Por eso este fin de semana he publicado en El Correo el siguiente artículo:
LOS
MAYORES DEFENSORES DE LOS DERECHOS HUMANOS
El 1 de Octubre se celebra, por acuerdo de la ONU, el Día
Internacional de las Personas de Edad. Quizá esta expresión,
personas de edad, suene a eufemismo, especialmente cuando en
otras lenguas la ONU se muestra más directa: “older people” en
inglés o “personnes
âgées” en
francés.
Pero
el diccionario de la Real Academia acepta la expresión “de edad”
significando lo mismo: ”dicho de una persona: muy avanzada en la
madurez”.
¿Cuánto de
avanzada en la madurez es una persona de edad? La ONU
incluye en este grupo a las personas mayores de 60 años. En nuestro
entorno preferimos fijar la frontera en los 65. Ser persona mayor,
ya lo sabemos, es algo relativo. Hace uno o dos siglos eran y se
sentían ancianos a una edad en que ahora se hace deporte, se viaja y
se toma parte en todo tipo de actividades sociales y culturales, es
decir, a una edad en que se tiene un vida intelectual, física y
social plena. Tampoco es lo mismo tener 65 años en Japón, Suiza o
aquí, en Euskadi, (donde la esperanza media de vida está ya en 82
años) que en Sierra Leona, Botswana, Swazilandia o Lesotho (países
que no llegan a una esperanza de 50).
El envejecimiento de
las sociedades es un fenómeno, sin embargo, universal. Todos los
continentes están aumentando su población mayor: desde el más
envejecido, Europa, que tiene un 25% de población mayor en la
actualidad y pasará a un 35% en el 2050; hasta el más joven,
África, que pasará, en las mismas fechas, del 5 al 9%. La mejora de
la sanidad, la alimentación, las condiciones de vida, así como las
lógicas demográficas explican estas cifras.
La ONU nos pide que
dediquemos el Día de la Personas Mayores de este año a los Derechos
Humanos, dado que estamos celebrando el 70 aniversario de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos. La ONU nos invita a
que recordemos el papel que juegan las personas que ya habían nacido
cuando la Declaración se aprobó, el 10 de diciembre de 1948, en la
defensa y promoción de los derechos humanos. Se trata de hablar de
los mayores no sólo como sujetos de derechos, sino como defensores
de sus propios derechos y de los de otros.
La Declaración
Universal nació en un contexto histórico marcado por el fin de la
Segunda Guerra Mundial y ese prólogo que fue la Guerra Civil
española. Por eso uno piensa en quienes vivieron los horrores de
aquellos años. Cada vez nos quedan menos testigos de Auschwitz o del
bombardeo de Gernika, por poner dos ejemplos entre tantos posibles.
La semana pasada murió Marceline Loridan-Ivens, pero hace unos meses
que en la Universidad de Deusto tuvimos la oportunidad de escuchar a
otro superviviente: Marian Turski. Hace poco pude escuchar con mis
hijos los recuerdos de Luis Iriondo, el chico de Guernica.
Mientras esto sea posible es nuestro deber escuchar y honrar a las
víctimas que dan testimonio y son memoria y son así defensores.
En nuestro entorno
tenemos personas de 70 años y más que luchan por los derechos de
los menores, o de los inmigrantes o de las víctimas de violencia de
género o de la violencia política o por los derechos económicos y
sociales de los propios mayores, o personas que trabajan por la
igualdad y la equidad o que promocionan los Objetivos de Desarrollo
Sostenible (ODS) o el ejercicio de los derechos culturales y
lingüísticos. Este 1 de octubre será su día.
El envejecimiento es
un tremendo reto para nuestro país, que nos obliga a repensar el
trabajo, la jubilación, las prestaciones sociales, los servicios y
el envejecimiento activo y productivo. Es un reto que requiere de
mucha innovación social, científica y tecnológica. Un reto que es
económico y social.
Las instituciones de
nuestro país parecen haber identificado bien el reto y apuntan
estrategias ambiciosas. La Diputación de Bizkaia ha anunciado la
semana pasada, tras la Bizkaia Silver Week, un Nagusi Intelligence
Center de enorme proyección. La Diputación de Gipuzkoa había
identificado ya esta cuestión como una de las prioridades
estratégicas de su plan Etorkizuna Eraikiz y ha dado pasos concretos
con el proyecto Adinberri, en Pasaia, que será un centro de
servicios e investigación. Son iniciativas en la buena dirección:
no se limitan a ver el envejecimiento como una carga y un costo (que
lo es y hay que afrontarlo de forma realista y sostenible) sino
también como oportunidad de creatividad y promoción económica, y
sobre todo – lo más importante- como reto de mayor calidad de vida
durante cada vez más años
Me quedo para
terminar, con una reflexión de la experta independiente de la ONU
para los derechos de las personas de edad, la chilena Rosa
Kornfeld-Matte, en su informe sobre tecnología y robótica cuando
dice que “el diseño de la tecnología de apoyo debe incorporar un
enfoque basado en los derechos humanos. Las personas mayores deben
participar activamente en el diseño y el desarrollo de la tecnología
de apoyo y de la robótica. Deben también participar en todos los
aspectos de la adopción de decisiones acerca de la introducción de
esa tecnología. Los poderes públicos tienen que tomar todas las
medidas para asegurar la participación activa de las personas de
edad en la investigación, el desarrollo y la formulación de estas
políticas“. Confío en que las citadas iniciativas de nuestras
instituciones serán ejemplares a la hora de aplicar estos principios
internacionales.
Allí nos veremos
todos: unos un poco antes, otros un poco después.
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