sábado, 28 de mayo de 2016

Obama en Hiroshima: memoria y perdón

Hoy publico en DEIA un artículo en torno a la polémica sobre si Obama debería haber aprovechado la visita a Hiroshima para pedir perdón como Presidente de los EEUU.

Como véis me inclino a pensar que ha hecho bien en visitar Hiroshima y en el contenido que ha dado a la visita... y también en no pedir perdón. Sé que no todos estaréis de acuerdo, pero de eso se trata: de compartir y contrastar opiniones con respeto y con argumentos, ¿no os parece?

Como siempre, os cuelgo la foto del artículo, con enlace a la página del periódico y abajo el texto completo por si prefieres leerlo aquí directamente.

P.D.: Aprovecho para remitiros, a los que os interesen estos temas, a mi entrada del año pasado " Hiroshima y Nagasaki + 70 y Philip Ball... y tres postdatas" allí comparto más ideas sobre aspectos científicos, históricos y bibliográficos en torno a este tema.

http://www.deia.com/2016/05/28/mundo/hiroshima-perdon-o-memoria
Obama en Hiroshima, memoria y perdón
 
Hiroshima: ¿perdón o memoria?

 

En el momento en que escribo estas líneas el presidente Obama está en Hiroshima, ofreciendo sus respetos a las víctimas, a los supervivientes y a todo lo que esta ciudad representa.
 

Obama, ya era sabido, no pide perdón por la responsabilidad de su país en ese gigantesco sufrimiento. ¿Debería hacerlo? Yo tengo mis serias dudas. Si ustedes me aprietan, me inclinaría, aún a riesgo de resultar poco correcto o simpático, a decir que no.
 

Hiroshima representa uno de los momentos más horrorosos de la historia de la humanidad. No sólo por el número de víctimas, sino por que simboliza, como ningún otro hecho, el desbordamiento de la capacidad destructiva del hombre, la superación de sus límites mortíferos. Hiroshima encarna, ya en la historia real, el mito de la fuerza incontrolable e irreversible de la ciencia, la tecnología, la creatividad y la inteligencia puestas al servicio de la destrucción.
 

En Europa hubo más víctimas civiles que en Hiroshima en bombardeos cuya utilidad militar era más cuestionable. Pero Hiroshima marca un hito en la historia de la humanidad quizá por ser un momento y un lugar, por ser la encarnación de nuestras peores pesadillas. Hiroshima marca el inicio de la Guerra Fría y es al tiempo uno de sus primeros productos.
 

Dado lo que uno se encuentra en tertulias y redes sociales, quizá no esté de más recordar que los Estados Unidos no fueron a Japón por iniciativa propia, con ansias expansivas o imperiales. Fue Japón quien impuso un imperio cruel, racista y criminal, en toda la región y fue Japón quien agredió, contra el derecho de la guerra, a los Estados Unidos en su casa, sin previa declaración de guerra.
 
 
Una vez metidos contra su voluntad en la guerra del Pacífico, ¿cuál habría sido en agosto del 45 la mejor alternativa realmente existente a las bombas atómicas?, ¿negociar con el dios del impero, violento y militarista como pocos en la historia, algún tipo de arreglo en la región que apaciguara sus ansias?, ¿haber dejado que la URRSS convirtiera la zona en su patio trasero, Japón en una nueva Polonia o Tokio repartido en sectores y con muro?, ¿sacrificar cientos de miles de vidas civiles y militares adicionales en el fin de una guerra que sólo Japón se negaba a admitir?  Ninguna de las alternativas me parece demasiado atractiva, la verdad, ni creo que hubiera sido claramente mejor para la historia del siglo XX o para el bienestar de las personas de la región, ni del mismo Japón.
 
 
No quiero sopesar horrores, pero me niego a contrastar el horror de Hiroshima a soluciones ideales pero irreales o utópicas que un político responsable no podía considerar en aquel momento. No se puede juzgar una decisión desconociendo las circunstancias y las alternativas reales. Max Weber habló ya de la ética de la responsabilidad frente a la ética de la convicción. Sus reflexiones de hace ahora 100 años siguen siendo válidas.
 
 
Hay varias versiones sobre las razones que llevaron a Truman a tomar la decisión. La más clásica, la oficial, tranquilizadora, defiende que se trataba de aminorar el número de víctimas (japoneses incluidos). Seguramente es parte de la verdad. Otra versión apunta al peligro que suponía la URRSS en la zona, entrando en la guerra contra Japón de forma oportunista y esperando recoger los frutos de la victoria en forma de dominio y sometimiento. Probablemente en la decisión de Truman pesaron ambas razones y otras que no conocemos.
 
 
Aprendimos a desconfiar de las películas de Hollywood hasta el extremo de dar a veces por bueno acríticamente su contrario. Pero la sospecha nos hizo, paradójicamente, igualmente predecibles y controlables, pero más aburridos, por que no teníamos a John Ford de nuestro lado. Y la imagen de las películas en que vemos a las fuerzas norteamericanas liberando islas del Pacífico, a golpe de sangre propia, de las manos del invasor cruel, tiene algo de la realidad histórica, con todos los matices que se quieran añadir.
 
 
No, no estoy seguro de que Obama deba pedir perdón. Pero sí creo que debía hacer este viaje para mostrar sus respetos y su dolor y para insistir en la alianza con el viejo enemigo en el objetivo común de un mundo sin proliferación nuclear. Y eso es lo que ha hecho, según tengo entendido.
 
 
Así que en este caso prefiero la memoria compleja y la apuesta conjunta de futuro que una petición de perdón descontextualizada.

sábado, 14 de mayo de 2016

El mapa de las estrellas

Esta mañana publico en DEIA y en Noticias de Gipuzkoa un artículo en que me sirvo del caso de William Gadoury para reflexionar sobre el mundo abierto en que vivimos (incluso me da tiempo para hacer, en el ultimo párrafo, un guiño cariñoso a las madres sensatas, la mía incluída).

Espero que os guste.



El mapa de las estrellas está abierto

Seguramente conocen ya la historia: William Gadoury es un joven canadiense que a sus 15 años cree haber descubierto la ubicación de una desconocida ciudad maya.

Este chico, que lleva desde los 12 años apasionado por la civilización maya, ha superpuesto mapas de la región a mapas estelares y ha detectado ciertas coincidencias. Si esa relación es cierta, debería haber una ciudad en un lugar determinado de la selva. Imágenes de satélite han comprobado que en ese punto hay formas geométricas que indican actividad humana pasada.

Esas formas podrían corresponder a labores agrícolas recientes, no a una ciudad antigua, nos dicen algunos expertos. Las teorías que relacionan las estrellas con la ubicación de las ciudades mayas son viejas conocidas y han sido ya desacreditadas, nos dicen otros estudiosos. Bien, yo me apunto a rebajar el romántico entusiasmo de las redes. No soy muy dado a mitomanías mayas (quizá por haber vivido en aquellas tierras y haber tenido buenos amigos de etnias mayas). No me atraen los milenarismos ni las quimeras fantásticas sobre estrellas y antiguas civilizaciones: las más de las veces son producto de una mezcla de racismo, oscurantismo y ocioso desconocimiento.

Pero tampoco quiero sin más echar por tierra el atrevimiento de este chico. Lo que me interesa de esta historia es que un tipo de entre 12 a 15 años pueda apasionarse por un tema, investigar, consultar códices y mapas históricos, recabar información de las redes, datos de las agencias espaciales, e incluso solicitar la ayuda la agencia espacial de su país.

Esta historia puede funcionar como fábula de este mundo de 2016 en que un joven con pasión, con ganas, con dedicación, puede acceder, de manera inmediata y gratuita, a fuentes, a contactos y a información que hace tan solo 20 años estaban disponibles, en el mejor de los casos, a los investigadores de las universidades o centros de investigación más elitistas del mundo. Un mundo en que una persona desde el ordenador de su casa puede generar un debate global.

Ahora súmenle, por favor, a esta idea el dato de que, en esos 20 años, el porcentaje de jóvenes analfabetos en el mundo se ha reducido a la mitad y que el número de jóvenes que no acceden a la educación básica se ha reducido a la mitad. El porcentaje de personas con acceso a Internet y a las redes se ha doblado en sólo 7 siete años.

El resultado es que hoy el mundo da más oportunidades cada año a más millones de personas para mostrar sus ideas, para desplegar su talento, para contribuir al conocimiento y al diálogo global. Cada vez más indios, chinos, brasileños, keniatas o tailandeses tienen la oportunidad de competir con su talento, sus ideas y su esfuerzo (y ya no solo con bajos precios de mano de obra no cualificada) con los occidentales que hasta la fecha habíamos monopolizado la información, la educación y el conocimiento.

Éste es un mundo más competitivo para nosotros, menos seguro, más exigente, en que nuestras conquistas se tambalean, en que nuestro sistema y nuestros valores peligran, pero es un mundo más abierto para la mayoría de la humanidad y, por tanto, en ese aspecto tal vez más incómodamente justo.

La BBC ha llamado a la casa de William Gadoury para hacerle una entrevista. Se ha puesto su madre: lo siento pero William no puede atenderles, está preparando los exámenes y no debe distraerse ni ser molestado. No sé si William descubrirá un día algo en la selva mexicana, lo que tengo claro es que de momento está en buenas manos.