lunes, 18 de septiembre de 2017
CAMBIOS EN LA UNESCO (1)
LA DIRECTORA SALIENTE
Irina Bokova fue elegida Directora General de la UNESCO en noviembre de 2009. Cuatro años después, en noviembre de 2013, fue reelegida para un segundo mandato y es ahora, en noviembre de 2017, que la Conferencia General de la UNESCO deberá elegir una nueva persona para liderar la institución, que sería la undécima desde la creación de la organización con su primer presidente, Julian Huxley.
No es fácil hacer una valoración del mandato de la Sra. Bokova. A falta de fuentes más solventes a las que remitirme, os puedo dar mi impresión personal y, lo reconozco, muy subjetiva.
Fuimos muchos los que recibimos inicialmente su nombramiento con cierta desconfianza. Era una mujer formada y crecida en el corazón del aparato diplomático soviético. Su formación era impecable y su competencia lingüística altísima, dominando varias lenguas oficiales de la ONU con soltura (ruso, inglés, francés, un español más que aceptable...). Sin embargo su tradición nos hacía desconfiar de que pudiera ser la persona abierta a la participación social y democrática que los tiempos requerían.
El hecho de que fuera la primera mujer al frente de la UNESCO creaba, sin embargo, ciertas expectativas positivas. Sus primeros pasos fueron esperanzadores. Tras el dinamismo activista y creativo de Federico Mayor Zaragoza (1987-1999), vino el mandato funcionarial y un tanto anodino de Kōichirō Matsuura (1999-2009). La búlgara podía parecer un razonable equilibrio entre ambas orientaciones tan diferentes.
Irina Bokova hizo su primera visita oficial a España invitada por un Centro UNESCO no gubernamental, en Centro UNESCO del País Vasco, dedicando dos días a los actores no gubernamentales de la UNESCO en el País Vasco. En aquella visita fue muy profesional y cercana. Nos causó muy buena impresión.
Eso le creó algún problema diplomático, ahora me siento ya libre para contarlo, y posteriormente hizo su segunda visita como Directora General a España a la capital, ya invitada por el gobierno de España, en medio de un debate un poco cansino y vacío sobre si era la primera o la segunda visita oficial (otro día podremos hablar, si interesa, con más detalles sobre esas curiosas anécdotas diplomáticas).
Pero me temo que Irina Bokova no ha tenido suerte con el momento que le ha tocado. En principio le han tocado 8 años de crisis, de recortes presupuestarios, de cierre de proyectos, de reducción general de contribuciones extrapresupuestarias por parte de muchos países y el incumplimiento de los compromisos financieros ordinarios de no pocos de ellos. Para complicar la cosa, cuando todavía no había terminado de asentarse en su cargo, le llegó la gravísima crisis provocada por la entrada de Palestina a la organización y el consecuente boicot de los EEUU. Un lastre político y financiero del que la organización no ha podido aún rehacerse.
En estas circunstancias es difícil pedir a nadie algo más que mantener el barco a flote. Y eso parece que lo ha hecho. Pero querríamos haberle pedido más. Irina Bokova no ha tenido la genialidad o la grandeza de aprovechar la adversidad para renovar la institución, para adaptarla al siglo XXI, para renovar los equipos y los enfoques, para agilizar la estructura y modernizar. Si bien es cierto que la UNESCO ha sabido estar en los ODS más y mejor que en los ODM, en los que Matsuura estuvo desaparecido, tampoco ha tenido Bokova la visión o la capacidad para hacer de la UNESCO ese referente intelectual y moral de la ONU, independiente, ágil, valiente, innovador, joven, fresco y despierto, que todos quisiéramos.
Algunas de las mejores cosas de la UNESCO han venido en este tiempo de la sociedad civil: de las cátedras, de las reservas, de los bienes declarados patrimonio, de los geoparques, de los centros como UNESCO Etxea (el Centro UNESCO del País Vasco), que sigue, 25 años después, a pesar de las dificultades económicas de los últimos años, como uno de los mejores ejemplos de la alianza entre la sociedad civil y la UNESCO, gracias al liderazgo de sus actuales directora, Aran Acha, y presidente, Guillermo Dorronsoro, tras 15 años de mandato como presidente del gran Ruper Ormaza, al que la UNESCO, la sociedad vasca y yo mismo tanto debemos.
Habría sido deseable que Irina Bokova hubiera sabido dejarse apoyar más y mejor por esta fuerza de la sociedad civil. Pero me temo que no ha sabido equilibrar el necesario refuerzo de las comisiones nacionales (oficiales) con el apoyo y respaldo al papel independiente y diferenciado de la sociedad civil no gubernamental. La búlgara podría haber hecho más y mejor al respecto. La sociedad civil de la familia UNESCO no sale fortalecida tras sus 8 años y no creo que sea algo menor en su contra.
EL PROCESO
El proceso de elección de los máximos responsables de los organismos internacionales, la ONU incluida, eran hasta hace 10 años un proceso oscuro y controlado secretamente por las grandes potencias. En la última década se han dado pasos de cierta transparencia y apertura. Los procedimientos y las candidaturas se conocen con antelación y hay exámenes públicos de propuestas y capacidades.
En este caso tenemos presentadas 9 candidaturas. 6 hombres y 3 mujeres.
Si nos atenemos al principio de rotación geográfica tan querido por la ONU, parece que tocaría un mandato del mundo árabe. Y no es casual que varios de los candidatos sean de ese ámbito geográfico o cultural: tenemos un catarí, un iraquí, una libanesa, una egipcia y casi estoy tentado de incluir en este grupo a la candidata francesa, pues, aunque nacida ya en Francia, tiene orígenes familiares de Marruecos, donde vivió de niña. Serían por lo tanto 2 (o 3, como usted prefiera) candidatas mujeres y dos hombres.
¿Cómo quedará la cosa? Ni idea, y dado mi nefasto historial como pronosticador de resultados (desde el Brexit a Trump, pasando por el referéndum en Colombia o la elección nuevo Secretario General de la ONU, ¡son 4 fracasos en poco más de un año!), en este caso me ahorraré pronósticos y ridículo. Pero seguiré de cerca el asunto y, si os interesa, seguiré informando.
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