Hoy publico un artículo en DEIA y otros medios del GRUPO NOTICIAS titulado "PALMIRA, PIEDRAS QUE DUELEN". Abajo copio el texto por si no se ve bien.
Palmira, piedras que duelen
El Estado Islámico ha destruido otro monumento en Palmira: un arco de triunfo romano. Así esta histórica ciudad queda, tras las bombas y el saqueo sufrido hace unas semanas, arrasada. Al ver las fotografías de lo que ha quedado nos duele la destrucción de una joya de la arqueología que fue patrimonio mundial y que hoy es inidentificable amasijo de arena y escombros.
Alguno podrá protestar: ¿es correcto que nos duelan unas piedras
en un momento en que las personas de la zona están siendo asesinadas?, ¿no se
trata de un lujo casi inmoral preocuparnos por el valor del patrimonio cuando
lo comparamos con la muerte de miles de personas y el desplazamiento de
millones?
Recordemos al profesor Khaled al-Asaad, arqueólogo de Palmira durante cuatro décadas. Fue decapitado este verano por negarse a colaborar en la destrucción del patrimonio al que había dedicado su vida.
El anciano profesor humillado, de rodillas, las manos atadas
a la espalda. El desalmado que tiene detrás le agarra del pelo con una mano
mientras con la otra blande un machete. Llegan las bravatas a gritos, las
acusaciones gratuitas sin posibilidad de réplica, las invocaciones a un dios
que pueda dar sentido a lo que no lo tiene, las altisonantes palabras que
buscan cubrir la desnudez de la sinrazón. El charco final de sangre se ve
fluido y brillante.
Si el patrimonio es el objeto expuesto en el museo para
admiración del entendido o la arquitectura para el delicado disfrute del turista
cultivado, entonces es digno de una protección muy secundaria, sólo tras
habernos ocupado de lo verdaderamente importante.
Pero la ejecución de Khaled al-Asaad nos cuenta una historia
diferente. No es la historia de un insensato sabio protegiendo su tesoro a
costa de su propia vida. No es un simple robo: es un acto de terrorismo que
busca acabar con la memoria para imponer el oscurantismo y el fanatismo.
Y es que en el vacío dejado al convertir las piedras en
polvo queda el silencio, la no-identidad, el no-significado y el sometimiento. Ante
el vacío de la historia, ante la memoria demolida, no queda con qué resistir al
horror.
La desventura del viejo arqueólogo se tiñe del valor de la
resistencia: es la historia de la memoria contra el vacío, de la identidad
contra la mentira, del significado contra las tinieblas, de la palabra frente
al silencio o al chillido. Es la lucha frente el horror de la esclavitud, la
ignorancia, la brutalidad y la desesperanza.
En Palmira el patrimonio se nos muestra como cultura, como
comunidad, como lenguaje, como resistencia, como aquello que nos hace humanos…
y también como derecho humano, puesto que un derecho humano no es sino la forma
de protección –reforzada y con vocación de universalidad- de lo que nos hace
humanos.
Por eso el Derecho Internacional contemporáneo entiende el
patrimonio no sólo como un objeto de protección en tiempos de guerra (ius in bello), sino como un derecho
humano. Por eso hay piedras que nos duelen. En Palmira.
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