CARTA
EXCLAUSTRADA DECIMOQUINTA
o
SOBRE SI TÚ PODRÁS COMPRAR LA VACUNA
Lunes, 30 de Marzo
Ayer El País publicaba un artículo del Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz que comenzaba así: “Como educador, siempre estoy buscando “momentos enseñables” -episodios actuales que ilustren y reafirmen los principios sobre los que he venido enseñando-. Y no hay nada como una pandemia para centrar la atención en lo que realmente importa.”
Me
gusta eso de los teachable moments. Yo, más modestamente,
procuro empezar las clases con una noticia de actualidad, del mismo
día o la víspera, que tenga que ver con lo que vemos en el curso.
Si te digo la verdad, creo que esa metodología despierta interés o
si quiera simpatía en un porcentaje modesto de alumnos. A otros
muchos parece que la actualidad del día les resulta ajena, sea la
cumbre del cambio climático en Madrid, el episodio de turno del
Brexit o la elección de la Comisión Europea parece que lo que
cuentan los periódicos del día no va mucho con sus intereses. Lo
digo con dolor. Si esta pandemia, este inesperado y gigantesco
teachable moment, ayuda a alguno a caer en la cuenta de que lo
que pasa en el mundo le afecta y le debe interesar, que tiene que
estudiarlo con rigor, que entenderlo bien le ayuda, algo positivo
habríamos sacado en limpio de este lío.
Quizá
estas cartas sean mi intento desesperado de aprovechar este gran
momento de enseñanza, este gran teachable moment.
Seguramente
recordaréis que hemos mencionado al maestro Emilio Lledó en estas
cartas. Casualmente La 2 de TVE ha emitido este fin de semana un precioso documental
sobre su vida. Algo especial y mágico debía tener estética y
humanamente ese documental. Yo lo puse a la hora que, tras la cena,
me senté con mis hijos de 12 y 14 años a ver la tele. Lo puse en
silencio, sin mayor comentario que decirles que ese personaje era muy
especial para mí. Lógicamente no confiaba en verlo entero, esperaba
que al rato mis hijos me pidieran que pusiéramos otro programa más
apropiado para compartir en familia. De vez en cuando me volvía
disimuladamente y les veía mirar atentos, sin perder detalle. Esto
demuestra dos cosas: que el documental conseguía transmitir la magia
de una vida plenamente vivida; y que a todas las edades estamos todos
perfectamente capacitados para disfrutar de programas buenos si le
ponemos un poco de ganas.
En
el documental hablaban viejos alumnos que le recordaban como un
profesor que huía de impartir una asignatura al uso. Lledó mismo
llegó a emplear dos palabros horrorosos, que precisamente por
horrorosos eran los adecuados para referir el horroroso significado
buscado: asignaturesco y asignaturil. Lledó menciona cómo aprendió
en Heidelberg, de maestros como Gadamer, lo que era la universidad
verdadera: ir a los textos originales y dialogar con ellos.
Estos
días hablamos mucho de las vacunas y de la lucha de los países y
los laboratorios por adelantarse y ser los primeros en llegar a esa
meta. Hablamos de la ingente cantidad de recursos que destinamos a
ese fin. Hablamos de lo que los laboratorios que la consigan van a
ganar con ello. Es un inmejorable teachable moment para hablar
de los regímenes de propiedad intelectual y su relación con el
disfrute del derecho a la salud. De ir a los textos y dialogar con
ellos.
Estos
días ha salido en prensa seria la noticia de un demencial intento
del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, de comprar a un
laboratorio alemán los derechos de una vacuna contra el coronavirus
con la intención de facilitarlos únicamente a los EEUU. A pesar de
que es una noticia que ha sido reproducida por los medios más serios
y que cuenta con confirmaciones de algunos de sus extremos por parte
de fuentes oficiales, hay algunas cosas que no cuadran. No es una
fake news, pero sí una historia no bien contada. Trump es un
personaje del que nos podemos esperar cualquier cosa tonta y absurda, pero,
¿podría hacerse con la patente de una vacuna e impedir su acceso al
resto del mundo? Si esto no es un teachable moment, no sé qué
puede serlo.
Veo
muy probable que Trump haya hecho ofertas económicas por
investigaciones de la vacuna. Es su estilo por varias razones. Es un
hombre que cree que todo se arregla con dinero. Tener la oportunidad
de decir a su electorado que los norteamericanos serán los primeros
en disponer de la vacuna le haría arrasar en las elecciones y quedar
como el salvador de su país, como el padre de la patria, como el más
grande presidente desde la Segunda Guerra Mundial: ni en sus más
húmedos sueños habría podido soñar algo parecido. Su ego se
encontraría con su momento de gloria, con su día de la victoria
sobre Japón sin necesidad de 4 años de guerra, con su hombre en la
luna sin necesidad de 9 años de investigación.
Una
vez dueño de la patente, también le veo moralmente capaz de jugar
con ella para conseguir réditos políticos, para castigar a unos y
premiar a otros, para humillar a unos (que paguen el muro si quieren
la vacuna, por ejemplo) y, seguramente, para conseguir favores para
el imperio Trump (veríamos hoteles Trump en torres doradas en la
Plaza del Vaticano o en pleno Trocadero, si fuera necesario).
Pero
en este momento la película empieza a adquirir unos tonos un poco
excesivos. Como si fuera un plan diseñado por aquel Lex Luthor, el
malo de Superman, interpretado por Gene Hackman.
¿Podría
Trump realmente abusar de semejante forma de una patente?, ¿deberían
el resto de países aceptar las condiciones que su capricho marcara?
El
régimen de propiedad intelectual global garantiza, es cierto,
derechos muy importantes para quien dispongan de la patente de la
vacuna. Además es justo que así sea, esas expectativas legítimas
de beneficio suponen un incentivo importante para la investigación
científica que a todos nos beneficia. Pero esos derechos, aun
siendo importantes, no son absolutos y están sometidos a límites,
especialmente cuando se enfrentan al derecho a la salud o a las
situaciones de emergencia como la actual.
Si
esto fuera nuestro teachable moment para una clase de propiedad
intelectual podríamos decir algo sobre la
OMC y sobre el Acuerdo sobre los Aspectos
de los Derechos de Propiedad Intelectual
relacionados con el Comercio (ADPIC, Marrakech, 1994). Y
estudiaríamos lo que nos cuenta su
art. 8 “para prevenir el abuso de los derechos de propiedad
intelectual por sus titulares”; o las
excepciones del 27 para “excluir de la patentabilidad (…) para
proteger la salud o la vida de las personas”; o, sobre todo, el
art. 31 sobre los “usos sin autorización del titular de los
derechos”, que permite cierto margen a
los Estados que “podrán
eximir de esta obligación en caso de emergencia nacional o en otras
circunstancias de extrema urgencia, o en los casos de uso público no
comercial”.
Obviamente
este derecho no se puede ejercer sin causa justa, sino únicamente
cuando el titular de la patente o bien no facilita el bien que es de
necesidad, o bien no en cantidad o calidad suficientes o no a un
precio razonable.
Esto
es importante, el dueño de la patente tiene todo el derecho a cobrar
razonablemente por su uso, pero en ningún caso el sistema de
propiedad intelectual internacional le permite abusar de ese bien. En
ese caso el Estado puede y debe tomar acciones legítimas y legales
en defensa de su población pagando, eso sí, un justiprecio
razonable.
Estos
conflictos se han dado en la práctica incluso llevando a situaciones
internacionales muy duras. Pensemos en los tratamientos con el SIDA
en Sudáfrica o de las polémicas sobre los genéricos en la India.
Afortunadamente mucho ha avanzado la comunidad internacional en la
gestión de este equilibro entre Propiedad Intelectual y Derecho a la
Salud.
Como
profesor de Derecho Internacional de los Derechos Humanos me vas a
permitir sólo un añadido. A veces se dice que el derecho de
propiedad intelectual es también un derecho humano y por lo tanto
también requiere una protección especial. Bien, es una verdad a
medias.
Es
cierto que la Declaración Universal de los Derechos establece que
“toda persona tiene derecho a la protección de los intereses
morales y materiales que le correspondan por razón de las
producciones científicas, literarias o artísticas de que sea
autora.”
Es
cierto por lo tanto que todos tenemos derecho a que se respeten los
intereses morales y materiales de nuestras invenciones o creaciones.
Pero atención: de las producciones científicas, literarias o
artísticas de las que he sido autor. La Declaración está
refiriéndose como derecho humano a los derechos de los autores sobre
su obra.
Es
decir, la construcción de un derecho de propiedad intelectual que
puede comprar y vender y negociar con las patentes de propiedad
intelectual en una muy legítima rama del derecho internacional que
puede jugar un muy importante papel en la protección de artistas y
creadores, y que crea importantes incentivos para la investigación
científica de la que todos nos beneficiamos, pero no es un derecho
humano. Cuando el derecho de propiedad intelectual entra en conflicto
serio con los derechos humanos -a la vida o a la salud, por ejemplo-
los derechos humanos priman.
En
todo caso lo ideal es crear un buen equilibro entre las necesidades
globales de salud y los intereses legítimos de quienes invierten en
investigación.
Trump
o quien quiera que tenga los derechos de la vacuna adquirirá un
poder enorme: dinero, prestigio e influencia. Pero no un poder
absoluto que, en caso de abuso, no aceptaría ni el derecho
internacional ni los derechos domésticos, permitiendo ambos derechos
medios legítimos de adaptarse a la situación y primer los derechos
de las personas.
Aquí dejo la clase y recupero
el teachable moment para todos. Lo digo porque frente a la
posibilidad de que hubiera un tratamiento contra el coronavirus y nos
fuera negado al acceso, todos entendemos como algo evidente, obvio,
de justicia, que nuestros estados y la comunidad internacional nos
debería proteger contra ese abuso. Vemos evidente que tendríamos el
derecho a usar ese conocimiento.
Es bueno que el coronavirus
nos permita entender esto. Así cuando las empresas propietarias de
las patentes médicas sean españolas, holandesas, francesas o
alemanas y los pacientes sin medios estén en la India, en África o
en Brasil, como ha pasado en tantas ocasiones, quizá en Europa
apreciemos el problema con mayor sensibilidad y solidaridad.
El sábado, en el marco de la
promoción del documental que hemos comentado, publicaba El País
una entrevista al maestro Lledó. A la pregunta obligada sobre qué
aprenderemos de esta experiencia que nos toca vivir, contestaba: “
Ojalá que pase algo positivo. La esperanza es que nos reinventemos
para mejor, que maduremos como sociedad. Aunque no quisiera decir
que seamos mejor, no me gusta ser moralista. Prefiero decir,
simplemente, que seamos algo más, que después de esta crisis del
virus intentemos reflexionar con una nueva luz, como si estuviésemos
saliendo de la caverna de la que hablaba el mito de Platón”.
Yo
tampoco quiero resultar moralista. No pido que seamos mejores, pero
sí que este teachable moment que vivimos nos permita entender,
“con nueva luz”, el problema del acceso a la salud de tantos
otros. Cuándo salgamos de ésta seremos más pobres y tendremos más
necesidades: ¿seremos capaces de colaborar con otros países o con
las organizaciones internacionales con la inteligencia de la que
hablábamos el otro día?
Hoy
hemos citado a dos autores. Tocan por tanto dos libros: Cómo hacer
que funcione la globalización, de Stiglitz; y Días y Libros, el
primer libro que yo leí de Emilio Lledó, en mis tiempos de
universitario, y que me hizo enamorarme del pensador: es una
impagable colección de artículos breves de diverso formato y
ocasión, sobre sus experiencias, lecturas o reflexiones.
Estos días sin duda están apareciendo muchos "teachable moments". Te dejo otro en el mismo país del Presidente Trump:
ResponderEliminarEn las Vegas han creado un sistema para ayudar a las personas sin techo del coronavirus y es acotar un aparcamiento con espacios entre personas para que puedan dormir en el suelo pero, eso sí, a una distancia prudente unos de otros. ¿A nadie le da vergüenza que su país, ese país que enarbola la bandera de la innovación y el progreso tenga esta medida para los sin techo?
Seguro que habrá avergonzados, pero como comentaste en otra carta anterior, el poder reside en quien consigue hacer realidad lo que quiere: aquéllos que hayan ello efectivo esta medida, superando posibles resistencias de otros (menos poderosos claro está), cómo pueden volver a sus casas con las conciencias tranquilas, y por supuesto no me quiero ni imaginar el grado de empatía hacia problemas en países lejanos y pobres para pensar en ayudarlos...
Pero no quiero cerrar este comentario a tu carta con una reflexión triste y negativa, D. Emilio no nos lo permitiría, así que lo cierro con una ponencia maravillosa de otra persona de referencia, vitalista, humano, sensible y sabio, ya que como él bien dice, "no hemos aprendido a vivir". Así, ojalá esos "momentos enseñables" sobre todo nos enseñen a vivir:
https://www.youtube.com/watch?v=gSnDahPdcCs&t=663s