ARGENTINA ANTE
EL ESPEJO
Dicen que el
economista norteamericano, de origen ruso y judío, Simon Kuznets,
Premio Nobel de Economía en 1971, dijo en los años cincuenta que en
el mundo había cuatro tipos de países: los desarrollados, los
subdesarrollados, Japón y Argentina. Japón vivía el milagro de
pasar en pocos años de una sociedad arrasada a una potencia
industrial y tecnológica de nivel mundial. Argentina vivía el
proceso inverso: de ser una gran potencia económica y comercial,
pasaba a ser un país cada vez más empobrecido.
Sea o no frase
apócrifa, me sirve. Y es que Argentina es, sino inclasificable, sí
desconcertante. Un país rico en recursos naturales, con un sistema
educativo razonablemente bueno, con cuadros bien formados... y sin
embargo no deja de dar sorpresas desagradables.
Ha tenidos muchos
gobiernos desafortunados: el populismo peronista, los años
dictatoriales, Menem o los gobiernos kirchnerianos que no dejan de
ser neo-peronistas que visten de izquierda lo que termina por ser
populismo inepto y cleptocrático.
Cuando confiábamos
en que la tremenda crisis de comienzos de este siglo había pasado a
la historia, nos encontramos con que el gobierno debe pedir fondos
extraordinarios al FMI (hasta 57.100 millones de dólares, un 12% del
PIB previsto para este 2018) para rescatar una economía enormemente
deficitaria. No me parece justo hacer el chiste de que no estamos
ante una crisis macroeconómica, sino macri-económica, jugando con
el apellido del Presidente Macri, dado que los problemas de déficit
y deuda (y fiabilidad de los datos) vienen muy de atrás y son muy
profundos. La situación internacional o la sequía no han ayudado,
pero lo cierto es que el gobierno de Macri tampoco ha sabido manejar
la situación.
La calidad de la
deuda argentina no puede aspirar a compararse a la de sus vecinos,
Chile o Brasil o Uruguay, sino que está entre las de Jordania,
Honduras, Nicaragua, Líbano o Jamaica, países de dimensión,
riquezas, capacidades y potencialidad económica muy inferiores.
Ahora el gobierno
apuesta por unas duras medidas, pero para ello debe renunciar al
crecimiento, lo cual supondrá costos sociales importantes. El
acuerdo con el FMI garantiza unos mínimos de gastos sociales, lo
cual parece una mejora con respecto a los acuerdos que
tradicionalmente imponía este organismo internacional. Se dice, por
ejemplo, que los gastos de educación, razonablemente buenos hasta la
fecha, se van a mantener.
Me acuerdo, hace ya
años, de ese cónsul argentino en nuestras tierras que se mostraba
orgulloso de que, según él, su país fuera el único del continente sin pueblos
indígenas. La realidad ha cambiado, y el reconocimiento
constitucional de estos pueblos lo demuestra, pero permite entender
lo que los pueblos guaraní o mapuche y otros tienen que sufrir aún
hoy de humillación, negación, desprecio y discriminación en su
propio territorio.
El país de Borges,
Cortazar y Sábato, de grandes cineastas y de otros genios en artes
más difícilmente clasificables como Quino o Les Luthiers, tiene
creatividad y formación sobrada para salir del agujero sin volver a
caer en manos de los populistas que venden soluciones baratas a
problemas costosos.
Veremos si el país quiere y puede.
Veremos si el país quiere y puede.
No hay comentarios:
Publicar un comentario