Una monja en el gobierno económico del Vaticano
Les escribo desde Bolonia, sede de la universidad más antigua del mundo (1088) y en la que algunos vascos del siglo XVI fueron muy conocidos profesores, como Fortún de Ercilla, de Bermeo, u Ochoa López de Unzueta, de Eibar. En la prensa de Bolonia estos días ha tenido bastante eco una conferencia impartida por una monja. La hermana Alessandra Smerilli (profesora de de la Universidad Pontificia Auxilium de Roma) impartió la Lectio Magistralis con la que se cierra el Máster para Juristas, Asesores y Abogados de Empresa de la Universidad de Bolonia.
Esta profesora está de actualidad. El mes pasado la profesora Smerilli fue nombrada por el Papa como consejera de Estado de Economía de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano. Esta Comisión, que está compuesta por seis miembros cardenales y varios consejeros de Estado como asesores, es el órgano de iniciativa legislativa, supervisión ejecutiva y representación institucional del gobierno de la Ciudad del Vaticano. La hermana Smerilli entra en este importante núcleo de poder controlado, no nos engañemos, por los miembros, cardenales y por tanto todos hombres y de edad avanzada.
Había expectación en el ámbito universitario y político por conocer las ideas y planes de la joven (para los estándares de poder vaticanos) consejera Smerilli (1974) y por eso a la conferencia asistieron autoridades académicas y conocidos rostros, como Romano Prodi y otros veteranos políticos.
El tema que la consejera eligió para su conferencia no pudo ser más significativo: la economía ecológica o integral como desafío de un nuevo paradigma económico. La señora Smerilli habló de temas tan importantes como la inclusión del medio ambiente en los cálculos económicos (“es posible promover una sana economía que sea capaz de tener en cuenta en sus cálculos al medio ambiente”), sobre la selva amazónica, la deforestación, la transparencia en el gobierno y en las finanzas, y sobre la cuestión de las empresas y los derechos humanos (“no hay que decir “no” al desarrollo, sino a la actividad predatoria de las transnacionales”).
Más allá de su visión general o teórica interesaba saber cómo va a aplicar esos principios a la práctica de sus funciones como asesora económica del gobierno de la Ciudad del Vaticano. La Sra. Smerilli no escurrió el bulto y adelantó algunas ideas potentes: “Lo que me pregunto es si, como Iglesia, a nivel mundial, no tenemos también nosotros una responsabilidad, porque, por una parte, denunciamos una economía que mata, pero luego compramos y nos ocupamos de nuestros ahorros e inversiones de manera poco coherente. Pero este sistema puede ser derrotado tanto con una resistencia desde dentro como con una clara señal desde fuera, que diga: no te financiamos, entras en la lista negra si tienes comportamientos sin escrúpulos.”
Seguramente la capacidad que la nueva consejera de Estado de la Cuidad del Vaticano tenga en relación al complejo sistema que maneja las grandes finanzas del Vaticano como conjunto sea muy limitado, pero sí tendrá autorizada influencia. Por eso su nombramiento y sus ideas son tan importantes. Una mujer joven con una visión social y medioambiental en el entramado de las finanzas vaticanas significa una bocanada, limitada pero real, de aire fresco. Le quedan cinco años de mandato por delante. Habrá que hacer un seguimiento muy atento a sus pasos.
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