CARTA
DECIMOTERCERA o
DE CUÁNTO, CÓMO Y HASTA CUÁNDO PARAR
Sábado, 28 de Marzo.
Estos días teníamos un debate sobre la pertinencia del confinamiento total y de suprimir todas las actividades no esenciales. El debate venía lo mismo de la derecha en Murcia, que de la izquierda en Euskadi o del gobierno catalán. A mi juicio plantear este asunto como un dilema plano entre dos bienes en conflicto, salud pública versus actividad económica, era falso e inútil. Así planteado todos nos inclinamos por el valor de salud y la vida. Fin de la discusión. Primum vivere et deinde lo que sea.
Alguno
parecía
ver
a
los empresarios o
a los ministros a los que
les toca gestionar el caos,
en los colores que
Dickens empleó
para describir
a su famoso personaje anti navideño:
“¡Ay,
pero qué agarrado era aquel Scrooge! ¡Viejo pecador avariento que
extorsionaba, tergiversaba, usurpaba, rebañaba, apresaba! Duro y
agudo como un pedernal al que ningún eslabón logró jamás sacar una
chispa de generosidad; era secreto, reprimido y solitario como una
ostra. La frialdad que tenía dentro había congelado sus viejas
facciones y afilaba su nariz puntiaguda, acartonaba sus mejillas,
daba rigidez a su porte; había enrojecido sus ojos, azulado sus
finos labios; esa frialdad se percibía claramente en su voz
raspante. Había escarcha canosa en su cabeza, cejas y tenso mentón.
Siempre llevaba consigo su gélida temperatura; él hacía que su
despacho estuviese helado en los días más calurosos del verano, y
en Navidad no se deshelaba ni un grado”.
Pero
esto no es una película de buenos y malos. No es un dilema de salud
frente a economía o política. No se trata de protagonismos entre
gobierno y oposición. No se trata de rivalidades territoriales. El
dilema real ante el que nos encontramos es más complejo. Se trata de
cómo garantizar el máximo de salud pública, presente y futura, al
tiempo que mantenemos en lo posible una actividad económica
compatible con esa prioridad, salvaguardando la seguridad en cada
sector y puesto de trabajo. Este dilema no se puede resolver con un
eslogan simple.
Es
un debate ciudadano importante sobre el que caben legítimas
opiniones en uno y otro sentido. Pero precisamente por ser un debate
importante deberíamos evitar su politización y el abuso de algunas
formas altisonantes, demasiado seguras de su verdad y de su
pretendida superioridad moral que parecen decirte que los que no
opinan como yo anteponen las sucias ganancias empresariales o los
sucios intereses políticos por encima del valor de la vida y la
salud. Así planteado el debate no sólo pierde su interés, sino
incluso en algunos extremos pierden hasta su decencia moral e
intelectual, como en el caso de quienes afirman estos días en redes
que los muertos futuros serían responsabilidad de quienes no toman
las medidas de cierre total o la de quienes acusan a los periodistas
que no les dan la razón de vendidos al capital o al poder. Pero
precisamente porque se trata de un debate importante sería necesario
reconsiderarlo prescindiendo de los excesos de algunos de sus
proponentes.
Según
escribo esto el presidente Sánchez ha resulto parte de este debate, en
términos macro y a nivel estatal acorde con la situación y
necesidades del conjunto de España, con la orden de que “los
trabajadores de actividades no esenciales deberán quedarse en casa”.
Pero aún así el debate sigue teniendo sentido.
Se
han presentado estos días decenas de miles de expedientes de
regulación de empleo que afectan a cientos de miles de personas. La
actividad de las empresas podría haber caído en ciertos territorios
un 50% o más (pensamos en el turismo, por poner un ejemplo). Si
aumentamos estas cifras, si perdemos más empresas y empleos, si nos
empobrecemos más, ¿quién va a pagar la sanidad pública y las
prestaciones a desempleados, dependientes y mayores en un futuro con
necesidades sociales que van a crecer? Mantener la máxima actividad
posible es un requisito necesario para proteger el gasto público
social, incluida la sanidad pública del presente y del futuro.
Ningún boletín, por muy inteligente que sea su redacción, puede
saltarse esa realidad.
Por
supuesto que la salud pública es la prioridad, eso
lo sabemos todos.
Pero
estamos ante un dilema de
complejidad endiablada
que hay que resolver día
a día, según la información
nueva nos obliga a adaptar
o rectificar nuestras
decisiones previas,
a reforzar esta media concreta
y aflojar aquella otra
tras específico estudio.
A algunos les gustaría que la realidad fuera lineal como una
ecuación de secundaria, pero
la realidad compleja se nos resiste a la simplificación.
¿Tenemos
que paralizar totalmente la economía? Sánchez ha dado una respuesta
para las dos próximas semana que debemos con lealtad y
responsabilidad cumplir con absoluto rigor y disciplina. Pero
sospecho que, dentro del marco de las medidas que se aprueban hoy
domingo, habrá margen para, según cada caso, cada sector, cada
puesto concreto, según la evolución de la pandemia, el
comportamiento social general, las condiciones más diversas y las
variables más impredecibles, internas y externas, seguir tomando las
decisiones que permitan mantener todo el pulso vital posible de
nuestra economía productiva.
No
sabemos
cómo
evolucionará la pandemia.
No
parece
que estemos
aún aplanando
la curva, pero sí
tal
vez haya
algunos datos que
permiten lecturas
esperanzadoras
al
menos en algunos territorios.
Tal vez, no
lo sé,
sea el
momento de parafrasear
a Churchill y
decir que esto
no es el fin, ni
siquiera
el principio del fin, pero quizá sí el fin del principio de
la lucha contra el coronavirus en algunos
lugares.
Yo
camino por el pasillo y doy
vueltas a la mesa como
buey en película de egipcios, pero este
verano confío
en poder correr dos o tres medias maratones. A la economía le tocará
muy
pronto
correr muchas maratones enteras, o incluso dobles o triples, si
queremos mantener el empleo y
no recortar demasiado la
sanidad pública y las prestaciones sociales.
Sólo lo podremos
hacer si acertamos cada día, en cada decisión, a
encarar este
dilema con visión
de futuro y con conciencia
de complejidad, responsabilidad, disciplina
y
lealtad.
Hoy
toca una lectura breve: ¡El Cuento de Navidad de Dickens!
¡Qué complejo todo! Como dice el gran Emilio Lledó:
ResponderEliminar"Yo de niño viví la Guerra Civil española, vi la violencia en toda su brutal realidad, pero precisamente era eso, real. He oído las bombas estallar, he visto caer a un piloto en paracaídas, he visto el fuego de un combate aéreo en los cielos y también he percibido el olor de la muerte; eso lo he vivido yo, era la guerra, y sabíamos lo que había que hacer, ¿pero esto, qué es esto, dónde está aquí la violencia, qué es esta tranquilidad silenciosa que nos amenaza, ese peligro que no se oye, dónde está ese virus inodoro, incoloro e insípido?"
Si hasta él no tiene respuestas...
Marcar una línea clara nunca es fácil, entre el que tiene que trabajar y el que no: si nos confinamos todos perjudicamos claramente a la economía, pero si no nos confinamos todos puede alargarse esta situación y perjudicar también a la economía. ¿Cual de las soluciones malas es la mejor?
Si D. Emilio no lo sabe... Yo tampoco. :)
Gracias, comentarista desconocido. Me alegro que coincidamos en dos cosas: en el reconocimiento del límite de lo que sabemos y en la admiración por el maestro Lledó (no sé si has leído la carta sexta, donde menciono alguna de sus ideas y escritos).
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