Este febrero lo han vuelto a hacer. 110 niñas y adolescentes fueron secuestradas mientras asistían a sus clases en el Colegio Femenino de Ciencia y Tecnología de Dapchi, también en Nigeria. 104 de estas niñas han sido liberadas esta semana, al parecer sin haber sido abusadas, aunque sí sometidas a un trato tan bestial que ha provocado la muerte de cuatro de ellas.
Tengo una hija de la edad de alguna de ellas. La imagino en ese colegio y se me encoge el alma, creando un vacío negro en mi pecho tan hondo y tan absorbente como los que estudiaba el gran Hawking. Así que celebro su liberación.
Pero una vez expulsado el agujero negro de mi interior, toca decir que no, que el final no ha sido feliz. Aún hay muchas cosas poco claras: ¿cuál fue el acuerdo de liberación?, ¿hubo pago u otro tipo de compensaciones?, ¿hubo algún acuerdo político, incluso previo al propio secuestro?
No ha sido un final feliz, además, porque 4 de las niñas han muerto al parecer asfixiadas en alguno de los traslados.
La acción de Boko
Haram ha sido, además, exitosa. Era un atentado contra el derecho a
la educación de las niñas y el daño ha sido hecho, el efecto ha
sido conseguido, el mensaje ha sido enviado y recibido. Al
devolverlas, los criminales han advertido a las comunidades que no
envíen a las niñas a la escuelas. Conseguir el acceso de las niñas
a la educación será imposible en esa zona en los próximos años.
El objetivo ha sido cumplido: que las niñas se queden en casa
esperando ser dadas en matrimonio y no tengan opciones propias. Se
trata de que las niñas no se eduquen, que las mujeres no tengan
conocimiento, herramientas, poder y libertad, que sólo sirvan para
servir sumisas al hombre, para darle calor por la noche y servicio
doméstico por el día, para ser objeto de sus violencias cuando
toque.
Una mujer que saber
leer, que sabe sumar y restar, que conoce sus derechos, que puede
comprar y vender, comerciar y ser titular de un negocio, que puede
heredar o que puede decidir si se casa o no o con quién o si tiene o
no hijos, que puede mirar a la cara a un hombre, que puede desplegar
su cabello si le da la gana o mostrar su rostro si le parece
oportuno, que puede sentarse en una misma mesa de trabajo o de
comedor, que puede acceder a Internet, que puede hablar delante de
otros hombres con igual título, todo ello debe ser una cosa
insoportablemente aterradora cuando un hombre está henchido de
cobardía y fanatismo.
De las 110
secuestradas, 105 han sido liberadas y 4 han muerto. Falta una. No ha
sido liberada por que, según la información dada, es cristiana y no
ha querido renunciar a su identidad. La han retenido hasta hacer de
ella una buena musulmana.
Cualquier ideología
o interpretación religiosa que se convierte en un instrumento de
miedo, de crueldad y de opresión es deleznable. Cualquier ideología
o interpretación religiosa que haga sufrir a esa niña es inhumana.
Me gustaría saber el nombre de esa niña para dejarlo aquí escrito.
Un nombre individualizado que simbolizaría hoy la inocencia frente a
la abominación de una crueldad profunda y estúpida.
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