Me ha gustado este Working Paper de OIDEL firmado por su director, Alfred Fernandez.
Se titula: "El blindaje de la democracia. Las libertades en la educación".
Alfred es un gran experto en la material, en el Derecho a la Educación.
En la primera parte del documento se demuestra su conocimiento filosófico y su manejo de los clásicos. En la segunda parte vemos que su experiencia en la promoción internacional del Derecho a la Educación le ha dado un gran conocimiento práctico de la diplomacia y las organizaciones internacionales, así como un potente manejo técnico del Derecho Internacional de los Derechos Humanos.
Dos ideas me han gustado especialmente de este trabajo y creo que ambas son importantes en este momento.
La primera es la idea de que el foco que el Derecho Internacional de los Derechos Humanos pone en las obligaciones del estado de proveer una educación acesible y de calidad no puede fagocitar el papel de la sociedad y de la inciativa privada y comunitaria en el educación. ("El estado no es el único responsible de la educación"). La participación de la sociedad civil es importante en el desarrollo de todos los derechos y no podia serlo menos en éste. Las obligaciones de garantizar el disfrute del derecho son del estado, sin duda, pero las inciativas sociales, comunitarias o privadas son bienvenidas para enriquecer la educación.
La segunda idea, bastante original por lo que yo puede llegar a saber, es la idea de este Derecho a la Educación como evolucionando desde los derechos económicos y sociales a los derechos culturales. Me gusta la idea. De hecho creo que el Derecho a la Educación está tanto en teoría como en la práctica a caballo entre unos y otros. Su ubicación en el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y en los artículos 13 y 14 del Pacto Internacional de Derechos, Económicos, Sociales y Culturales, no es casual. En la Declaración está entre el 25 (nivel de vida adecuado) y el 27 (derechos culturales); en el PIDESC está entre el 12 (salud) y el 15 (derechos culturales). Los redactores de estos textos eran unos tipos (y tipas) muy potentes y visionarios. De su visión y su intención todavía obtenemos mucho alimento.
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