Con la intención de hacer una pequeña contribución a la difusión de esta importante y necesaria efeméride dedico mi columna #MirarHaciaOtroLado de hoy a este asunto.
No es la primera vez que escribo sobre Mujer y Ciencia, por ejemplo aquí. Y desde luego, tal como se indica en el artículo, la cuestión de la participación y el acceso de la mujer a la ciencia es uno de los contenidos clave del Comentario General sobre Derecho a la Ciencia que, como los lectores habituales de este blog saben sobradamente, estamos preparando en el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Por ese motivo me ha tocado preguntar en dicho Comité a los Estados sobre la participación de la mujer en ciencia en numerosas ocasiones, por ejemplo, en los diálogos con Colombia o Portugal.
En el texto se hace referencia a la Resolución de la Asamblea General que instaura el día: la A/RES/70/212, aquí la tienes. También se hace referencia a que he escrito artículos sobre los premios Nobel y su falta de criterio en este asunto: aquí tienes el artículo de 2016, titulado "Un tropezón de premio Nobel", publicado en los medios del Grupo Noticias, y aquí el de 2017, "Premios Nobel, igualdad y excelencia", publicado en los Cuadernos de Cultura Científica que publica la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea.
Ahí va el artículo de hoy:
#MirarHaciaOtroLado |
Mujer y Ciencia en el mundo
Mujer
y ciencia en el mundo
Mañana
se celebra el “Día Internacional de la Mujer y la Niña en la
Ciencia”. A finales del año 2015 la Asamblea General de la ONU
acordó establecer este día internacional que, por lo tanto, llega
ahora a su tercera edición. Se trata de una conmemoración todavía
muy joven pero que, gracias a las redes sociales y al entusiasmo de
muchos (reconozcámoslo, especialmente el entusiasmo de muchas),
parece que va rápidamente consolidándose en la agenda y adquiriendo
peso y eco.
En
la
resolución que
instauraba este día,
la Asamblea General de
la ONU,
que como usted bien
sabe es algo así como el Parlamento de la Humanidad, invitaba
“a
todos los estados,
todas las organizaciones y los órganos del sistema de las Naciones
Unidas y otras organizaciones internacionales y regionales, el sector
privado y el mundo académico, así como a la sociedad civil,
incluidas las organizaciones no gubernamentales y los particulares, a
que celebren el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la
Ciencia.” Es decir estamos todos llamados a participar:
instituciones públicas y privada, locales y regionales, educativas y
culturales, y
sí, también usted
y yo.
La
Asamblea General
solicita que se organicen “actividades
de educación y sensibilización a fin de promover la participación
plena y en condiciones de igualdad de las mujeres y las niñas en la
educación, la capacitación, el empleo y los procesos de adopción
de decisiones en la ciencia, eliminar toda forma de discriminación
contra la mujer, incluso en las esferas de la educación y el empleo,
y sortear las barreras jurídicas, económicas, sociales y culturales
al respecto mediante, entre otras cosas, la promoción del
establecimiento de políticas y planes de estudio en el campo de la
ciencia, incluidos programas escolares, según corresponda, para
alentar una mayor participación de las mujeres y las niñas,
promover las perspectivas de carrera de las mujeres en la ciencia y
reconocer los logros de
las mujeres en la ciencia.”
¿Era
de verdad necesario un día así? Me temo que sí. Un reciente
informe de la UNESCO, titulado “Girls’ and women’s education in
science, technology, engineering and mathematics (STEM)” (2017)
revela que sólo un 28% de los investigadores del mundo son mujeres.
Y esto no sucede por casualidad.
En
ocasiones las jóvenes son relegadas por discriminación directa, en
otros casos son los estereotipos o los prejuicios los que van
alejándolas de la ciencia. Aún en los países más igualitarios
cada cierto tiempo se descubren casos de discriminación que
dificultan el avance la mujer en la ciencia y en la tecnología. Su
invisibilización es frecuente: ya hemos denunciado en esta misma
columna el prejuicio machista exhibido en las últimas ediciones de
los Premios Nobel empeñados en ver un mundo más pequeño y triste
que el real e indiferentes a su responsabilidad de ejemplaridad.
Las
razones de esta menor acceso de la mujer a la ciencia son en
ocasiones profundas y culturales. A veces se trata de normas y leyes
discriminatorias. No pocas veces se trata de simple machismo más o
menos generalizado.
Las
Naciones Unidas están ahora trabajando por actualizar los contenidos
del viejo Derecho a la Ciencia que Eleanor Roosevelt, René Cassin y
el resto de miembros de la Comisión de Derechos Humanos incorporaron
en 1948 a la Declaración Universal. La participación de la mujer en
la ciencia y el acceso de ésta a sus beneficios es una de esas
prioridades que están ya contempladas en la agenda.
Pero
el caso es que la participación de la mujer en
la ciencia
en todos los niveles, desde la educación hasta la posición
científica
más
puntera, desde la enseñanza hasta las responsabilidades
institucionales
científicas,
no sólo es una cuestión de igualdad y
de derechos humanos. Es también un
avance del
que todos nos vamos a beneficiar
si queremos que el talento, la inteligencia, el ingenio, la capacidad
de todos, y no sólo de la mitad de la población, se ponga al
servicio de los grandes retos de la humanidad: desde el hambre al
cambio
climático,
desde el acceso al agua hasta la lucha contra la enfermedades y el
dolor. No, los retos de la humanidad
no se resolverán sólo
con ciencia, pero desde luego no tienen solución sin más y mejor
ciencia hecha
por todos (y
todas)
quienes estén llamados a ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario