Del ébola se puede -¡y se debe!- hablar también con una perspectiva de derechos humanos: con una perspectiva de derecho a la salud, obvio, o de derecho a la vida o a la educación o el principio de no discriminación... pero yo he propuesto hablar del ébola desde una perspectiva de derecho humano a la ciencia.
Hace ya dos meses y medio (no se me podrá acusar de oportunismo) escribí un artículo en El Mundo titulado "Ébola, ciencia y derechos humanos". Allí defendía que:
´´Los brotes de esta enfermedad tienen que ver, como vemos, con la pobreza, con la ignorancia, con la falta de medios y con los sistemas sanitarios deficientes. Tiene que ver por lo tanto con un nivel de desarrollo humano deficiente. Tiene que ver con la negación del derecho a la salud. Y tiene que ver también con la negación de los derechos culturales, uno de los cuales es el derecho a la ciencia (o, más técnicamente, el derecho a beneficiarse del desarrollo científico y sus aplicaciones). Este derecho a la ciencia está recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (art. 27) y en los tratados que la desarrollan. Y es que derecho a la ciencia es también el derecho de los investigadores, médicos y personal sanitario a poder realizar su trabajo en condiciones normales, derecho a que los poderes públicos, ante este tipo de situaciones, destinen medios a la investigación y a la divulgación, y derecho a que se impliquen los organismos internacionales y los países con mayores medios.
Mi admirado Peter Piot, codescubridor del virus del ébola, decía por aquellas fechas: "Le plus grand défi est de toute évidence l'information". Era cierto en aquellos días para África: pienso ahora que es igualmente cierto hoy para España.
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