lunes, 7 de marzo de 2016

"Un niño afortunado" de Thomas Buergenthal

He estado hablando con una buena amiga de Ginebra sobre el libro "Un niño afortunado" de Thomas Buergenthal.

http://www.plataformaeditorial.com/ficha/285/0/4422/unninoafortunado.html

Le comentaba a esta amiga que yo escribí una reseña sobre este libro en mi viejo blog de cuando trabajaba en UNESCO Etxea.

Dado que el acceso a ese blog es ya difícil, me permito copiar aquí aquel texto. La reseña quizá resulte, leída 8 años después (fue publicada en marzo de 2008), un tanto personal o sentimental, pero aún así tal vez conserve su interés.

Mi devoción por el libro y por su autor sigue intacta.



"Un niño afortunado" de Thomas Buergenthal
 
UN MILAGRO

Acabo de leer -de devorar, debería decir- con tanto espanto como admiración el libro “Un niño afortunado” de Thomas Buergenthal.

El nombre de Buergenthal lo conocí en mi primera estancia de estudio en el extranjero. Corría el año 1994 y en el Curso Internacional de Derechos Humanos del Instituto René Cassin de Estrasburgo nos dieron como manual su “Human Rigths in a Nutshell”. Ahora que lo pienso habrá sido seguramente el primer libro de texto que he leído en inglés. Lo tengo todavía en casa, mil veces subrayado y consultado.
 
Sabía por tanto de la carrera de Buergenthal como académico, como juez de la Corte Interamericana, como miembro de la Comisión de la Verdad de El Salvador y como juez de la Corte Internacional de Justicia de La Haya (¡casi !).
 
De lo que no tenía ni idea es que había sido un niño en los guetos judios y luego en los campos de concentración nazis de Auschwitz y de Sachsenhausen.  
 
Su vida de feliz niño, hijo de una joven pareja que tiene un hotel en un bonito lugar de descanso en Checoslovaquia, se empieza a ver truncada poco a poco por la ocupación alemana, por la guerra, por la confiscación de los bienes de la famila, por su expulsión y por su ingreso en un gueto judio de Polonia.
 
Las privaciones infinitas, el frío, el hambre, la humillación, las injusticas van poco a poco in crecendo hasta su ingreso en el campo de concentración. ¡Con qué contención recuerda el momento en que se llevaron a sus abuelos!
 
La protección de su padre (hasta que los separan para no volver a verlo nunca más), su propio ingenio y la suerte (de ahí el título del libro) le permiten sobrevivir a innumerables momentos cuyo destino seguro era la muerte de hambre, de frío y directamente de la cámara de gas (en cuya antelasa estuvo un par de veces) o de la ejecución (a cuyas puertas estuvo otra par de veces). Imaginar a un niño desnutrido y mal vestido y calzado, caminar día tras día en el frío invierno polaco durante la Caravana de la Muerte, durmiendo en la intemperie, con dedos del pie congelados (que luego le sería amputados), bebiendo la nieve, y pensar que sobrevivió es algo que escapa a nuestra comprensión.   
 
Las anécdotas casi humorísticas de su ingreso como “mascota” en el ejército polaco tras la liberación, de su participación en la liberación de Berlín, su creencia en que los dedos del pie le crecerían de nuevo como los dientes… son no menos increíbles.
 
No puedo resistir la comparación con el niño de “La Vida es Bella” de Begnini y tengo que repetir -lo siento- la frase mil veces manida de que la realidad supera a la ficción
 
El libro es duro y tierno a la vez. Ingenuo y sabio. Parece mentira que un niño pueda vivir tanto y tan intenso… y sobrevivir y crecer y estudiar (empezando a los 11 años) y llegar a ser quien es. Es un milagro.
 
Su lectura de lo que vivió está construida en positivo, para los demás, para la defensa de los derechos humanos de todos… compartiendo su lucha contra otros genocidios (la exyugoslavia, Ruanda, Darfur…)… Además incluye reflexiones muy interesantes -tan profundas como poco pretenciosas- sobre la infancia, sobre la educación, sobre los comportamientos de la gente en situaciones extremas, sobre la amistad… 
 
En fin, que lo recomiendo mucho. Oro molido. No sé si decir que encoge el corazón o que lo ensancha: seguramente hace las dos cosas…
 
Está a la altura y resulta tan imprescindible en toda biblioteca y en todo currículum escolar, como los recuerdos de Levi, el diario de Ana Frank o el no menos sorprendente y maravilloso diario de Petr Ginz o las memorias de “El pianista” Wladyslaw Szpilman…
 
Lo dicho: ¡que toca ir otra vez a la librería!

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