Hace unos días el Alto Comisionado de las Naciones Unidas compareció en rueda de prensa para dar una señal de alarma que ha tenido entre poco y ningún eco en nuestra sociedad.
El más alto representante del mundo para los Derechos Humanos vino a decir que la ONU no disponía de recursos para el cumplimiento de las tareas que tiene encomendadas para la defensa y la promoción de los Derechos Humanos. Su señal de alarma fue muy seria. Los términos empleados muy duros. Y aún así no he encontrado en prensa sino tímidos ecos en unos muy poquitos periódicos españoles de la nota que distribuyó la siempre atenta y muy activa delegación de EFE ante la ONU en Ginebra.
Aquí uno de esos escasísimos medios españoles que se han hecho eco:
Ésta ha sido la primera rueda de prensa del nuevo alto comisionado para los derechos humanos, Zeid Ra'ad Al Husein, que lleva escasos dos meses al frente de la Oficina.
Comenzó su rueda de prensa confesando que estaba consternado: "I have to say I am shocked". Consternado porque a las seis semanas de llegar al cargo tiene ya que empezar a hacer recortes en un momento en que las necesidades en materia de derechos humanos aumentan y en un momento en que la comunidad internacional pide más de la ONU y le encomienda nuevas tareas sin asignar nuevos recursos para realizarlas.
Decimos que los Derechos Humanos son uno de los tres grandes pilares del sistema, junto a la paz y la seguridad, por un lado, y el desarrollo humano, por el otro. Sin embargo los Derechos Humanos reciben en este momento aproximadamente el 3% de los recursos.
En el último post de este blog vimos, por poner un ejemplo, las importantes tareas que tenía encomendadas desde hace poco el Subcomité para la Prevención de la Tortura, y lo importante que es que pueda, por ejemplo, hacer una visita a una prisión de cualquiera de los más de 70 estados parte. Todos creemos que eso es muy importante. Un avance gigantesco en la historia de la humanidad, de la decencia, de la dignidad humana. Pero siento decir que eso no es gratis. Eso cuesta dinero. Necesitamos viajes, necesitamos buenos técnicos que lo preparen, necesitamos expertos independientes de primer nivel que sepan aprovechar esas visitas, necesitamos apoyo logístico, necesitamos juristas, necesitamos forenses, médicos, informes, peritajes. Y eso cuesta dinero.
Otro ejemplo de mi propio Comité. Desde el año pasado ha entrado en vigor el nuevo Protocolo Facultativo que permite la presentación de denuncias individuales. Hasta el momento son ya 16 los estados partes de este instrumento y cientos de millones los ciudadanos del mundo (de todos los continentes, desde El Salvador a Mongolia, desde Gabón a Bélgica) que disfrutan de ese sistema adicional de protección de sus Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Pero eso significa un sistema que reciba esas demandas, que las gestiones, un sistema de traducción en su caso, unos expertos independientes que puedan estudiarlas, que puedan formular incluso solicitud de medidas cautelares antes de resolver sobre el fondo. Pero, de nuevo, lo siento, eso cuesta dinero. Es caro.
De la misma forma que todos entendemos que tener un sistema judicial que nos atienda y nos proteja en nuestro país cuesta dinero, tenemos que entender que un sistema de protección y promoción de los Derechos Humanos a nivel internacional también cuesta dinero. No puede ser gratis.
Otro ejemplo: es importante que el Consejo de Seguridad
pueda encargar comisiones de investigación en caso de sospecha de violaciones
importantes de derechos humanos, pero nadie debería luego sorprenderse de que
ese tipo de comisiones internacionales de alto nivel cuesten dinero,
probablemente bastante dinero. Pero es que tener un estado de derecho es
caro. Igualmente tener un organismo internacional que cada vez más pueda
incidir en materia de derechos humanos es un gran avance que no es
gratis.
Se solicita a la oficina además que abra nuevas delegaciones en Burundi o en Honduras. Bien, pero eso cuesta dinero. Queremos nuevos mandatos y nuevos contenidos. Bien, pero eso cuesta dinero.
El nuevo alto comisionado ha tenido que ser autocrítico con respecto a cómo veía el problema antes, cuando era embajador: "mi predecesora, Navi Pillay, públicamente alertó sobre los problemas financieros ya en el 2011, pero creo que mucha gente el la ONU, incluido yo mismo, no llegamos a comprender la magnitud del problema porque ella y su equipo estaban haciendo un gran trabajo a pesar de sus recursos insuficientes."
Lo que se pide para ajustar el presupuesto del año (25 millones de dólares) y acometer esas tareas que todos pedimos de la ONU es lo que en un solo país del sistema se va a gastar en disfraces para mascotas en la fiesta de Halloween este fin de semana... o el equivalente a la venta de iPhones de un sólo día del año. Algunos dicen que este tipo de comparaciones son odiosas, tramposas o demagógicas, yo en cambio creo que son útiles para hacernos una ideas de la dimensión real de algunas cifras que si no, en abstracto y sin relación a otra cantidad, nos cuesta dimensionar.
La experiencia nos enseña dos cosas: la primera, que el estado de derecho es caro; la segunda, que no tenerlo es más caro aún.
"Y algunos gobiernos -de hecho la mayoría de los gobiernos- de los países con economías potentes están dedicando muy poco al sistema de derechos humanos, a pesar de que hable alto y orgullosamente sobre los derechos humanos en su política exterior" concluye en su rueda de prensa el alto comisionado.
Pedir de las Naciones Unidas más y más tareas está bien, pero encomendarle esas tareas sin los necesarios recursos es no jugar en serio.
Es muy grave lo que denuncias y estoy muy de acuerdo. Eso pasa en la ONU y aquí entre nosotros también. Tenemos que convencer a la ciudadanía que merece la pena rascarse el bolsillo para la defensa y promoción de los derechos humanos. Otra cuestión es que además de los Estados y gobiernos seguramente las Asociaciones y todo tipo de organizaciones sociales y empresariales debemos de responsabilizarnos más en la financiación y en la promoción y defensa de los derechos humanos universales. Amén.
ResponderEliminarPues sí, estimada/o amigo/a, la participación ciudadana en lo común, responsable y activa, pero que no diluya responsabilidades públicas ni las confunda, sino que las complemente, las vigile, las dinamice y las enriquezca... es uno de los grandes retos de nuestra sociedad, especialmente para los años que están porvenir. Años en que ese equilibrio entre lo público y lo privado va a cambiar (¡ha cambiado algo ya y está cambiando ahora mismo!), nos guste o no. En algunas cosas cambiará para mal (y deberemos estar atentos para minimizar sus efectos o saber contrarrestarlos), en otras cosas cambiará para bien (y deberemos estar atentos para aprovechar sus nuevas potencialidades y oportunidades).
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