Maider Maraña es, además de buena amiga, una gran experta en el tema y trata el asunto con la "mirada desde la participación y el género en el trabajo de las Naciones Unidas en patrimonio cultural".
Maider me honró pidiéndome que escribiera el prólogo de esta obra, cosa que hice con mucho gusto, puesto que, como digo en el texto, "es la persona más adecuada que conozco para afrontar el reto de guiarnos a ese interesante lugar donde los caminos del patrimonio, la cultura, los derechos humanos, el desarrollo humano y la equidad se entrecruzan".
Aquí os copio mi PRÓLOGO, para todo el informe os remito a este enlace de aquí.
PRÓLOGO
Dr. Mikel Mancisidor, DIR GSD
Vicepresidente del Comité de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales de Naciones Unidas
No puedo ponerme a escribir sobre patrimonio sin empezar
recordando al profesor Khaled al-Asaad, jefe de arqueología de Palmira, en
Siria, durante cuatro décadas. Fue brutalmente decapitado en el verano de 2015
por no colaborar en la destrucción del patrimonio al que había dedicado su
vida.
La escena duele, pero hay que verla. El anciano profesor de
rodillas, las manos atadas a la espalda. El desalmado salvaje que tiene detrás
le agarra del pelo con una mano mientras con la otra blande un cuchillo parecido
a un machete de selva. Las bravatas, las acusaciones gratuitas sin derecho de
réplica o de defensa, las referencias a un dios que pueda dar sentido a lo que
no lo tiene. Lo que viene después lo dejo a su imaginación. El charco final de
sangre se ve más fluido y brillante que en las películas.
¿Es un lujo de mal gusto hablar del valor del patrimonio
destruido en Palmira cuando lo confrontamos con esta macabra escena o, más aún,
cuando lo comparamos con la muerte de miles de personas en la zona? O dicho de una
manera más general: ¿es un abuso hablar de derecho humano al patrimonio cuando
lo comparamos con un derecho humano “de verdad”, como la vida?, ¿debemos si
quiera preocuparnos por el patrimonio cuando 6 millones de refugiados huyen de
la zona?, ¿es correcto que nos duelan tanto las fotos de la destrucción de
Palmira cuando el mundo se conmociona con la foto de Aylan Kurdi varado en la
playa?
Pues bien, la defensa del patrimonio como derecho humano no
es un lujo y este trabajo de Maider Maraña nos puede ayudar a entender el
porqué.
Si el patrimonio es un objeto de consumo cultural, si el
patrimonio es un delicado disfrute estético para el turista cultivado, si el
patrimonio es el objeto puesto en el museo para admiración general, si el
patrimonio sirve para desconectar en la sala de conciertos vistiendo nuestras
mejores galas tras un duro día de trabajo… entonces desde luego que deberíamos
dar la razón a los críticos: el patrimonio es un lujo para ricos y ociosos,
objeto digno de protección solo tras habernos ocupado de las cosas importantes,
del hambre en el mundo, por ejemplo, de la pena de muerte, de la alfabetización
de las niñas, del paro juvenil o de los cientos de miles de refugiados
agolpados a las puertas de Europa.
Pero la cobarde ejecución de Khaled al-Asaad nos cuenta una
historia muy diferente sobre el significado del patrimonio. No es la historia
de un loco sabio protegiendo insensatamente su tesoro aún a costa de su propia
vida. No es solo la historia de unos miserables fanáticos ejecutando vilmente a
un anciano claramente inocente e indefenso.
Es algo más profundo: es la historia de la memoria contra el
vacío, de la identidad contra la mentira, del significado contra las tinieblas.
Es la lucha por lo que nos hace humanos frente el horror de la esclavitud, la
ignorancia, la fuerza bruta y la desesperanza.
El asesinato de Khaled al-Assad no es un ajuste de cuentas
particular, es un acto de terrorismo que busca agredir el patrimonio para
imponer su modelo de oscurantismo y fanatismo. En el vacío dejado al
convertir las piedras en polvo ya solo quedaría la alternativa del silencio, la
nada, la desmemoria, la no identidad, el no significado, es decir, la ausencia
de alternativa al sometimiento total.
Ante el vacío de la historia, ante la memoria demolida, no
quedará alternativa que resista al horror.
En Palmira el patrimonio se revela por tanto como memoria,
como cultura, como comunidad, como pueblo, como historia, como lenguaje, como
aquello que nos hace humanos… y un derecho humano no es sino la forma de
protección –reforzada y con vocación de universalidad- de lo que nos hace
humanos. Por eso es correcto entender el patrimonio como derecho humano y
defender su gestión con enfoque de derechos.
Maider Maraña nos recuerda que el patrimonio comenzó a
aparecer en el derecho internacional asociado al conflicto. Desde Cartago
(Delenda est Carthago) hasta Dresde, la destrucción del patrimonio se carga de
intención.
Suena el teléfono y una voz impotente y nerviosa pregunta
“¿Arde París?”. La destrucción de París no tenía fines militares, me atrevo a
pensar que ni siquiera era la venganza ni el odio lo que movía a Hitler a
desear su destrucción, sino el deseo de despojar al enemigo más despreciado de
sus señas de identidad, de su memoria, de su identidad. Francia podría
recuperar su libertad, pero ya no sería nunca más la misma Francia. La herida
sería para siempre.
Dejo las citas académicas, de su mano siempre oportunas,
para nuestra muy preparada experta Maider. Yo me arrimo a George Clooney, a ver
si algo se pega, cuando en The Monuments Men dice: “Puedes aniquilar una
generación entera, puedes quemar sus casas hasta las cenizas y aún así de algún
modo todavía podrán resistir y encontrar una forma de recuperarse. Pero si
destruyes su historia, destruyes sus logros y es como si nunca hubieran
existido. Eso es lo que Hitler quiere y eso es exactamente lo que nosotros
combatimos”.
Hoy en el Derecho Internacional entendemos ya el patrimonio
no sólo como un objeto de protección en tiempos de guerra (ius in bello o, si
lo prefieren, derecho humanitario) sino como una clave de nuestro desarrollo
humano personal y colectivo, como un derecho humano.
Por esa razón cada vez con mayor frecuencia en el Comité de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU pedimos cuentas a los
estados no sólo sobre la forma en que protegen el patrimonio, si no sobre la
forma en que lo promocionan, la forma en que lo ponen al servicio de las
personas, la forma en que todos podemos acceder a él (especialmente los más
desfavorecidos), la forma en que protegemos no sólo el objeto sino su
significado, la forma en que la piedra o la costumbre se convierten en derecho
humano de todos a participar en la vida cultural.
Este importante trabajo de Maider Maraña debería servir para
que todos los agentes, empezando por la UNESCO, trabajaran de forma más
consistente en el patrimonio con enfoque de Derechos Humanos para lo cual en el
Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU estamos prestos
a colaborar.
Dado que el trabajo de Maider Maraña es bueno y es claro, lo
mejor es dejarles ya aquí con ella. Si no fuera amiga mía, les diría que Maider
es la persona más adecuada que conozco para afrontar el reto de guiarnos a ese
interesante lugar donde los caminos del patrimonio, la cultura, los derechos
humanos, el desarrollo humano y la equidad se entrecruzan. Pero como es amiga…
pues lo hago igualmente, porque es verdad, solo que con más placer.
Maider ha colaborado activamente durante el último decenio
en algunas de las iniciativas internacionales claves en la materia. La recuerdo
iniciando su camino internacional en los diálogos sobre derechos culturales de
Friburgo; en iniciativas sobre participación y patrimonio en Uruguay; en el
programa de Patrimonio Mundial en la sede central de la UNESCO en París;
llevando la agenda de cultura y desarrollo en el Centro UNESCO del País Vasco –
UNESCO Etxea; y participando en los trabajos que daría lugar al Comentario
General del Comité DESC sobre el Derecho a Participar en la Vida Cultural. Sé
que no traiciono la confianza de Jaime Marchán, expresidentes del Comité y
Relator del Comentario citado, si digo que él estimaba sobremanera las
contribuciones que Maider hizo en los sucesivos borradores de esta pieza
fundamental para entender la cultura y los derechos humanos.
A Maider le queda aún mucho por aportar en estas cuestiones.
Ella sabe que contará con mi apoyo… y confío que también con el suyo, amigo
lector.
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