martes, 19 de diciembre de 2017

Imperfecta y necesaria paz en Colombia

Hoy publico en El Correo un artículo sobre el momento actual del proceso de Paz en Colombia. Confío en que os parezca de interés.

 




Accidentada, imperfecta y necesaria Paz en Colombia





Los Acuerdos de Paz en Colombia cumplen estos días un año. Este proceso entre el Gobierno y las FARC fue –ustedes lo recordarán- difícil y accidentado. Y es que poner fin a un conflicto de 50 años, que acumula 220.000 muertos y más de 7 millones de desplazados, no puede resultar sencillo.





Los acuerdos alcanzados por las partes en La Habana (junio 2016) debían ser refrendados en un plebiscito que se celebró el 2 de octubre del mismo año. Pero aquel referéndum terminó con una victoria del No que sorprendió a propios y extraños. Ante ese inesperado traspié, algunos contenidos de los acuerdos fueron renegociados por vía de urgencia y refrendados esta vez, para evitar sustos, por el Senado y el Congreso el 30 de noviembre del año pasado.





La semana pasada finalizaba el plazo de un año que las partes se dieron para la aprobación de las leyes que empezarán a hacer efectivos los contenidos de los acuerdos. Pero este proceso legislativo ha sido de nuevo más accidentado de lo previsto. El Gobierno deseaba del legislativo un placet casi notarial a los compromisos duramente arrancados entre las partes, sin embargo la Corte Constitucional decretó que las cámaras podía discutir los contenidos de la propuestas gubernamentales y en su caso modificarlas. El fallo de la Corte introducía nuevas dificultades, pero nadie podrá negar que su lógica era democrática: se llama división de poderes, convenga o no a los negociadores, añada o no riesgos en un camino de paz ya de por sí muy delicado.





A pesar de la instauración de un procedimiento legislativo rápido, conocido como Fast Track, hubo que esperar hasta el último día, a última hora, para ver aprobadas sólo algunas de las normas comprometidas, no todas, y en algunos casos en versión recortada. A pesar de estas limitaciones, su aprobación in extremis permite la continuidad de un proceso que sigue vivo, si bien muy necesitado de un gran aporte de nutrientes.





Un grupo de combatientes de las FARC (quizá entre un 5 y un 10% del total) ha decidido desconocer los acuerdos suscritos por sus jefes y permanecer en armas, como disidentes, haciendo la guerra (y el negocio de la droga) por su cuenta. Pero el proceso de Paz parece no tener marcha atrás. Esta semana pasada 17 líderes de las FARC han firmado públicamente un documento de sometimiento a la Justicia Especial para la Paz, que deberá juzgar sus actuaciones y, en su caso, sus crímenes. Se calcula que entre guerrilleros, paramilitares y agentes del estado unas 5.400 personas deberán personarse ante esta jurisdicción especial. Los autores de graves crímenes deberán contar lo que saben, aportar verdad y memoria, y pagar, aunque sea muy limitadamente, ciertas cuentas en esa cosa insatisfactoria, contradictoria pero seguramente inevitable mal menor llamada justicia transicional. Aspectos especialmente repugnantes, como la violencia sexual contra menores, quedan fuera de cualquier medida de gracia o reducción de la pena ordinaria.





Entre los grandes retos por afrontar está el de la tierra. El número de líderes sociales, sindicales y defensores de derechos humanos asesinados no ha bajado en este año, lo que habla claro de los profundos problemas del país. Y no por casualidad es la norma relativa a la tierra una de las ha quedado fuera de las normas aprobadas en plazo. Otro de los retos será facilitar una salida decente a los desmovilizados sin crear agravios comparativos con quien no practicó la violencia, en un país en que ni la tierra ni el trabajo digno llega para todos.





Seguramente existe una tensión irresoluble entre justicia, verdad, paz, desmovilización y democracia en aquellos procesos de paz en que las partes que negocian aún conservan poder y fuerza. No resulta posible armonizar de forma satisfactoria todos estos principios. Sería por tanto excesivo pedir de este proceso colombiano un equilibrio perfecto en que todos estos bienes citados se respetaran en su grado máximo ideal. No cabe, me temo, sino conformarse con cierto compromiso.





Este proceso en marcha ensaya un equilibrio que, como queda dicho, no es perfecto pero quizá sí razonable, donde ninguno de aquellos principios en tensión (justicia-paz) queda totalmente anulado o fagocitado por el otro. No habrá justicia plena en relación a los grandes crímenes de la guerra, pero tampoco una impunidad total que resulte insultante o insoportable en una sociedad democrática.





Aún queda pendiente el proceso de Paz con la otra gran guerrilla: el ELN. La naturaleza de este grupo augura un proceso más consultado con la sociedad y, por lo tanto, quizá más lento. Además el ELN se ha sentido olvidado en la negociaciones con las FARC, el primo mayor, y se hará ahora valer. El momento político es más difícil que hace un año, con un presidente con menor margen, autoridad y tiempo. Hay razones para el pesimismo, pero gobierno y ELN han acordado un alto al fuego mientras se negocia y eso resulta esperanzador.





En el capítulo de noticias rosas en Colombia se comenta estos días que el líder de las FARC ha cambiado de look y acude con su pareja a un centro comercial para aprovechar los consumistas descuentos del Black Friday. Quien ha pasado décadas apilando cadáveres en el insobornable altar de la historia, se disimula ahora las canas con tintes rejuvenecedores para quedar mejor, según afirma su asesora de imagen, en las fotos de la inminente campaña electoral.


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