miércoles, 7 de octubre de 2015

Palmira, piedras que duelen


Hoy publico un artículo en DEIA y otros medios del GRUPO NOTICIAS titulado "PALMIRA, PIEDRAS QUE DUELEN". Abajo copio el texto por si no se ve bien.  
http://www.deia.com/2015/10/07/mundo/palmira-piedras-que-duelen

Palmira, piedras que duelen

El Estado Islámico ha destruido otro monumento en Palmira: un arco de triunfo romano. Así esta histórica ciudad queda, tras las bombas y el saqueo sufrido hace unas semanas, arrasada. Al ver las fotografías de lo que ha quedado nos duele la destrucción de una joya de la arqueología que fue patrimonio mundial y que hoy es inidentificable amasijo de arena y escombros.

Alguno podrá protestar: ¿es correcto que nos duelan unas piedras en un momento en que las personas de la zona están siendo asesinadas?, ¿no se trata de un lujo casi inmoral preocuparnos por el valor del patrimonio cuando lo comparamos con la muerte de miles de personas y el desplazamiento de millones?

Recordemos al profesor Khaled al-Asaad, arqueólogo de Palmira durante cuatro décadas. Fue decapitado este verano por negarse a colaborar en la destrucción del patrimonio al que había dedicado su vida.

El anciano profesor humillado, de rodillas, las manos atadas a la espalda. El desalmado que tiene detrás le agarra del pelo con una mano mientras con la otra blande un machete. Llegan las bravatas a gritos, las acusaciones gratuitas sin posibilidad de réplica, las invocaciones a un dios que pueda dar sentido a lo que no lo tiene, las altisonantes palabras que buscan cubrir la desnudez de la sinrazón. El charco final de sangre se ve fluido y brillante.

Si el patrimonio es el objeto expuesto en el museo para admiración del entendido o la arquitectura para el delicado disfrute del turista cultivado, entonces es digno de una protección muy secundaria, sólo tras habernos ocupado de lo verdaderamente importante.

Pero la ejecución de Khaled al-Asaad nos cuenta una historia diferente. No es la historia de un insensato sabio protegiendo su tesoro a costa de su propia vida. No es un simple robo: es un acto de terrorismo que busca acabar con la memoria para imponer el oscurantismo y el fanatismo.

Y es que en el vacío dejado al convertir las piedras en polvo queda el silencio, la no-identidad, el no-significado y el sometimiento. Ante el vacío de la historia, ante la memoria demolida, no queda con qué resistir al horror.

La desventura del viejo arqueólogo se tiñe del valor de la resistencia: es la historia de la memoria contra el vacío, de la identidad contra la mentira, del significado contra las tinieblas, de la palabra frente al silencio o al chillido. Es la lucha frente el horror de la esclavitud, la ignorancia, la brutalidad y la desesperanza.

En Palmira el patrimonio se nos muestra como cultura, como comunidad, como lenguaje, como resistencia, como aquello que nos hace humanos… y también como derecho humano, puesto que un derecho humano no es sino la forma de protección –reforzada y con vocación de universalidad- de lo que nos hace humanos.

Por eso el Derecho Internacional contemporáneo entiende el patrimonio no sólo como un objeto de protección en tiempos de guerra (ius in bello), sino como un derecho humano. Por eso hay piedras que nos duelen. En Palmira.

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