CARTA EXCLAUSTRADA
SÉPTIMA o DEL SESGO DE CONFIRMACIÓN
Domingo,
22 de Marzo.
Este
sesgo de confirmación nos empuja, sin que nos demos cuenta las más
de las veces, a interpretar toda nueva información que nos llega
como una confirmación de lo que ya creemos saber. Caigo en él
cuando, diga lo que diga el titular de hoy sobre el coronavirus, me
parece que demuestra que yo tenía razón, confirma mis esquemas
mentales y refuerza mi ideología o mis posiciones iniciales.
Si
mi escritor favorito vende bien su nueva novela eso demuestra lo
bueno que es. Pero si la vende mal, eso demuestra que es tan bueno
que la masa ignorante y sin gusto no lo puede valorar. En ambos casos
interpreto el dato para confirmar mi idea previa.
Te
voy a poner un ejemplo real de estos días. Si crees que las
multinacionales farmacéuticas son unas estructuras diabólicas
construidas para destruir nuestra salud, cualquier cosa confirmará
ese prejuicio. Algunas personas que hasta ayer extendían bulos según
los cuales esta pandemia era una confabulación montada por las
farmacéuticas para ganar dinero, cuelgan hoy una entrevista a Noam
Chomsky en que defiende que esas mismas empresas son culpables
precisamente por lo contrario, por no haber hecho nada: “las
multinacionales farmacéuticas saben desde hace años que existe una
gran probabilidad de que se produzca una grave pandemia pero, como no
es bueno para los beneficios prepararse para ello, no se ha hecho
nada”.
Vamos
a ver, ¿ayer me decías que eran culpables de haber creado el virus
y hoy me explicas que son culpables de no haberlo previsto? Aquí
tienes un ejemplo de sesgo de confirmación. Si las farmacéuticas
hacen X, eso demuestra que Y (que es lo que yo siempre he pensado). Y
si NO hacen X eso demuestra que igualmente Y. Diga lo que diga la
información demuestra mi idea previa.
Si
tú crees que el sistema de mercado es el culpable de todos lo males,
esta crisis del coronavirus lo confirma: “Esta crisis es el enésimo
ejemplo del fracaso del mercado”. (Aquí la palabra enésimo no es
casual: dice que ya lo sabía porque he tenido enésimas
oportunidades de interpretar otros datos en ese mismo sentido).
Aunque la crisis ataque igualmente a un país férreamente comunista
como Corea del Norte, que a un país férreamente teocrático como
Irán, que a un país democrático como Italia, el resultado es que
confirma el fracaso del mercado.
Pase
lo que pase, eso que pase demostrará que mi visión del mundo es
correcta. Pase lo que pase servirá para confirmar mis ideas previas.
Dame
cualquier pieza o su contraria (que los laboratorios descubren rápido
una vacuna o que tardan mucho; que lo descubra un proyecto público o
uno privado; que muera más gente en Irán que en Italia o que al
final resulte al revés; que en Rusia muera mucha gente o poca) que
inconscientemente yo sabré encajar esa pieza en mi estructura sin
necesidad de modificar ni aprender nada, seré capaz de ponerla en mi
mecano ideológico sin tocarlo, sabré elevar una nueva altura de mi
andamio intelectual con esos materiales que me des.
Decía
Winston Churchill, en una de sus frases de ingenio insuperable, que
un fanático es una persona que no puede cambiar de opinión y no
quiere cambiar de tema.
Si
tu tema es que la guerra comercial entre China y los EEUU explica
toda la complejidad del mundo contemporáneo entonces el coronavirus
es una gran oportunidad para confirmar tus claves: “Trump decidió
subirse al tren de la pandemia como el pretexto perfecto para
cerrarle todas las fronteras a China y lo logró. Una auténtica
jugada de ajedrez”. No sé si este autor ha jugado mucho al ajedrez
de verdad.
Si
tu tema es la lucha contra el capitalismo neoliberal y
heteropatriarcal, estás de enhorabuena, el coronavirus viene a darte
la razón: “el coronavirus es la conclusión lógica, clara y
directa de un orden económico y social que se llama capitalista,
neoliberal y heteropatriarcal. El coronavirus simplemente se nos
revela como el último episodio de una serie que ha hemos visto venir
desde hace tiempo”.
Atención
en este último texto a las palabras como “simplemente”, “lógica,
clara y directa”, “ya hemos visto”. ¿Estamos, según este
texto, ante algo complejo, de mil derivadas interrelacionadas, que
nos reta a repensar nuestras convicciones o creencias?, ¿nos dice
esta situación sin precedentes algo nuevo?, ¿nos ayuda a
reconsiderar algo de lo que creíamos saber?, ¿hay algo distinto que
podemos aprender de los que nos está pasando? La respuesta es: no.
Todo lo contrario, estamos ante algo que “simplemente” nos
demuestra de forma “lógica, clara y directa” (o sea que si no lo
ves es que o eres tonto o estás cegado) lo que “ya hemos visto”
muchas veces, es decir, nos confirma lo que ya sabíamos.
Podríamos
poner otros ejemplos de distintas ideologías, pero creo que la idea
ha quedado clara y cada uno sabrá cómo aplicárselo.
Yo
por ejemplo debería releer las cartas hasta ahora escritas y
descubriría que he interpretado lo que ha pasado como una
confirmación de mis ideas previas sobre el multilateralismo de una
forma tal vez insuficientemente crítica y que quizá no he
aprovechado los nuevos datos para considerar los fallos o límites de
ese multilateralismo. Puede ser. O que he empleado lo que hemos
sabido estos días para confirmar mi interés por subrayar la idea de
responsabilidad individual en el mundo contemporáneo sin considerar
suficientemente sus limitaciones. Puede ser.
Podemos
ver este sesgo en el propio Noam Chomsky. Vaya por delante que
Chomsky es un gigante del pensamiento, de la lingüística y de la
política. Un hombre de una inteligencia prodigiosa y de una
capacidad de trabajo imbatible que lleva más de 60 años acumulando
información y creando pensamiento. Mis máximos respetos. Pero si
digo que veo con frecuencia un acentuado sesgo de confirmación en su
pensamiento, mi comentario no debe ser entendido como desprecio por
mi parte, sino como un aviso a navegantes: si este sesgo puede
afectar a semejante gigante, ¡qué no hará con nosotros!
Yo
leía en mis veintitantos a Chomsky con verdadera devoción. Aprendí
de él muchísimo. Le debo mucho. Pero poco a poco me empezó a
parecer que sus ensayos eran cada vez más previsibles. Cada nueva
crisis, cada nuevo conflicto, servía para confirmar su visión de la
avaricia de los poderosos, de su inmoralidad, del abuso del
establishment norteamericano sobre el resto del mundo, de las clases
poderosas sobre las más débiles, de la maldad de los intereses
económicos, de los bancos, las aseguradoras y las multinacionales,
del control del influyente lobby judío y, cómo no, la culpabilidad
israelí. De pronto me llegó a aburrir porque me pareció que dejaba
de aprender con sus libros. Sí, era cierto que cada nueva obra me
daría mil datos nuevos e interesantes que emplear en el próximo
debate, sin duda, pero que esta información era en su obra un mero
pretexto para insistir en su visión ya conocida del mundo, sin
matizarla, sin hacerla más compleja y rica.
Tuve
un montón de libros suyos, pero creo que algunos han caído en las
sucesivas limpiezas de biblioteca. Cada uno tiene su forma tonta de
mostrar sus filias y fobias y me doy cuenta de que en la última
reorganización de mi biblioteca Chomsky pasó de un lugar visible y
noble del salón a un rincón bajo del despacho. Son detalles que
dicen mucho. Hago recuento: me quedan 6 libros suyos y, más
significativo aún, tres de ellos son de lingüística y educación y
sólo me quedan tres de política internacional. Miro las fechas: los
últimos son de 2004 y 2005. No he vuelto a comprar -ni leer- un
libro suyo en 15 años.
Sí
que leo de vez en cuando alguna entrevista o artículo suelto que me
llega por un lado u otro, pero por desgracia me parece que sigue
pecando de sesgo de confirmación en cada nuevo conflicto, en cada
nuevo problema, en cada nuevo reto que le toca analizar.
¿Ves
algo interesante en el último párrafo?, ¿una forma de paradoja,
tal vez?, ¿un ejemplo de sesgo de confirmación por mi parte al
denunciar el de otro? He dicho que todo lo que leo me sirve para
confirmar lo que ya creo saber (que Chomsky peca de sesgo de
confirmación). En fin, que la lógica es muy juguetona.
Como
lectura te recomiendo, ya que hemos citado la frase de Churchill
sobre el fanatismo, una obra muy breve: Contra el fanatismo (o Cómo
curar a un fanático, que es lo mismo en otra edición), del israelí
Amos Oz.
¡Feliz
domingo!
Muy interesante
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