sábado, 28 de octubre de 2017

EEUU, Israel y la UNESCO

Hoy escribo, en los diarios del Grupo Noticias, sobre la salida de Estados Unidos e Israel de la UNESCO.


Por razones de espacio no he podido hablar sobre los cambios en la Dirección General de la UNESCO, asunto distinto pero del que cabe una lectura en ese marco. Lo haré, prometo, la semana que viene en otro artículo que podría entenderse como la segunda parte de éste que tienes aquí.








EEUU, Israel y la UNESCO




Las últimas semanas han sido frenéticas en la UNESCO. Una Organización Internacional que acostumbra a pasar un tanto desapercibida aparecía de pronto estos días en las portadas de los medios por varias razones.




Por un lado tenemos la dolorosa noticia de que Estados Unidos e Israel se retiran de la UNESCO. Por otro lado se ha seleccionado a una nueva Directora General tras un proceso de elección muy disputado en donde los equilibrios, las alianzas y las rivalidades regionales han operado al máximo.




No es la primera vez que los EEUU se retiran de la UNESCO. Ya lo hizo en los años 80, en tiempos de Reagan, acompañados por el Reino Unido de Thatcher. En aquella ocasión estos países rechazaban el desequilibrio entre las altas cargas financieras que asumían y la dilución de su influencia en un sistema de un-estado-un-voto. Estos países encontraban la situación desproporcionada y creían que las decisiones de la Conferencia General de la UNESCO eran muy hostiles a sus posiciones políticas e intereses internacionales. Llevó muchos años hasta que, ya en tiempos de Federico Mayor Zaragoza como Director General de la UNESCO, el asunto se pudo reconducir con una más que digna solución para todas las partes, con Bush hijo y Tony Blair al frente de sus respectivos países.




La nueva crisis actual tiene un largo prolegómeno que es importante conocer. Deberíamos remontarnos al 2011. Por aquel entonces Palestina iniciaba su estrategia de ir ingresando en la comunidad de la Naciones Unidas. Palestina recibió un primer varapalo con el rechazo de su candidatura como miembro de la ONU, puesto que, a pesar de contar con una amplia mayoría favorable en la Asamblea General, es el Consejo de Seguridad quien debe decidir sobre los nuevos ingresos. Allí los Estados Unidos hicieron valer su derecho de veto.




La autoridad palestina identificó un organismo internacional de la familia de la ONU que decidiera las nuevas incorporaciones en su asamblea general, por voto de todos sus miembros. La UNESCO era un objetivo ideal y la Conferencia General aprobó el ingreso de Palestina. Los Estados Unidos reaccionaron suspendiendo el pago de sus cuotas. Israel se sumó. Las esperanzas de la Directora General de resolver el desencuentro en el segundo mandato de Obama resultaron a la postre vanas. Con Trump la cosa no iba a mejorar.




En este contexto, una decisión técnica y menor, como la declaración de una parte de Hebrón como Bien Patrimonio de la Humanidad, ha hecho saltar el polvorín. Israel y los EEUU han considerado los contenidos de esta candidatura como poco sensibles con la tradición judía del lugar. Es una protesta razonable y que debería haber sido resuelta por los cauces ordinarios de la institución, pero la tentación de dinamitar todo el invento era demasiado difícil de resistir para Trump, que, contra la opinión de su secretario de Estado, ha anunciado la retirada de los EEUU.




La visión del mundo de Trump es contraria al multilateralismo y a la cooperación internacional. Su sensibilidad sobre la cultura, la ciencia y la educación es nula, por decirlo suavemente. Qué decir de valores más etéreos como la tolerancia o el diálogo interreligioso. No carece por tanto de lógica su decisión de abandonar el organismo internacional encargado de desarrollar estos mandatos.




Pero es una gran pérdida para la comunidad internacional y para los propios Estados Unidos, Adicionalmente es una gran pérdida para los proyectos de tolerancia y respeto hacia los judíos, por la memoria del Holocausto, contra el negacionismo y el antijsemitismo, por el entendimiento árabe-israelí, proyectos que se trabajan desde hace años en el marco de la UNESCO.




La salida de los EEUU y de Israel dejaban a los países árabes de alguna forma la oportunidad de ocupar ese espacio vacio con su visión del mundo, su agenda y su enfoque muy parcial de la realidad arabe-israelí… afortunadamente la UNESCO ha sabido reaccionar para no desequilibrar su delicado mandato y, a pesar de la espantada israelí, mantener un cierto equilibrio en esa materia.




La elección de la Nueva Directora General este mes ha sido la primera batalla que se libraba en ese nuevo escenario. Era un batalla, primero, entre los países árabes y, sólo después, entre grupos de éstos y el resto del mundo. ¿Cómo se dio esa batalla?, ¿quién ha vencido?, ¿cómo y a qué precio se ha resuelto? Si les interesa, la semana que viene les hablo de todo eso.

martes, 17 de octubre de 2017

Premios Nobel, igualdad y excelencia.

 https://culturacientifica.com/ 


Los Cuadernos de Cultura Científica que publica la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea publica un artículo mío sobre igualdad, excelencia, ejemplaridad y responsabilidad en los premios Nobel. Espero que os parezca interesante.






 https://culturacientifica.com/2017/10/16/igualdad-excelencia-ejemplaridad-responsabilidad-los-premios-nobel/ 


Sobre igualdad, excelencia, ejemplaridad y responsabilidad en los premios Nobel


Mikel Mancisidor


Ya se han anunciado todos los Premios Nobel de este año 2017.
El Premio Nobel de Física ha ido a parar a tres norteamericanos. El Premio Nobel de Medicina ha sido otorgado a otros tres norteamericanos. Por fin, lo ganadores del Premio Nobel de Química han sido un suizo, un escocés y un norteamericano de origen alemán. Son 9 hombres y cero mujeres.
Si sumamos el Nobel de Literatura para Kazuo Ishiguro (británico que escribe en inglés), el de la Paz para la red ICAN (Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares) y el de Economía para el norteamericano Richard Thaler, son 11 hombres, una institución y cero mujeres. 10 norteamericanos o británicos.
El año pasado sucedió lo mismo. Se otorgó el Nobel de Física a tres físicos; el de Química a tres químicos; el de Medicina a un biólogo; el de Economía a dos economistas; el de la Paz a un político y el de Literatura a un cantante. Todos hombres. El mismo resultado: 11 a 0.
De modo que por dos años consecutivos la imagen mundial de la máxima excelencia científica, intelectual, investigadora y creativa corresponderá a un pleno de hombres, quizá ligeramente disimulado si ICAN opta por una mujer para recoger el galardón.
Creo que se trata de un error muy grave, de lamentables consecuencias y que los administradores del Premio demuestran no sólo falta de sensibilidad, sino incluso me atrevo a decir que falta de responsabilidad.
Sí, ya sé que muchos de quienes han tenido la amabilidad de leerme hasta aquí estarán pensando que antepongo mis deseos políticamente correctos a la realidad. Tal vez piensen ustedes que olvido que los Premios Nobel son un reconocimientos a los mayores logros de la humanidad, vengan de donde vengan, sin atender a su nacionalidad, raza, lengua o género. Que no puede haber cuotas ni porcentajes. Que sólo se puede atender a los méritos más objetivos tras un estudio neutro sin prejuicios ni ideas preconcebidas. ¿Saben qué? Estoy de acuerdo con todo ello. Pero precisamente por eso creo que los Premios Nobel se equivocan y se traicionan.
Alfred Nobel buscó reconocer los mayores logros para toda humanidad, quiso premiarlos y de esa forma ponerlos en valor, hacerlos visibles, fomentar en la sociedad su aprecio y generalizar el espíritu de emulación. A todo ello deberían hoy deberse estos premios. Explícitamente dejó constancia Alfred Nobel de su deseo de universalidad, si bien en aquel momento histórico la universalidad se formulaba de un forma un tanto estrecha: “es mi expreso deseo que, al otorgar estos premios, no se tenga en consideración la nacionalidad de los candidatos, sino que sean los más merecedores los que reciban el premio, sean escandinavos o no.”
Es obvio que los méritos científicos, como los literarios o cualquiera otros del ámbito del conocimiento y la cultura, no se pueden medir en una clasificación indisputable de puntos objetivos como podría hacerse en una prueba tipo test para las oposiciones de una administración pública (afortunadamente), ni como en la clasificación de una liga deportiva donde a fin de temporada un equipo tiene 67 puntos y otro 66 y por lo tanto el primero se lleva la copa. Los méritos científicos están sometidos a una valoración que incluye muchos elementos intangibles o cualitativos de imposible cuantificación. Se incluye el mérito, la originalidad, el impacto, la espectacularidad, la belleza, la contribución a la mejora de la vida de las personas y otros mil factores en los que además hay que decidir, cada año de forma distinta, cómo equilibrar los juicios de corto con los de largo plazo. La combinación de estos factores, dependiendo de cada momento puede variar y se pueden dar distintos resultados de equivalente mérito e igual legitimidad. Es ahí donde hay que decidir por un modelo de premio entre distintas opciones igualmente excelentes.
Con esto quiero decir que el premio Nobel de Química de un año no corresponde necesaria o indiscutiblemente al mejor químico de ese año, si tal calificación pudiera existir, sino una persona eminente que está entre los mejores de su especialidad, en una minoría de excelencia mundial junto a otras pocas docenas de personas, quizá, si ustedes quieren, por poner una cifra, un centenar. La selección final de entre ese grupo de potenciales merecedores del Premio está sometida a factores que incluyen la oportunidad, la comunicación y que deben incorporar la ejemplaridad y el efecto social.
No dudo de los méritos de cada premiado por separado (carezco de conocimientos para juzgarlo: simplemente me fío plenamente del tribunal), pero sí puedo afirmar que en su conjunto el resultado está desequilibrado y da una imagen distorsionada de la excelencia global. No es cierto que la excelencia científica en el mundo esté en una relación de 8 a 0 (año 2016) o 9 a 0 (2017) entre hombres y mujeres. No es cierto que la excelencia cultural esté en una relación de 11 a 0 en ambos años. De la misma forma que no es cierto que más del 80% de la excelencia global tenga el inglés como lengua materna.
Que los premios Nobel nos regalen una imagen falsa de la ciencia y la cultura en el siglo XXI no sólo es producto de esos prejuicios que pretende no tener. Eso no sería lo peor. Esta decisión tiene además graves efectos en perpetuar esos mismos prejuicios y estereotipos, que todavía limitan hoy que el acceso y participación de las mujeres en determinadas especialidades científicas en todo el mundo o dificultan su desarrollo y éxito profesional. No hace falta más que ver las cifras de la UNESCO al respecto.
Es cierto, digámoslo por ser justos, que los Premios Nobel van incrementando -poco a poco, década a década- el reconocimiento de la labor de las mujeres en la sociedad en general y en la ciencia en particular. O lo que es casi lo mismo, pero mucho más positivo: los premios dejan traslucir un mundo en que cada vez la mujer tiene más presencia en la ciencia, en la política y en la vida cultural pública. Pero lo cierto es que este progreso es lento y que por segundo año en Estocolmo han hecho un innecesario paréntesis en ese camino por la igualdad.
No, no quiero cuotas. No pido porcentajes. Me conformo con que Estocolmo reconozca la pluralidad de los aportes a la humanidad en nuestro mundo contemporáneo y así, reconociéndolos, haciéndolos visibles con equidad y sin prejuicios, promueva la igualdad de oportunidades. Estoy seguro de que es ésta la interpretación a día de hoy leal con aquel deseo de Alfred Nobel en su contexto histórico: cuando quiso incluir no solo escandinavos, podría entenderse hoy como incluyendo no sólo blancos, no sólo hombres, no sólo angloparlantes.
Tengo una hija de 12 años. El año pasado no le quise enseñar una foto de 11 hombres como ejemplo de excelencia universal, como lo más elevado del conocimiento, de la creatividad, de la cultura y de los valores a los que ella debería aspirar. Difícilmente podría verse llamada por ese camino, reconocida en esa aspiración, si comprueba que está absolutamente copada por hombres. Este año creo que le enseñaré esa foto, pero tendremos que debatir, por desgracia, otras cosas que también tiene que aprender: que no se deje nunca limitar por quienes le digan que la excelencia es sólo masculina, sea cuando lo escucha en el patio de un colegio, en un machista comentario de bar, en un tonto programa de la tele o sea, y esto es mucho más grave, en los fallos de unos sabios en Estocolmo que deberían por el contrario estimularnos a todos y a todas.

martes, 10 de octubre de 2017

Sobre efecto internacional Declaración Independencia Cataluña (DUI)

Hoy escribo en El Correo y en Diario Vasco sobre el recorrido o efecto internacional que, a mi juicio, tendría una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) que se anunciase hoy en el Parlamento de Cataluña.




 http://www.diariovasco.com/opinion/sobre-efectos-internacionales-20171010083030-nt.html 



He dudado mucho si pronunciarme al respecto. A muchos amigos no les va a gustar lo que digo. Incluso hay cosas que quizá les molesten. Siempre es más fácil o más cómodo mantener un discreto silencio cuando se trata de temas tan sensibles y cuando, como es mi caso, tengo buenos amigos, a los que quiero y admiro, en ambos lados de esta historia.


Pero aún así me he decidido a publicar por razones de honestidad, de responsabilidad y tal vez también de ejercicio de la libertad.


En este artículo no quiero colocarme en ninguna trinchera o bajo ninguna bandera, sea del color que sea. No defiendo lo que debería ser a mi juicio el Derecho Internacional o lo que me gustaría que fuera. No me manifiesto ni satisfecho ni insatisfecho. Lo que procuro es compartir cómo veo yo que las cosas son en el mundo de hoy. Y sobre esa base, a partir del principio de realidad, es que creo que cualquiera debe trabajar sus legítimas demandas, posiciones, aspiraciones, propuestas o sueños. A los políticos -y muy especialmente a los cargos públicos- creo que se les debe exigir algo más: cuando menos no dañar.


Pero basta de explicaciones y prolegómenos. El artículo es éste:


Sobre los efectos internacionales de la DUI


El primer párrafo de la Ley del Referéndum de Autodeterminación de Catalunya se remite como fundamento al Derecho de Autodeterminación consagrado en los Pactos de Derechos Humanos de 1966 y a la Carta de la ONU. Este domingo, sin embargo, Josep Borrell en su discurso en Barcelona decía en sentido contrario que: «no se puede creer a los que dicen que el Derecho Internacional está de su lado, porque no es verdad, no está de su lado». ¿En qué quedamos? ¿Una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) que eventualmente se proclamara hoy contaría con alguna legitimidad o reconocimiento internacionales? ¿Tiene algún recorrido jurídico institucional internacional en las presentes circunstancias?
Trataré de dar una opinión que es personal, pero que no quiere resultar partidista. No quiero apoyar a unos ni a otros. Únicamente responder a las preguntas referidas, con obvio margen de error, lo más objetiva y desapasionadamente que pueda. Estas semanas me ha tocado trabajar en la sede de la ONU en Ginebra. El lunes pasado los diarios internacionales informaban en portada. «Cientos de heridos», titulaba Financial Times. «La violencia aumenta la brecha entre Cataluña y España», según 'Le Figaro'. «Violencia y caos en Cataluña», decía 'Le Temps'. Se veían impactantes fotos.
Si alguien en el Gobierno español se había propuesto evitar la internacionalización del proceso, se había cubierto de gloria. La internacionalización que las autoridades catalanas no habían logrado hasta la fecha se veía multiplicada gracias a esas imágenes. La comunidad internacional, que hasta entonces había mostrado en general una discreta indiferencia, de pronto parecía afectada. Ese lunes todo el que se me acercaba en la sede de la ONU, fuera ruso, indonesio o jordano, me preguntaba por Cataluña. La sensación era de sorpresa e incredulidad.
Pero por mucho que las portadas crearan un momento de simpatía, las posiciones de la UE y de la ONU no cambiaron ese lunes y no van a cambiar esta semana. La UE seguirá mostrándose contraria a cualquier proceso que no sea acordado con el Estado miembro implicado, en este caso España. Una DUI hoy encontraría a la UE enfrente. Si quiere entrar en el club, la UE exigirá a Cataluña ponerse a la cola de entrada, pagar algunos platos rotos y someterse a los criterios que establezcan los estados, España y Francia especialmente.
Los defensores del proceso catalán podrán recibir muestras de solidaridad de algunos eurodiputados de las tendencias más variadas (incluidos algunos peligrosos amigos de extrema derecha y euroescépticos). Obtendrán alguna declaración comprensiva de autoridades de rango medio y numerosos llamamientos genéricos al diálogo, la tolerancia y la negociación, pero no un apoyo institucional de un Estado y mucho menos de la Unión en su conjunto.
En la ONU pasará algo parecido. El Alto Comisionado se interesa para que las respuestas policiales se atengan a los principios de los derechos humanos, como debe hacerlo en cualquier circunstancia, pero no puede hacer juicio alguno sobre el proceso de fondo. Los principios de la ONU no están en juego en el caso catalán. Se podrán encontrar, entre las distintos expertos de la ONU, uno o dos versos sueltos que den declaraciones vistosas, pero el caso no recoge las condiciones para ser sujeto del derecho de autodeterminación reconocido en los pactos del 66 como fundamento de una DUI. Tampoco vive Cataluña un proceso de negación masiva, sistemática y grave de derechos humanos o un sometimiento político o cultural violento tal que «se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión» o a algún tipo de secesión. Ningún órgano de la ONU, y menos la Corte Internacional de Justicia, aceptaría tal interpretación.
La DUI no se puede apoyar ni en el derecho europeo ni en el internacional. No se puede decir que esto no pasa en ningún otro país europeo, que es inaudito: no creo que sea verdad. Ni siquiera la idealizada Confederación Helvética permitiría una solución a la catalana, sino una que pasara por la modificación constitucional pactada, con votación en todo el territorio suizo con doble mayoría, de cantones y de población.
El DUI no tendría recorrido o reconocimiento internacional. No hay forma en el mundo real de escapar a la necesidad de buscar fórmulas innovadoras si de lo que se trata es de negociar elementos de soberanía. Y digo elementos de soberanía porque la soberanía absoluta clásica ya no existe en nuestro entorno. Las soberanías son ya varias, superpuestas y simultáneas. Quizá asumir este hecho ayudaría en un futuro diálogo, rebajando símbolos y emociones por ambas partes, y facilitando acuerdos dignos para todos y respetuosos con las normas, los derechos y las libertades de todos. La paz social y la convivencia exigen respeto a las normas, cierto, pero también cauces de cambio reales, no solo formales, cuando la demanda social es fuerte. Pero, de nuevo, esos cauces solo pueden darse en el marco de los principios aceptados por la comunidad internacional. Me temo que, nos guste o no, engañarnos sobre este punto conlleva consecuencias políticas, económicas y sociales muy graves. Las estamos viendo.