(Puedes leer en la captura del artículo que aquí abajo copio, enlazando a la web del periódico aquí o abajo del todo, tras la captura, donde copio el texto por si te resulta más fácil.)
De
Estrasburgo a Baiona
Les escribo desde
Estrasburgo, donde paso unos días en el Instituto de Derechos
Humanos que lleva el nombre de René Cassin, uno de los padres de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Me temo que,
a pesar del acierto que en su día tuvo desde el Gobierno Vasco
Joseba Azkarraga al crear el Premio René Cassin, la biografía y el
legado de este labortano universal no son suficientemente conocidos
en nuestro país.
Hoy quiero contarles
dos pequeñas estampas de mi estancia aquí. La primera tiene que ver
con el Parlamento Europeo, la segunda con el cine.
Esta semana el
Presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, afeó en el
Parlamento Europeo que muy pocos parlamentarios asistieran a la
rendición de cuentas de la presidencia maltesa. Un poco como el cura
que abronca a los fieles que acuden a misa por los que no van. "El
parlamento europeo es ridículo -les espetó Juncker- el hecho de que
una treintena de diputados asista a esta sala demuestra que el
Parlamento no es serio".
Los medios se han
hecho eco de la frase casi con júbilo, dado que la oportunidad de
recriminar a los europarlamentarios es demasiado tentadora. Pero
quien conozca la dinámica parlamentaria sabe que la ausencia del
escaño no significa necesariamente ni absentismo, ni dejación, ni
desidia. Significa que los parlamentarios (en su mayoría, espero)
tienen otras tareas, como comisiones, grupos de trabajo, reuniones o
audiencias varias que forman parte de su trabajo tanto como estar en
el hemiciclo.
Lo que Juncker
reprochaba es el agravio europeísta que supone comprobar que el
primer ministro maltés no tiene el tirón de sus homólogos alemana
o francés. Ni a Merkel ni a Macron le habrían contraprogramado de
semejante forma. Y eso es lo que, desde una sensibilidad europeísta,
duele. Nos debemos indignar con Juncker por la falta de respeto al
presidente maltés, sí, pero a poder ser hagámoslo por las razones
y con el fin adecuados, como en el dicho del viejo Aristóteles sobre
la ira. Que sea por tanto una indignación europeísta.
El día de la broca
había salido yo tempranito a correr unos kilómetros por la ciudad y
a eso de las 6,45 de la mañana pasaba por la inmediaciones del
Parlamento. Vi a los primeros parlamentarios entrar ya en el edifico
a esa hora. Saber que muchos eurodiputados llevaban un par de horas
en su trabajo para cuando la sesión comenzó no es noticia, de la
misma manera que no es noticia que no haya accidentes aéreos o que
las panaderías abran a su hora, aunque me parece importante que
usted lo sepa. Confirmar que los parlamentarios no son peores, ni
necesariamente mejores claro está, que los fontaneros, los
oftalmólogos o los profesores de conservatorio que entran a trabajar
a su hora no da morbo alguno y por tanto no es noticia.
Por la tarde la
ciudad apareció vestida, en estaciones y rincones diversos, con unos
carteles promocionales que decían “Mission Pays Basque”. Es una
película que se estrena el 12 de Julio en Francia. Una comedia tipo
Ocho Apellidos Vascos. Podemos esperar mucho tópico, amor romántico
(en este caso es ella la que viene de París), bellos paisajes y,
confiemos en que afinen bien, oportunidad de acercar una cultura, una
identidad y una lengua. Los autores afirman que la cuestión del
euskera se trata muy bien. Buena falta hará en Francia, un país
grande en muchas cosas, pero con una sensibilidad lingüística
interna muy deficiente.
Hoy, en Estrasburgo,
todo me llevaba a Iparralde. Querría dejarme llevar, no es mal
destino para unos días de julio.
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