sábado, 11 de noviembre de 2017

Luces y sombras de los Paradise Papers

Mi visión sobre los Paradise Papers: el trabajo periodístico por la transparencia y la justicia es imprescindible, pero las formas también son importantes.





LUCES Y SOMBRAS DE LOS PAPELES DEL PARAÍSO







Seguramente usted ha oído ya hablar de los Papeles del Paraíso. Son millones de documentos filtrados sobre cuentas y mecanismos financieros empleados por particulares y empresas en territorios de bajas o nulas fiscalidad y transparencia, con el objetivo de eludir obligaciones fiscales, ocultar patrimonio u otros fines normalmente, pero no necesariamente siempre, ilegales.


La documentación fue entregada a un diario alemán y compartida por éste con un Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación. La primera lista de implicados incluye a la Reina Isabel, Bono, Madonna o a empresas como Nike o Apple. Confío en que la justicia de sus respectivos países investigue cada caso y depure las responsabilidades legales cuando las hubiera. Sería bueno también que los ciudadanos fuéramos capaces de premiar a las empresas que tienen buenas prácticas fiscales y sociales, y castigar, desincentivándolos así, abusos.


Llevo años trabajando en organizaciones que denuncian y actúan contra los paraísos fiscales, la corrupción y la opacidad. He escrito al respecto en ocasiones. Me ha tocado cuestionar directamente a varios países ante las Naciones Unidas sobre sus políticas fiscales injustas o ineficientes, y sobre las trampas y las lagunas globales que impiden que los países puedan obtener recursos y dedicarlos a la promoción del desarrollo humano y de los derechos económicos, sociales y culturales de los más desfavorecidos. Conozco el efecto letal de estos paraísos fiscales sobre la democracia en el mundo. Y aún así, qué quieren que les diga, no termino de caer rendido a los pies de esta filtración y, sobre todo, la forma que está siendo gestionada por este consorcio de periodistas, al menos en España.


Y es que la transparencia es un bien demasiado importante como para que sea confundido con un inquisitorial escrache mediático. Y el periodismo crítico y de investigación es un bien demasiado importante como para confundirlo con el chisme morboso y truculento. Lo bueno del sistema judicial y de los procedimientos institucionales internacionales, todo lo torpes y lentos que ustedes quieran, es que hay una cosa llamada presunción de inocencia. Ni usted ni yo podemos ser penados hasta que no quede demostrada nuestra culpabilidad tras un proceso en el que tendremos otra cosa maravillosa llamada derecho de defensa: conoceremos los cargos de los que se nos acusa y podremos defendernos. Ya sé que en tiempos de asaltos a los cielos estas menudencias parecen despreciables, pero siguen siendo la base de una sociedad democrática y de derecho.


En España ha aparecido el nombre del exalcalde de Barcelona. Ver a este señor en televisión ante preguntas sobre un asunto financiero de su padre del que a lo mejor no tuvo responsabilidad ni conocimiento (ni usted ni yo lo sabemos), no me parece el cénit del mordaz periodismo de investigación, sino algo más cercano al macartismo populista. Si hay elementos contra ese señor, apórtense y déjesele defenderse con garantías: me da lo mismo si es del PP, de PDeCat o de Podemos. Si es culpable habrá tiempo de maltratar su nombre todo lo se quiera.


Pero su nombre ya está ensuciado y su sentencia dictada por el tribual de la opinión pública que se parece bastante al Tribunal de Salud Pública de Robespierre. Lo único que le queda ahora al exalcalde es un interminable, indigno e insufrible camino de desmentidos y explicaciones que ninguno de nosotros vamos a tener ni tiempo ni ganas de escuchar de buena fe, ante la tentación purificadora de condenarlo. ¡Y qué decir del morboso placer de hacer pagar a Bono su trayectoria solidaria!


Una persona, por el hecho de ser famosa o político, no pierde sus derechos ni el debido respeto a su nombre y su dignidad. Yo no pongo la mano en el fuego por nadie, ni me interesa la culpabilidad o inocencia de estos individuos en concreto, pero de momento todos nos debemos prudencia. Cuando se confirmara que hay irregularidad o delito yo me sumaré a la crítica, pero hasta entonces ni usted, ni yo, ni ningún periodista tenemos derecho a enfangar ningún nombre.


Se me dirá que una cosa es la legalidad y otra la ética. Sí, así es: todos nos deberíamos exigir comportamientos más elevados que los mínimos establecidos por la ley. Pero un estado de derecho es aquél en el que si cumplimos la ley se nos deja vivir en paz. Hay que ser prudentes a la hora de reclamar a los demás estándares morales por encima de la ley. A los políticos les debemos exigir transparencia absoluta y comportamiento personal correcto y coherente, sin duda, pero no que renuncien a su intimidad y derechos.

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