido. Este
documental es un ensayo en imágenes y entrevistas perfectamente
complementario al libro de memorias que con entusiasmo os recomendaba
ayer (Mi última Lucha, de Harry Leslie Smith).
Que
hable de lo que pasó en 1945 en el Reino Unido te puede parecer una
huida hacia el pasado para escaparme de esto que nos está pasando
aquí y ahora. Pero hay pocas cosas más actuales y de futuro que lo
que tengo que contarte sobre el espíritu del 45.
Los
británicos venían de dos horrorosas guerras mundiales en el plazo
de 25 años. Tras la Primera Guerra Mundial algo cambió en el mundo.
Podría decirse que hasta esa gran guerra (1914-1918) el mundo seguía
viviendo en el siglo XIX. De hecho hay un historiador, tan británico
y tan de izquierdas como Loach, que se llama Eric Hobswawn y que
escribió una historia del siglo XX que tituló “el corto siglo
XX”. Con esa expresión quería explicar que el verdadero siglo XX
comenzó en 1914 con el estallido de la Gran Guerra y terminó en
1991 con la caída del muro de Berlín.
Es
cierto que tras la Primera Guerra Mundial se creó la Sociedad de
Naciones, Europa se reorganizó de una forma de definió el siglo y
el centro del mundo navegó el charco para instalarse en América.
Pero también es cierto que los soldados británicos que se pudrieron
los pies en Verdún mientras las ratas les comían las orejas
volvieron a un Reino Unido que podría ser aún escenario de una
novela de Dickens.
Esto
te lo puede explicar mejor que nadie Leslie Smith: la pobreza, la
falta de derechos laborales, la ausencia de educación y de sanidad
para los pobres, las infraviviendas insalubres y las humillantes
diferencias de clase permanecían inamovibles.
Los
africanos o indios que lucharon por sus potencias coloniales
volvieron a sus países a servir a sus señores europeos. Las mujeres
que habían mantenido la retaguardia y la economía de guerra
volvieron a “las labores propias de su género”.
A
los pocos años fueron todos llamados de nuevo al sacrificio y
sufrimiento máximo en el año 39. Pero tras el fin de la guerra, en
el 45, algo tenía que cambiar. Miremos al Reino Unido. Puede decirse
que Winston Churchill fue el individuo más decisivo en la victoria
sobre los nazis. La entrada de los americanos tras el error de
cálculo nipón fue clave, sin duda. La entrada de los soviéticos
tras el error de cálculo de Hitler al romper la alianza
germano-soviética, fue igualmente clave, sin duda. Pero nada de eso
habría sido lo mismo si Churchill no hubiera llevado a los
británicos a resistir contra todo pronóstico cuando todo parecía
perdido.
Churchill
era en 1945 el gran líder del momento. Tras la muerte de Roosevelt
nadie quedaba que remotamente pudiera comparársele. Y aún así los
británicos decidieron en 1945, recién terminada la guerra, votar al
laborista Attlee para liderar la paz.
El
documental de Loach nos explica el porqué. Los británicos aceptaron
con disciplina el sacrificio en tiempos de guerra, pero estimaron que
la nueva paz no podía ser una vuelta a los años 20 y 30. Era el
momento de hacer valer sus sacrificios y de cambiar las cosas. Era el
momento de hablar de derechos laborales, de educación y salud
públicas, de salarios dignos, de trabajo decente. Quienes regresaban
de la guerra no habían luchado para defender los privilegios de las
clases adineradas y nobles, no habían luchado por el derecho a
servir en las cocinas de Downton Abbey o para el
mayordomo al que da vida Anthony Hopkins en
Lo que queda del día.
Si
habían luchado contra el fascismo, la democracia debía tener algún
significado real y concreto para todos los ciudadanos, tenía que
traer una promesa de igualdad, oportunidades y derechos. Ese fue el
espíritu del 45 en el Reino Unido.
No
sé si has visto la serie The Crown. Puede ser un buen plan para
estos días. En la segunda temporada hay un capítulo dedicado a Lord
Altrincham que criticando durísimamente a la reina la hizo
reaccionar y la ayudó a actualizar su imagen y algunas de sus
costumbres, a hacerlas un poco más igualitarias o menos clasistas.
Ayudó a adoptar cierto aggiornamento que habría dicho Juan
XXIII. Al parecer el guión se ajusta bastante a la realidad
histórica. Hay una escena impagable de la primera entrevista,
secreta por cierto, entre el lord y la reina. Isabel le pregunta qué
quiere que cambie y él le contesta que “no se trata de lo que yo
quiera que cambie, sino de reconocer que todo ha cambiado”. El
noble continúa explicando que la “era de la deferencia ha
terminado”, ante lo que la reina se pregunta qué nos queda y él
responde: “la igualdad”. Acto seguido repasan las recomendaciones
de cambio y la primera de ellas es “poner fin al baile de puesta de
largo: la idea de que las jóvenes de cierta clase son presentadas a
la soberana, y las que no lo son de esa clase no, es como si no
fueran aceptables, es el tipo de desigualdad que debería haber
desaparecido en la época de nuestros abuelos y desde luego después
de la guerra”. Aquí tienes a un Lord explicando, con 10 años de
retraso, a la reina qué fue el espíritu del 45 y cómo el fin de la
guerra lo cambió todo.
Ese
espíritu del 45 tuvo su versión global concretada en la Carta de la
ONU del mismo año. Por primera vez vemos que los Derechos Humanos
entran en la agenda global y a formar parte del Derecho
Internacional. La Declaración Universal de los Derechos Humanos y
todo el sistema universal y los sistemas regionales de protección y
promoción internacional de los Derechos Humanos son hijos directos
de la Carta y consecuentemente de ese espíritu global del 45.
Las
mujeres que habían sostenido la empresa industrial más ambiciosa de
la historia debían hacer valer sus reclamaciones. Los códigos
civiles se reforman. El derecho de voto de las mujeres se conquista
en Francia en 1944, en Italia en 1946, y comienzan procesos en el
mismo sentidos en otros países.
La
descolonización no es casualmente un fenómenos de los 50 y
principios de los 60, sino que se entiende en el contexto del
principios de la Carta y en el marco de la ONU. Su fundamento
jurídico se explica así: “La sujeción de pueblos a una
subyugación, dominación y explotación extranjeras constituye una
denegación de los derechos humanos fundamentales, es contraria a la
Carta de las Naciones Unidas y compromete la causa de la paz y de la
cooperación mundiales”.
Ese
espíritu de esperanza del 45 se extendió por todo el mundo. También
entre nosotros hubo un momento en que el sueño de la democracia y la
libertad parecía posible. El Lehendakari Agirre, a las pocas semanas
de la entrada en vigor de la Carta, tiene que dar su discurso de
Navidad desde el exilio, desde Nueva York: “el pueblo vislumbra que
el año 1946 es el último de la tiranía franquista (...) Esta
afirmación, que las circunstancias van haciendo cada vez más real,
debe convertirse en propósito decidido que sirva de acicate para la
labor individual (…) las grandes victorias han sido logradas por la
coordinación de muchos pequeños esfuerzos”.
Este
tipo de discursos muestran has qué punto el 45 fue un momento de
esperanza. Ahora que se cumplen 75 años del espíritu del 45 era
buen momento para recordar esta historia que es global: desde
Inglaterra a San Francisco, pasando por el País Vasco o miles de
otros lugares en Europa y el mundo.
Ahora
esta crisis del coronavirus nos invita a hacer una lectura
contemporánea de ese espíritu y preguntarnos qué parte aquel
espíritu, de aquella promesa, de aquel sueño, nos sirve aún hoy.
Y es que es tras crisis globales cuando mejor podemos plantearnos la
ambición de nuevos proyectos compartidos.
Hoy,
como hace 75 años, es momento de preguntarnos si buscamos la
seguridad de las fronteras cerradas, si creemos que nos pueden
proteger del coronavirus, o si necesitamos un planteamiento
compartido ante los problemas comunes. Si nos salvará el egoísmo o
nos salvará la inteligencia colectiva. Si debemos volver a la
Inglaterra de la infancia de Leslie Smith, su ausencia de derechos
laborales que actualiza la película de Loach, y su ausencia de
servicios sociales, educación y sanidad públicas. Si el
conocimiento científico debe servir para facilitar la vida de unos
pocos, para aumentar las desigualdades, o debemos ponerlo al servicio
de una vida plena para todos. Quizá, pienso ahora al releer este
párrafo, las cartas escritas estos días sean una búsqueda a
tientas de los rasgos de este espíritu del 2020.
Resulta
que las preguntas del 2020 son muy parecidas a las preguntas y
esperanzas de 1945. Aquel espíritu del 45 permitió importantes
mejoras sociales, de progreso y de igualdad, tanto al interior de
muchos estados y en la comunidad internacional. Nos trajo la ONU, la
descolonización, el principio de no discriminación racial y de
género, los inicios de la unidad europea y los Derechos Humanos. Tal
vez en el 2020 pueda haber un espíritu que permita transformar una
gran emergencia en una oportunidad de aprender cómo afrontar
conjuntamente los retos globales, como el coronavirus y su crisis
posterior o, ya puestos en marcha, el cambio climático.
Bajando
al planeta tierra, hoy tenemos dos libros. Un ensayo, La historia del
Siglo XX, de Eric Hobsbaw; y una novela, Lo que queda del día, del
escritor británico y japonés Kazuo Ishiguro.
Te doy toda la razón, este coronavirus va a ser nuestro "muro de Berlín", que puede dar un cambio sustancial y una reflexión crítica a lo que existía antes. Desde la Gran Crisis de 2007-2008, aún recuerdo las frases de un poco sospechoso de "rojo" como el ex-presidente de Francia Sarkozi que hablaba de reinventar el capitalismo. Lees su comparecencia y de pronto veía sonriendo a Keynes:
ResponderEliminarhttps://www.europapress.es/internacional/noticia-cronica-francia-sarkozy-hace-llamamiento-refundar-sistema-capitalista-20080925205314.html
De pronto, se abría la posibilidad de un cambio profundo del Sistema, de caminar y reforzar ese camino que has ido comentando que se gestó en el 45... Pero muchas de esas posibilidades se desvanecieron, la desigualdad en muchos países se ha incrementado, poco o nada se ha hecho con el gran reto global del cambio climático, bajo mi punto de vista, más centrados en "hacer algo para no hacer nada" que "hacer para cambiar la realidad".... Y ha generado muchos recortes de derechos sociales, laborales.... Generando un gran poso de insatisfacción personal que se contagió en una insatisfacción social... La "jokerización" moral de muchos que ha impulsado, bajo mi
punto de vista, líderes de la talla de Trump, Bolsonaro, Orban...
Ojalá este parón del sistema suponga un cambio profundo de la deriva que llevábamos, un replanteamiento desde "la alegría de hacer" como decía Galeano, de la ilusión por ver ese mundo mejor e ir hacia él, entre todos, con esa sensación de comunidad global real, y no digital.
La nueva época de valores: de solidaridad, empatía, igualdad...
En todo esto tengo un miedo interno, ya que el mundo después de esta época me la imagino, por mi influencia por las ciencias ambientales, como un bosque quemado, que dentro de él están las semillas que brotarán formarán un nuevo bosque e incluso mejorará lo que había antes, pero como toda tierra valdía, está sujeta al peligro que puedan aparecer especies colonizadoras, ante la ausencia de equilibrios ecosistémicos que salvaguardan al terreno de estas especies oportunistas, y destrocen la biodiversidad que había y sobre todo que podría existir. Estos miedos me aparecen cuando veo noticias como esta:
https://elpais.com/economia/2020-03-27/repugnante-la-critica-portuguesa-contra-el-gobierno-holandes-por-su-respuesta-a-la-crisis-del-coronavirus.html?utm_source=Facebook&ssm=FB_CM&fbclid=IwAR3JUpcrSw2piMZsTcbA9Nny2QMpOQUdKu19D3aPBTeYQ_oe7jhu6XOopEw#Echobox=1585317209
Ahora es el momento de mostrar la palabra de SOLIDARIDAD en mayúsculas, entre todos, ser COMUNIDAD EUROPEA de verdad, podemos ser referencia en tantas cosas... Empezando por esos principios que nos guíen a la consecución de muchos derechos humanos que se firmaron en el siglo XX y aún siguen sin cumplirse, y más viendo noticias como
esta:
https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/con-la-comida-de-las-familias-vulnerables-no-se-juega?fbclid=IwAR1HnBufuStnLlJxZmP0eMp4Cppz7-JoGCZeBZ07UIQi1WY14pDBhGaUTeU
Así, está todo por hacer. En nosotros está encontrar esa alegría por construir ese mundo mejor para todos.
Que "la Nada" no gane la partida a Atreyu.
Un abrazo enorme y gracias por compartir,
h